Será recordado por sus batallas contra la crisis terminal del 2002, contra la desocupación, contra los ajustes del FMI, contra el campo, contra los monopolios mediáticos. Cuando nadie lo esperaba, se instaló en el centro de la escena hasta el día de su muerte.
Por Gabriela Granata *
Despertó pasiones y tormentas, provocó divisiones y unidades. Néstor Kirchner colocó a la construcción política en el primer escalón de sus prioridades. Un dirigente agonal que disfrutó del juego de lucha e ingenio.
Fue cambiando la composición de la amalgama que utilizó para saltar al primer nivel de la política argentina y mantenerse en el centro de la escena. Los sectores más combativos y de base que agrupó bajo la denominación de “transversales” en los albores de su Presidencia (2003-2007) convivieron con los popes de la CGT, y a los dos dio espacios de poder en la estructura del Estado aunque en forma desigual. Así fue como muchos transversales se fueron cuando la balanza les mostró que habían perdido peso.
Los caudillos del Conurbano bonaerense coexistieron con los nuevos intendentes. Se apoyó en el duhaldismo para llegar a la jefatura de Estado. Lo despreció poco después para hacer lugar a su propio proyecto. Captó a sectores del ARI, del radicalismo, del centroizquierda, de la cultura, del deporte.
Confrontó sin medias lenguas con los poderes que obstruían el avance del proyecto político, social y económico que llevó adelante desde la Casa Rosada: contra el residuo dictatorial en las Fuerzas Armadas con el acto fáctico y simbólico de descolgar el cuadro de Jorge Videla del Colegio Militar, y con el impulso a los juicios de la verdad; contra la Corte Suprema colonizada de menemismo, a la que acusó de tomar a los ciudadanos como “rehenes”; lo haría después contra el campo, al que atacó por “extorsionador” en la pulseada que lo devolvió a la centralidad ya en el mandato de su esposa Cristina Fernández; también contra algunos sectores de la Justicia por “conspiradores”; contra la oposición por “destituyente”. Y dio su última batalla contra los medios hegemónicos, a los que personificó en el CEO del grupo Clarín, Héctor Magnetto, un “rey de la censura y delincuente”, según su última diatriba.
Su postura provocó una fuerte polarización política y en la sociedad. Consolidó el “kirchnerismo” mientras se armaba, a fuego lento, un equivalente “antikirchnerismo”.
Se insertó en una década de presidencias de centroizquierda en América Latina y aún con el poco apego que tuvo a los actos protocolares, se sentó con los mandatarios que cambiaron el trazo en la región: Luis Inácio Lula Da Silva, Rafael Correa, Hugo Chávez, Michelle Bachelet y José Mujica. El último reconocimiento regional que recibió fue la presidencia de la Unasur.
Contra el signo de los últimos tiempos fue un dirigente que se apropió del discurso económico: mientras acumulaba su capital político y lo dotaba de simbolismo, cerró las compuertas a la aparición de un ministro de Economía todopoderoso. Con el despido de Roberto Lavagna profundizó ese esquema: pulseó públicamente con el Fondo Monetario Internacional y puso al tope de sus banderas el desendeudamiento con ese Organismo. Alentó políticas heterodoxas contra las recomendaciones de enfriamiento de la economía y promovió el consumo como elemento dinamizador.
Impulsó cambios estructurales desde la Presidencia o desde la retaguardia de la gestión de su esposa: la intervención del Estado en la economía, la estatización de empresas públicas, las discutidas políticas de control de precios y de reforma del Indec, el aumento del presupuesto educativo, la asignación universal por hijo, la reforma de la ley de medios, la política de derechos humanos. Un balance asociado a contar la historia política de un dirigente cuando es presente y no en pasado.
Intendente. Gobernador. Presidente. Diputado. Presidente del PJ. Jefe político de la Unasur. La suma no cambió su círculo íntimo. Su grupo de consulta siguió siendo el de los “pingüinos”: Julio de Vido, Carlos Zannini, su equipo santacruceño. Los mismos a los que no escuchó cuando la insistente orden médica fue parar.