Por Carlos María Romero Sosa
Todo tiene su razón y las más veces sus razones para ser. Y en este punto, quizá uno de los sentidos de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre, es que un día naciera en ella, en el barrio de Flores, Albino Alberto Gómez. Mas conocido en los ambientes de las letras, el periodismo, la actividad política, la docencia universitaria, la diplomacia, los banquetes oficiales, los cafés bohemios y las tertulias culturales como Albino Gómez a secas.
Con humor algo nostálgico solía subrayar que llegó al mundo que después le tocó recorrer en funciones diplomáticas o de corresponsal extranjero, el año de la aparición de Mickey Mouse: 1928. Y en un primaveral 23 de septiembre, de seguro con un sol aclarándole prometedoras las sendas a transitar, por las que no desanduvo pese a las piedras con que incitan al tropiezo los astros o las humanas distracciones. No en vano, pasadas las nueve décadas de vida, publicó uno de sus libros
misceláneos, tanguísticamente titulado: “Caminito amigo”, sin marcas en sus páginas de frustración, amargura ni menos rencores personales.
Sin constituir un mero anecdotario, fiel a su ocurrente divisa: “Todo tiempo pasado no fue mejor ni peor. Simplemente fue anterior”, y en la línea de anteriores y posteriores volúmenes que son
verdaderos “collages” evocativos siempre matizados con salidas ingeniosas como “Me quitaron la pelota” (1988) y el último libro que sepamos publicó: “Sentires” (2019). En “Caminito amigo” refiere y aporta elementos para el análisis de hechos históricos recientes y apunta nombres de personalidades de relieve de su trato, desde Raúl Alfonsín al iusfilósofo Carlos Cossio, desde
Mario Amadeo al intelectual boliviano Marcial Tamayo -para Borges quizá su mejor crítico- y desde Raúl Prébisch a Dardo Cúneo, Hermenegildo Sabat, Ricardo Talesnik o Mario Alberto Cámpora. Memorioso relata sus concurrencias juveniles a la biblioteca de La Prensa, en el sótano de la calle
Rivadavia. A ese ámbito de estudio le dedicó un par de poemas que hermanan en versos libres los colmados anaqueles de aquel subsuelo, con la apertura veinteañera a los amores y amoríos por muchachas en flor a quienes los libros no hacían sombra. En otro capítulo pasa revista a la larga amistad con el inolvidable canciller tanguero Hipólito “Tuco” Paz. Debió hacer con él en 1949 un curso de literatura inglesa, que resultó frustrado al haber sido designado el “Tuco” Paz, por Perón, Ministro de Relaciones Exteriores. Anoticia después sobre las torvas miradas que muchos le clavaron desde que en mayo de 1959 abonó de su bolsillo la cena en “La Cabaña” de Fidel Castro en su primera visita a la Argentina, ante cuya mesa vio agolparse esposas y hermanas de los fastidiados “occidentales y cristianos”, seducidas por el halo romántico que se desprendía del orgullosamente barbudo “latin lover” cubano. (Como esa noche había una velada de gala en el teatro Colón, el canciller Carlos Alberto Florit no pudo ser su anfitrión y delegó en el funcionario Albino Gómez la tarea de atender al visitante). O revive un 18 de agosto de 1961, cuando el Presidente Frondizi del que era asesor, lo enteró en Olivos que estaba por llegar de incógnito el Ministro de Industria de Cuba, Ernesto “Che” Guevara, su compañero del común antiperonismo universitario del que pronto volvieron ambos. Debía recibirlo y hacerlo pasar al despacho presidencial. Más allá del dato personal, el tema y sus consecuencias institucionales lo desarrolló en extenso en otro de sus libros: “Arturo Frondizi. El último estadista” (2004). Y tampoco pasó por alto narrar sus gestiones
fundadas en el Derecho Internacional Humanitario, aunque trascendiéndolo con la impronta de la misericordia cristiana, para que se acogiera en la sede de la embajada argentina en Santiago, donde se desempeñaba en 1973 como Agregado Cultural, a numerosos perseguidos por la dictadura de Pinochet. Fue algo que poco más tarde le interrumpió la carrera diplomática hasta ser reincorporado al Palacio San Martín por ley del Congreso en 1984. El caso tal vez pudo costarle la vida a manos de la triple A, porque el miembro de la logia P2 y titular de la Cancillería, Alberto Vignes, lo tachó de comunista al escuchar chismes acusatorios de los agregados militares en Chile. Refiere Albino que entonces el Ministro de Economia, José Ber Gelbard lo designó asesor en su área y que además se refugió profesionalmente en el diario Clarín, desde donde sacaba a relucir viejos sumarios en los que Vignes aparecía exigiendo dinero a cambio de pasaportes argentinos para judíos que huían de la persecución nazi en la Segunda Guerra. El aludido respondía furioso y él le retrucaba llamándolo “Vignes de ira” jugando con el título de la novela del norteamericano John Steinbeck.
Por todo esto y más a desmenuzar, una tarde en su departamento de la calle Marcelo T. de Alvear al 500, frente al Plaza Hotel, le comenté al antiguo discípulo del Padre Julio Meinvielle y luego divulgador de la filósofa católica y latinoamericanista de tanta influencia en el Papa Francisco:
Amelia Podetti: -“Usted, Albino, entrará en las crónicas de la izquierda como Poncio Pilatos en el Evangelio. Algo de contrabando”-.
