*Por Nanu Zalazar
Para la sensibilidad de los artistas, no debe ser fácil crear sin que se vea reflejado el dolor que sienten. Tamara Japaridze vive en Rusia, país que desde hace más de un año y medio se encuentra en guerra. Desde la serie anterior a la guerra, su paleta ya era muy baja, con abundante negro y algunas zonas de rojo, momentos en los que su foco estaba puesto en una necesidad de una mayor apertura para la expresión. También muestra figuras femeninas frágiles con telas trasparentes y muchas flores. En la serie “No a la guerra” de 2022 elige expresarse, prácticamente, solo con negro y con un material muy denso, casi emparentado al sobre relieve, mientras se sumerge en el inconsciente colectivo. Pareciera que las obras están hechas sin herramientas, sólo trazadas por la mano del artista, trayendo un gesto primitivo y salvaje.

Para ella, la humanidad recorre un camino eterno, donde debe experimentar a través de su karma y de su dharma hechos que darán conocimiento a su alma. ¿Qué tendrán que aprender los involucrados directa o indirectamente en esta guerra? Ella está viviendo en esta región, que muestra la peor cara de la humanidad, que es cuando los diálogos no alcanzan y solo el poderío a través de las armas es el que le dará la victoria a alguno, pero no la razón. Contrarrestando la ferocidad desatada, Tamara nos ilustra el amor que es capaz de sentir una madre. No deja de abrazar a su hijo ¡ni aunque esté muerto! y esto nos conecta a La Piedad que tantas imágenes históricamente nos relata el abrazo de María hacia Jesús, muerto y bajado de la cruz.

En las imágenes de ángeles de la serie “Paz y libertad” una fuerza desde el centro le otorga una frescura como si fuera un salpicado, a pesar de la negrura de la obra son los relieves los que suman luz a la escena.

La serie realizada en el 2021 denominada “Sueños chamánicos” se trata de una conjunto de obras de tamaño pequeño de 30×40 realizadas sobre papel que toma algo de la textura visual del grabado. Allí, una mujer es capaz de entender que ella es parte de un todo y sus mascotas son animales totémicos diseñados para proteger a los humanos.

Cuando la tecnología que se aplica para que la destrucción llega cada vez más lejos y con mayor precisión, Tamara siente, a pesar de todo, que son los artistas los que pueden aportar ideas contribuyendo a mejorar el mundo.