El recuento oficial de la elección favorece a Micheli, pero Yasky pide nuevos comicios en tres distritos. A pesar del acuerdo, habrá división aunque sigan unidos formalmente.
“Hay que abandonar el llanto del cornudo. Si ya sabés que la mina te cagó, salí a levantarte otra”. Sin perder el sentido del humor pese a las escasas horas de sueño que acumulaba desde el jueves, un directivo de la lista 10 –alineada con Hugo Yasky– instaba así en la tarde del lunes a su máximo referente a atacar más duro a la Junta Electoral y al sector que encabeza Pablo Micheli.
En el café La Poesía, a metros de la sede nacional de CTERA, lo escuchaban Martín Sabattella, Roberto Baradel y los secretarios generales de varias provincias. Fue después del acta-acuerdo que ambas listas firmaron ayer comprometiéndose a respetar los resultados que surjan de la Junta y, si no hay acuerdo, de un Comité Arbitral conformado por abogados laboralistas y académicos que ambas partes habían conformado antes de los comicios.
Al final, lo que se había vendido como el acto más democrático de la historia del sindicalismo latinoamericano –una elección directa del secretario general de una central sindical– terminó convertido en el culebrón de la primavera.
El acta-acuerdo del lunes fue promocionada como una “garantía contra la ruptura” por ambos bandos, pero lo único que procura preservar son los restos de la credibilidad de la central, dañada por la elección sin resultados.
En la madrugada de hoy se cargaron los primeros datos oficiales en la web de la CTA avalados por la Junta Electoral. Con menos de la mitad de los votos computados, las cifras favorecen a Micheli: su lista 1 acumula 44.809 sufragios contra 41.677 de la de Yasky.
En la provincia de Buenos Aires gana Yasky pero por un margen exigüo, de unos 2.200 votos, lo que no le permitiría remontar la ventaja que sacó el “degennarismo” en el interior del país.
En el “yaskismo” advierten que la Junta Electoral es controlada por al lista 1 y que su presidente, el “Negro” Córdoba, reporta a Micheli. Dan por hecho que el resultado final en esa instancia favorecerá a su rival, pero no planean aceptarlo. Y apuestan todo a que el Comité Arbitral ordene votar de vuelta en los distritos donde denunciaron irregularidades, como Esteban Echeverría, Mendoza y Tucumán.
El diputado Claudio Lozano, propulsor de Micheli, retrucó impugnando las mesas de Morón, donde Sabattella había hecho campaña activamente por Yasky. También pidió no contar varios distritos de Santa Fe, donde la ventaja para la 10 también fue indiscutible.
Pase lo que pase en los papeles, la CTA se partió en dos. Los gremios más poderosos de la central (como telefónicos, técnicos, aeronáuticos, docentes y obreros del neumático) seguirán nucleándose en el espacio que lideró Yasky (aunque él se retire) y referenciándose en el matrimonio K. Los estatales de Micheli seguirán firmes junto al “Tano” Víctor De Gennaro y acumularán para el proyecto político de Pino Solanas, donde también abreva Lozano.
No harán nada en conjunto salvo sostener la ficción de un matrimonio por conveniencia que preserve edificios, bienes y subsidios estatales e internacionales. Una ruptura formal no le conviene a ninguno de los sectores en pugna, menos a Yasky, que quedaría al frente de una mini-central oficialista, claramente en desventaja frente a la CGT de Hugo Moyano, el gran ganador de esta fallida contienda.
Dentro de todo, a una CTA “combativa” liderada por Micheli le darían más aire los medios y hasta lograría un mayor eco entre las empresas, que la distinguirían como un interlocutor diferente de la CGT. Pero no dejaría de ser una central de estatales al frente de una constelación difusa de movimientos sociales y territoriales.
Así las cosas, lo más probable es que se dé una ficción de unidad en el marco de una ruptura de hecho y un debilitamiento de ambas facciones frente a la CGT. Una CGT más poderosa que nunca, que sin duda ahora irá por más lugares en las listas del oficialismo en las elecciones del año próximo.