–“No se crea, yo juzgo la crítica al capitalismo de Marx, irrebatible y vigente” y Guevara me inspiró el poema confesional “Muchacho Ché” en 1967: “Qué lástima grande/ no haberte conocido antes/ o cuando te fuiste al menos/ dejándonos atrás/ con nuestros sueños dulces/ y nuestras polémicas de humo./ (…) Nos vimos brevemente en Buenos Aires/ pensábamos distinto/ queríamos igual”, respondió memorioso el convencido desarrollista íntimo de Rogelio Frigerio, miembro de la vieja guardia del partido y bien enterado en su hora de los tejes y manejes del pacto entre Perón y Frondizi, por boca de sus recordados John William Cooke y del español Ramón Prieto, integrante en Brasil de la Columna Prestes en 1925 y exmiliciano en la Guerra Civil Española. Con lo que a mí me siguió quedando en la nebulosa si el MID (Movimiento de Integración y Desarrollo) es de
derecha, de izquierda o ambidiestro.
Porteño a toda costa
A una existencia tan particular la enriquecía más aún si se quiere la porteñidad de ley de la que en ninguna geografía pudo ni quiso desprenderse. Ella le marcó fuertes empatías con aquellos añorantes compatriotas, los exiliados forzosos que trató en Estocolmo. A uno de los mismos: Tito Peralta fallecido el 9 de septiembre de 1986 le dedicó un poema. Precisamente de su destino como Embajador Argentino en Suecia –lo fue asimismo en Kenia y Egipto- trajo su novela bautizada con el verso tristón de Cadícamo: “Lejano Buenos Aires” (1996), “la primera novela epistolar importante alrededor de esta ciudad junto al río inmóvil”, escribió Fernando Sánchez Sorondo. Así como en Santiago de Chile nació la en parte autobiográfica “Cartas de amor y desamor en los años de Salvador Allende” (2008). Y como el propio Buenos Aires ensangrentado “ad nauseam” por la
guerrilla y la represión ilegal, le inspiró “Si no volvemos a vernos” (2009). En la primera de las nombradas ficciones (¿?) y en la última, es audible la música de fondo del dos por cuatro.
También su poética “tiene la desvanecida soledad de Buenos Aires” en la ponderación de Hipólito Paz. Albino Gómez no era un esteticista más allá de sus logros líricos. Jugado a la acción, buscaba decir lo suyo con las mejores maneras a su alcance siendo el verso una de las formas que lo seducía a menudo. Pero abordar el género le acarreó problemas. Su inicial poemario “La mufa”, a juicio de Vicente Trípoli: “mezcla de audacia, ingenuidad y fe en la supervivencia humana”, escrito en Washington D.C. sofocado por el individualismo yanqui, le valió en pleno onganiato treinta días
de suspensión en su cargo de Secretario de Embajada de Primera Clase y Cónsul de Primera, a exigencia en envoltorio de protocolar queja del embajador de los Estados Unidos, Cabot Lodge. Claro: su “Elegía a los Estados Unidos de América” lleva por subtítulo: “Donde no hubo piedad ni para Martin Luther King”. En cuanto al reclamo virreinal naturalmente se respondió en forma obsecuente sancionando de inmediato al autor. ¡Así estamos con la singular visión de la Soberanía Nacional de los sectores de privilegio, en su ocupación del poder estatal para ejercitar desde allí la
subordinación colonial!
Entre chistes y desolaciones tomó en serio el dictado de las musas y es de advertirlo al recorrer “Sólo se trató de vivir y amar”, antología poética que dio a conocer en 2014 y presentamos en el CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales) con Roberto Alifano. No temía que lo inspirara lo cotidiano cuidándose, eso sí, de no caer en prosaísmos. Sin embargo una duda lo carcomía: ¿era poeta? “No te hagas ilusiones, sos poeta, y por añadidura, un buen poeta”, le retrucó Juan Gelman. Nunca cantor de vaguedades y sí enumerador de interpelaciones al “mundo roto” que
diagnosticó Gabriel Marcel en su obra teatral. El conservador -en el mejor sentido- de la tradición cultural humanista y el defensor de los Derechos Humanos se sintetizan, por ejemplo, en la siguiente estrofa: “A Grecia llegué/ dos mil años después/ de lo debido/ y a Sudáfrica/ dos mil años antes/ de lo oportuno.”
En cuanto a lo más original y característico de su producción: las “Albinísimas”, que hasta 2017 engalanaron el suplemento dominical de La Prensa, resultan una suerte de subgénero literario del
aforismo, el epigrama y la ramoniana greguería. Allí se dan cita el humor, la paradoja, el saber sabroso del que habla el Kempis, la ironía, su estar perplejo ante la realidad, el madurado arte de vivir, la entreabierta en su alma virtud de la esperanza, la agudeza intelectual, por momentos una perseguida inocencia chestertoniana e incluso el guiño pícaro del que en buen lunfardo “se las sabe
lunga”.
En el libro “Despojos y semillas” (1997) donde reunió centenares de “Albinísimas”, su pasión nacional, en mucho de una tristeza detenida a intramuros del llanto, razona conociendo el paño más que por formación e intuición sociológica, por propia experiencia: “Y los argentinos seguimos esperando a Godot”. O en otra: “Si los argentinos no hemos podido destruir todavía nuestro país, ello se debe pura y exclusivamente a la falta de capacidad para la acción colectiva”. Y más ajustado todavía: “En la Argentina la principal causa del problema son las soluciones”.
Este Albino Gómez al que nada humano le era indiferente, a excepción de las condecoraciones otorgadas por los gobiernos de España, Francia, Italia, Suecia, México y Perú, a las que llamaba “mi
latería”, murió el 27 de marzo de 2023 a los noventa y cuatro años y medio de edad. Dice la Oración de Responso de la Iglesia Católica: “Cristo que te llamó, te reciba y los Ángeles te conduzcan al Paraíso.” Que desde allí lleguen reflejos, ahora con marca gloriosa a sus páginas terrenas.