¿Sólo Macri a las brasas?: la verdadera historia detrás de la causa de las escuchas

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El jefe de Gobierno porteño y Francisco de Narváez ya no se pueden ni ver. ¿El encono que los separa es tan grande como para no darse cuenta de que su pelea afecta las posibilidades de la oposición peronista?

A Francisco De Narváez lo convencieron de que podría forzar una definición en su favor de la Corte Suprema para ser candidato a presidente en 2011, a pesar de que nació en Colombia. Corrían los tiempos previos a la elección legislativa del 28 de junio de 2009. 

Le ganó a Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires y el camino hacia la Casa Rosada parecía una autopista, pero en poco tiempo el asfalto comenzó a mostrar pozos y baches propios de una ruta bonarense que conduce a cualquier parte. 

El ánimo cambiante del “Colorado” comenzó a estabilizarse pero para mal: se hizo agrio. Y un día tuvieron que decirle que no, que no había forma por ahora, que habría que esperar al 2015 y que, quizás, nunca pudiera serlo. En fin, después de la previsible tormenta, él y su equipo comenzaron a trabajar por la candidatura a gobernador bonaerense, un premio menor para un hombre que lo ambicionaba todo. Pero buscarían dar vuelta la historia y la maldición que indica que, salvo Eduardo Duhalde, y en condiciones excepcionales, quien gobierna la provincia de Buenos Aires no llega a presidente.

El proceso inverso siguió Mauricio Macri, tan rico heredero como Francisco. Incluso pareció que el jefe de Gobierno porteño tenía mejor estrella que su ex amigo, pero llegó al poder en la Ciudad Autónoma con la gestión como bandera y convencido de que había llegado el fin de las ideologías. No pasaron ninguna de las dos cosas. 

Toda esta introducción sirve para contar un hecho político insólito si no fuera que vivimos en la Argentina y ya nada debería asombrarnos. 

El pasado jueves, un Tribunal federal ratificó el procesamiento de Macri en la llamada “causa de las escuchas”. De inmediato, la cúpula del Pro en pleno se presentó sin Mauricio –de viaje- en una rueda de prensa para asegurar a coro que su jefe político no tenía nada que ver y que tanto el juez Norberto Oyarbide como la Cámara tomaron medidas dictadas por el titular del PJ, Néstor Kirchner. Lo obvio.

En ese mismo momento, entre los acólitos de De Narváez en su búnker y en América TV, el canal del cual es accionista, comenzó a vivirse un clima de revancha inédito. El presunto final de las aspiraciones presidenciales de Macri se transformó en una oleada de alegría –inconducente, por otra parte- entre los más cercanos al empresario colombiano. Hace tiempo que las disputas con Mauricio provocaron una “bajada de línea” anti Ciudad en la emisora de Fitz Roy. Ni el Gobierno nacional le provoca tanta tirria a De Narváez.

Gaceta Mercantil consultó con algunos altos dirigentes del peronismo disidente, quienes rechazaron que Eduardo Duhalde le hubiera pedido a Francisco que “lime” a Mauricio. “Hay un problema personal, de egos, incomprensible e inconveniente para dos dirigentes del mismo espacio y en esta etapa decisiva”, apuntó una fuente. “Ya no sabemos que hacer con esto; sí, increíblemente se alegraron allá”, dijo otro dirigente y ex funcionario duhaldista en alusión a las oficinas “coloradas”. 

Pero, ¿el encono entre ambos es la única razón de estos patéticos festejos? Hay que decir que no. 

Oyarbide no es un bisoño magistrado. Tiene sus problemas, que lo condicionan al punto de que en esta “causa rehén” está bien atento a las necesidades políticas del kirchnerismo, pero a esta altura –o desde siempre- sabe que un análisis profundo de las grabaciones y de los entrecruzamientos de llamadas muestran una trama que él sólo reveló en parte.

Jorge “El Fino” Palacios comenzó a trabajar con Macri apenas lo rescató de su secuestro. Y cuando dejó la Policía Federal la relación se profundizó. Su jefe en 1991 era José Luis Manzano, a quien siguió frecuentando en los años siguientes. Palacios armó una empresa de seguridad electrónica en la que terminó trabajando Ciro James.

En los comienzos de la investigación se filtró desde el juzgado de Oyarbide que las intervenciones ilegales habían sido dirigidas a un dirigente de familiares de víctimas de la AMIA, Sergio Burstein, al parapsicólogo y ex cuñado de Macri y al empresario Carlos Ávila, todavía accionista de América TV cuando las escuchas se realizaron. Pero las escuchas que tiene el juez, y cientos de otras, tenían como “clientes” a empresarios como Macri, a amigos dueños de medios y a varios dirigentes políticos de la oposición. Algunos pagaban esos servicios y otros eran tan cercanos que no. 

¿Acaso De Narváez está seguro de que el juez no piensa levantar la alfombra cuando avance la campaña electoral? ¿Cree que Kirchner no querrá conocer más sobre este culebrón? ¿Es un poco inconciente como dicen algunas fuentes del PJ disidente? ¿O alguien le dio alguna certeza de que su colega en el Parlamento no se verá tentado a usarla? 

No parece que la Argentina de hoy dé para estar seguros de nada.  

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