Por Roberto L. Elissalde *
Don Baltasar Hidalgo de Cisneros y la Torre venía de una familia militar y fue un destacado marino español, como lo había sido su padre don Francisco Hidalgo de Cisneros y Ceijas, teniente General de la Armada y caballero de la Orden de Carlos III.
Nuestro marino fue el comandante del navío “Santísima Trinidad” -el más grande de la flota española en la batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805- y uno de los más destacados en esa acción en la que ostentaba el rango de general y jefe de la escuadra. A consecuencia de un astillazo que le cayó en la cabeza mientras dirigía el combate sobre el alcázar de su nace quedó inútil de un oído.
Benito Pérez Galdós en sus “Episodios Nacionales” recuerda la acción de Trafalgar y a uno de los personajes le hace decir: “Alcé la vista al alcázar de popa, y vi que el general Cisneros había caído. Precipitadamente le bajaron dos marineros a la cámara, gravemente herido de un astillazo a la cabeza”. Y como vemos el apellido Hidalgo de Cisneros, es reemplazado por el último.
La sordera debió ser bastante manifiesta, ya que en la Semana de Mayo de 1810 que estamos conmemorando, en la noche del 20, refiere en sus “Memorias” el después general Martín Rodríguez que “El coronel Merlo, del Fijo, tomó la palabra y dijo: ‘Excelentísimo Señor, yo y mi fuerza, con la que debe en todo caso contar V.E. está pronta a sacrificarse en sostén de la autoridad de V.E. Entonces le contesté yo: ‘Eso se verá mañana’. Sin duda Cisneros no lo oyó porque era muy sordo'”.
Había llegado a Buenos Aires en julio de 1809, y el Cabildo le regaló un carruaje con sus guarniciones y lo colmó de atenciones como correspondía. El destino que tuvo entre nosotros, donde se lo conoce abreviadamente como el virrey Cisneros, no fue el final de su carrera como puede suponerse. Fue expulsado de Buenos Aires junto con los oidores y fiscales de la Audiencia el 22 de junio de 1810. Esa tarde todos ellos fueron convocados al Salón Real de la Fortaleza donde estaba la efigie de Fernando VII. Al rato se presentó el vocal Juan José Castelli, quien les manifestó la orden de la Junta, que inmediatamente iban a embarcarse por “causas reservadas” que para ello había, luego de lo cual se retiró. Para el cuidado de sus bienes les fue nombrado un apoderado y se les aseguró que nada tenían que temer por su vida. Cisneros que se había instalado con su esposa Inés de Gaztambide, como algunos de los funcionarios fueron notificados que en otro navío iban a viajar sus familias.
Al momento, en unos coches particulares y custodiados por numerosos efectivos fueron traslados al muelle y embarcados en la balandra inglesa “Dart”, de 114 toneladas, al mando del capitán Marcos Bayfield. En ella se había preparado con la debida anticipación, por orden de la Junta, una espléndida mesa y se le entregó a cada uno dinero para el caso de una arribada a puerto. A la madrugada del 23 la nave levó anclas.
Doña Inés de Gaztambide sustituyó el poder que le otorgara su esposo para la administración de sus bienes al comerciante español don José Santos Incháurregui. Días después partía rumbo a España donde habría de reunirse el matrimonio.
Baltasar Hidalgo de Cisneros, hombre de hidalguía. fue el último virrey que ejerció el mandato en plenitud sobre el territorio del virreinato del Río de la Plata. Su sucesor -Francisco Javier de Elío- no podría hacerlo.
*Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación. Ocupa el sitial Victoria Ocampo en dicha Academia.