El reciente colapso de las criptomonedas no solo muestra la volatilidad del sector financiero, sino que ilustra por qué debe estar sujeto a un control democrático.
Más que una moneda, el bitcoin es una religión. Surgió de las ideas de unos apóstoles de la libertad y activistas perseguidos por el gobierno. Sus usuarios y creyentes hablan de esta moneda no estatal con fervor. ¿Cómo fue que esos «libertarios» evolucionaron a millonarios que utilizan helicópteros militares para promover un proyecto gubernamental en El Salvador? ¿Por qué su presidente, cada vez más autoritario, impulsó esta riesgosa –y excéntrica– iniciativa? En este artículo están muchas de las respuestas.