El candidato opositor tuvo en Lula y a su “ahijada”, Dilma, dos contendores imposibles de superar. Pero, según los analistas, él hizo lo suyo para perder el próximo 3 de octubre.
Los graves errores en los que ha caido José Serra, el candidato opositor en las elecciones del próximo 3 de octubre en Brasil, han facilitado enormemente la imparable performance de Dilma Rousseff, la heredera de Lula, pero la duda hoy no es si perderá los comicios sino si lo hará de manera catastrófica.
Si así fuera, Lula, Dilma y el Partido de los Trabajadores (PT) concretrarían una enorme porción de poder, lo que preocupa a muchos dirigentes de la oposición brasileña.
“Sin una oposición fuerte”,denunció reiteradamente el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, Brasil corre el riesgo de convertirse en “una democracia popular y Lula, de adquirir el perfil de un caudillo”.
Serra, de 68 años, el exitoso gobernador de San Pablo que lleva toda su vida preparándose para ese día y ese cargo, puede enfrentarse ahora no solo a un fracaso electoral, sino al fin de su carrera política.
Se le reprocha no solo su escasa capacidad para transmitir optimismo, a tono con el formidable estado de ánimo de Brasil, y como el que derrochan Rousseff y, sobre todo, Lula, sino también el haber puesto en marcha una campaña “suave”, totalmente equivocada.
Las críticas llegan desde varios sectores de su propio partido que no entienden por qué se negó a utilizar la figura política del ex presidente Henrique Cardoso, del mismo partido, y coqueteó, por el contrario, con la idea de presentarse como el verdadero heredero de Lula. La gran equivocación de Serra fue pensar que lanzarse en tromba contra el presidente más popular de la historia podría provocar una reacción contraria.
Pero una cosa es proponer un lema neutro, como “Brasil puede más” (que acaba de ser reemplazado por “Es hora del cambio”), y otra, utilizar la figura de Lula en sus propios espacios publicitarios en televisión. Los brasileños vieron con asombro, y en muchos casos con regocijo, cómo la imagen de Lula aparecía también junto a Serra, e interpretaron correctamente la gran señal de debilidad que suponía.
En Brasil no existen casi los carteles con propaganda electoral. En las calles de la gigantesca São Paulo, por ejemplo, no se ve la agobiante publicidad política que inunda otras ciudades latinoamericanas y europeas y eso pese a que el 3 se elige no solo al presidente, sino también a 27 gobernadores, 513 diputados, dos tercios de los 81 miembros del Senado y más de mil cargos locales (los futbolistas Romario y Bebeto, por ejemplo, son candidatos).
Unos pocos caballetes portátiles, algún pequeño cartel, y poco más, testimonian que está en marcha una importante campaña electoral. La verdadera batalla se desarrolla en mítines, en los espacios gratuitos de las cadenas de televisión y en los debates entre candidatos presidenciales. En esta ocasión, los candidatos, conocedores de que 31 millones de brasileños son miembros de redes sociales, aceptaron incluso un debate exclusivo en Internet.
Es en la calle donde José Serra ha perdido las elecciones frente a un presidente, Lula, que no es candidato, pero que actúa realmente como si lo fuera, y en televisión, donde Dilma ha demostrado que es algo más que la candidata de Lula.
Las cosas han llegado a un punto en el que algunos dirigentes del PSDB admiten que están más interesados por lo que ocurra en Minas Gerais y San Pablo (los Estados más poblados de Brasil) que en la propia elección presidencial. En San Pablo, se trata de ver si Geraldo Alckrim, del sector más derechista del PSDB, consigue una victoria que le permita reclamar más protagonismo en el partido. Alckrim, de 58 años, médico, ya perdió en 2006 contra Lula, y pocos confían en él para relanzar el partido. Más probabilidades tendría el ex gobernador de Minas Gerais Aécio Neves, de 50 años, nieto de Tancredo Neves, el primer y muy querido presidente democrático de Brasil tras la dictadura militar, que no pudo tomar posesión porque murió días después de ganar los comicios.
Neves está considerado como uno de los grandes valores del PSDB, aunque perdió la interna frente a Serra, y opta ahora a ser senador. Para incrementar su poder con vistas a las presidenciales de 2014 necesita que la persona que ha elegido para sucederle en Minas Gerais consiga una clara victoria. No lo tiene fácil porque Lula, con un olfato imbatible para detectar contrincantes, ha planteado una dura batalla, apoyando a un ex ministro.
El porvenir de Serra pende de un hilo. En los 15 días que quedan, su equipo está intentado dar un vuelco completo. Se trata de sacar rendimiento al escándalo de corrupción que ha hecho dimitir a Erenice Guerra, ministra jefe de la Casa Civil (jefa de Gabinete) y la mano derecha de Rousseff durante muchos años. Los sondeos siguen siendo, pese a todo, demoledores. Según el último, realizado por Ibope para Globo, 51% para Dilma, 25% para Serra y 11% para la ex ministra de Medio Ambiente Marina Silva (Partido Verde), que parece estar recogiendo mejor que el propio Serra las repercusiones del escándalo.