La celebración del primer aniversario de la Revolución de Mayo

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Por Roberto L. Elissalde *

El primer aniversario de la Revolución de Mayo dio motivo a numerosos festejos, que reprodujo Juan Manuel Beruti, hermano de Antonio Luis, el socio de Domingo French en aquello de repartir cintas celestes y blancas. Gran cronista de su tiempo, en sus extensas “Memorias curiosas” el “otro” Beruti no deja que casi nada se pase por alto a su lupa escrutadora.

Cuenta allí que el 24 de mayo de 1811, por orden de la Junta, se hizo “el paseo del Real Estandarte (que salía en los años anteriores en la víspera de nuestro patrono San Martín)”, ceremonia que estuvo a cargo del alférez mayor don Francisco Hermógenes Ramos Mejía, que murió en una peste en 1825 y sobre el que ya hablaremos. La Junta decidió que además el estandarte saliera en el día anterior de su instalación todos los años a modo de celebración.

Ese día desde la tarde “se hicieron iluminaciones generales en toda la ciudad”. Imaginemos la cantidad de velas que llevaba esa tarea, “las que fueron por cuatro noches consecutivas; muchas salvas de artillería, repiques de campanas, fuegos artificiales, músicas, arcos triunfales y otras infinitas diversiones como mojigangas, máscaras, danzas y bailes, con lo que estuvo la ciudad muy alegre, no habiéndose visto nunca en esta capital iluminación más cumplida, por la variedad de ella y costo, pues ardían en muchas partes hachas de cera, en otras vasos de colores y en otras faroles de vistosa construcción”.

Quizás fue para evitar los excesos del alcohol, en medio de tanto bullicio, donde no faltaban algunas desgracias y también brindis indecorosos, como habían sucedido en junio del año anterior los que hacían contra los españoles europeos mientras se cantaban letras como esta: “No queremos Reyna puta / ni tampoco Rey cabrón / no queremos nos gobierne / esa infame y vil nación. / Al arma alarma americanos / sacudid esa opresión / antes morir que ser esclavos / de esa infame y vil nación”. La Junta, por bando, “mandó cerrar las tabernas o casas públicas de venta de bebidas fuertes, saliendo muchas patrullas rondando la ciudad, y sus alcaldes de barrio”.

El acto central del 25 fue la misa de acción de gracias, que se hizo del modo más solemne celebrando el pontifical el obispo Benito de Lué y Riega, que no viviría al año siguiente ya que el 22 de marzo de 1812 apareció muerto en su cama después de una comilona que había ofrecido el día anterior en su cumpleaños número 59 años. Nota aparte: muchos opinan que el fin de sus días, más que un pecado de gula, fue obra de algún veneno.

Luego inauguraron la Pirámide de Mayo, que es el primer monumento de la Patria y fue construido por la voluntad de nuestros padres fundadores. Ignoro las razones por las cuáles se rinde homenaje los 25 de mayo al general José de San Martín, porque si bien es el Padre de la Patria, nada tuvo que ver en esos episodios, cuando las autoridades el marchar desde la Casa de Gobierno deben doblar 40 metros a su derecha y depositar esa corona en el monumento citado. No tengo nada, al contrario, contra el Libertador, pero honrar a San Martín el 25 de mayo es como hacerlo con Torcuato de Alvear, progresista intendente porteño, en vez de recordar a Juan de Garay el día de la fundación de Buenos Aires.

Continúa Beruti que “la gran pirámide que decora la plaza Mayor de esta capital y recuerda los triunfos a la posteridad de esta ciudad”, que “se principió a levantar sus cimientos el 6 de abril último; pero aún no está adornada con los jeroglíficos, enrejados y adorno que debe tener por la cortedad del tiempo que ha mediado”. Sin embargo, advierte, “a los cuatro frentes se puso una décima en verso, alusiva a la obra y victorias que habían ganado las valerosas tropas de esta inmortal ciudad y las que esperaban ganar en defensa de la Patria, su libertad y de las banderas que juraron defender”. Los textos “se pusieron sobre las gradas de la pirámide sobre pedestales” al efecto, “cuyas banderas y estandarte estuvieron adornando dicha obra los cuatro días de las funciones, poniéndose desde las ocho de la mañana con sus correspondientes guardias por cada uno de sus cuerpos hasta las ocho de la noche que las retiraban a sus cuarteles; estando éstas alumbradas para la vista del público, lo que era la noche por una porción de hachas de cera, que a sus cuatro frentes de la misma pirámide ardían”.

Esta primitiva Pirámide es como lo exhibe el daguerrotipo que ilustra esta nota, de la jura de la Constitución en Buenos Aires en 1860. La imagen muestra la plaza con la Catedral y otros edificios, la casa de altos con el balcón atiborrado de gente es la que le habían regalado al general San Martín por su empresa libertadora.

Así fue este aniversario en 1811 y ya hablaremos de otros.

* Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación. Autor de “Diario de Buenos Aires 1810”

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