La Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación homenajeó a su exintegrante Julio Villalonga, fundador del grupo periodístico Gaceta S.A que tiene al portal Gaceta Mercantil como principal exponente, a casi un mes del fallecimiento del periodista.
El Académico de Número Juan Carlos Lynch (Sitial Nro 18, Roberto Arlt) fue el encargado de llevar adelante el discurso homenaje a Villalonga, que se reproduce a continuación:
“Me toca, como académico de número de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la
Comunicación, despedir a nuestro querido colega, Julio Villalonga.
Por esas cosas que a veces pasan, este acto de homenaje a quien fue un periodista de raza,
ocurre en la semana en que se celebra el Día del Periodista.
Julio, que fue un puntal de esta Academia en los últimos años, ejerció el periodismo gráfico,
radial e incluso televisivo, desde comienzos de la década del ‘80.
Hizo todo. Cubrió desde foros económicos, pasando por viajes presidenciales, hasta guerras, en los cinco continentes.
Incluso escribió varios libros, que fueron prolijas y documentadas investigaciones sobre
cuestiones que le parecían relevantes en el debate sobre los grandes temas de Argentina y del
mundo.
En los ‘90 se hizo cargo de Noticias, una de las revistas más importantes de Argentina, en la
que dejó una impronta fuerte y clara.
Su profesionalismo y su obsesión por la calidad en el trabajo hicieron que, comenzando el siglo
XXI, el fondo norteamericano Hicks, Muse Tate & Furst lo sumara a su proyecto de comprar
medios de comunicación en Brasil, Colombia, Venezuela, Chile y Argentina.
En este paréntesis en su vida periodística, actuó, con enorme solvencia, como director de
comunicaciones externas de la filial en Argentina y como vocero regional del grupo.
Pero la enorme vocación que nunca perdió lo hizo dejar el mundo corporativo para volver a lo
que le apasionaba, que era el periodismo.
Fue así que se incorporó al Grupo América y dirigió durante cinco años sus noticieros de
televisión.
El impacto de la tecnología en la comunicación, un tema que lo obsesionaba, lo llevó a explorar
el mundo de los medios digitales.
Durante un año dirigió el portal MinutoUno.com, para la luego embarcarse en lo que sería su
última aventura: Gaceta Mercantil.
Allí aplicó todo lo que había aprendido en una larga carrera.
Organizó un grupo empresario al que llamó Grupo Gaceta, con diferentes portales temáticos
de noticias y una radio digital, que se distinguían por el nivel de sus contenidos.
Pero estos solamente son datos de la biografía profesional del periodista que nos ha dejado.
Sobresalientes, por supuesto, pero que muestran apenas una de sus caras.
En paralelo, Julio fue un hombre trabajador, curioso, apasionado y generoso.
Fue también un marido y un padre orgulloso de la familia que había logrado construir y a la
que quería con pasión.
Estaba siempre dispuesto a sumarse a las causas nobles.
Dio, siempre, mucho más de lo que recibió.
Sabía distinguir lo importante de lo que no lo era y aprovechaba cada oportunidad para
compartir lo que él sabía y para escuchar la experiencia de los demás.
Las conversaciones con él eran, indefectiblemente, conversaciones valiosas.
Esas que sólo pueden tenerse con aquellas personas que han aprovechado la vida y que han
adquirido esa sabiduría que distingue a los que son especiales.
Fue, además, un hombre bueno y leal, que mereció cada premio, cada logro y cada una de las
ponderaciones que recibió en vida, que no fueron pocas.
En lo personal, me honró con su amistad y, debo decirlo, porque este es el lugar para ello, fue
quien me convocó para sumarme a la Academia.
Me consta que quería a esta Institución. Que le dedicaba el tiempo que no tenía.
Que se desvelaba por prepararla para encarar los desafíos que tiene, que tenemos todos los
que formamos parte de ella, que no son pocos.
Quiero salirme un poco del recordatorio clásico de un hombre que ya no está y convocarlos,
como un homenaje a Julio y a su lucha por esta Academia, a redoblar nuestros esfuerzos para
sostenerla y para hacerla crecer.
Déjenme, también y para terminar, romper el protocolo y, en lugar de cerrar estas palabras
con el clásico “Descansa en Paz”, pedirles que nos pongamos de pie y despidamos con un
cálido aplauso a este querido académico al que vamos a extrañar”