La Asamblea Nacional Popular (ANP) de China votó el viernes pasado a Xi Jinping para un inédito tercer mandato como presidente del gigante asiático. El nuevo período lo mantendrá en el poder durante 15 años, el lapso de tiempo más largo para cualquier dirigente como líder de China desde Mao Zedong, que mantuvo al país bajo su mando entre 1949, cuando triunfo la Revolución Comunista y se fundó la República Popular, hasta su muerte en 1976.
Deng Xiaoping, quien fue el líder de China entre 1978 y 1993, también llegó a 15 años. Pero a diferencia del actual mandatario, ejerció el poder sin ostentar ninguno de los principales cargos políticos del país. Justamente fue Deng quien había marcado, ya en su retirada, que el presidente chino y secretario del Partido Comunista Chino (PCCh) iba a poder tener como máximo un primer período de cinco años y otro mandato de reelección.
Pero Xi borró con esa norma en 2018 tras una reforma de la Constitución y despejó el camino hacia un mandato indefinido, que sostuvo bajo el argumento de ser “una medida clave para modernizar el sistema de China y la capacidad de gobernanza”, a su modo de ver”.
El mandatario enfrentará el reto de reimpulsar la economía mientras enfrenta un complejo escenario geopolítico dominado por la creciente rivalidad con Estados Unidos.
En 1992, la China que comenzó a abrirse al capitalismo se convirtió en la tercera economía del mundo. Veinte años después, subió un escalón y solamente quedó por detrás de EEUU, que ve la amenaza otrora lejana en su espejo retrovisor y acercándose para quitarle ese lugar de privilegio en el planeta.
El plan de la nueva ruta de la seda, que significa miles de millones de dólares en inversiones chinas alrededor del mundo, prendió las alarmas en la Casa Blanca con la llegada de dinero de Pekín a lo que Washington trató históricamente como su “patrio trasero” o su jardín: América Latina.
Disputa con EEUU
En el plano geopolítico, la alianza de China con Rusia puso también a Washington en guardia ante la posibilidad de que el gigante asiático lo desplazara de su posición de privilegio en Europa y hasta en Medio Oriente, como por ejemplo con el papel de mediador que Pekín jugó esta semana entre Arabia Saudita e Irán.
“China es el principal exportador del mundo y la segunda economía, pero también un gran importador de petróleo y el principal importador de alimentos, por lo que la relación simbiótica entre su economía y la del mundo está ya muy establecida”, analizó para la agencia estatal Télam el historiador y sinólogo argentino Francisco Taiana.
En el plano externo, Xi advirtió varias intervenciones del convulso escenario global y denunció hostigamiento por parte de Washington. “Los países occidentales, encabezados por Estados Unidos, están implementando una contención y una supresión total de China, lo que implica desafíos sin precedentes para nuestro desarrollo”, dijo durante un encuentro con miembros de la Conferencia Consultiva.
Una visita del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, prevista para febrero, fue aplazada a última hora después de que la administración Biden derribara un globo chino, que según Washington, China habría utilizado con fines de espionaje, algo que el gobierno de Xi negó rotundamente.
Problemas económicos y sociales internos
Desde entonces, las tensiones diplomáticas siguieron aumentando. El martes, el ministro de Relaciones Exteriores, Qin Gang, advirtió del riesgo de “conflicto y confrontación” si EEUU no cambia de rumbo.
China proyecta para 2023 que el PBI alcance los 21,73 billones de yuanes (3,92 billones de dólares), un aumento del 6% desde 2022, mientras que se espera que los gastos alcancen los 27,513 billones de yuanes, un incremento del 5,6% interanual, según un borrador del presupuesto presentado por el Consejo de Estado el lunes pasado y publicado en el periódico Global Times.
Sin embargo, ese crecimiento se espera luego de la estricta política de “cero-covid” que mantuvo al país aislado del resto del mundo e incluyó confinamientos de ciudades completas y testeos masivos, generó hartazgo social y enormes costos económicos.
Tras crecientes protestas sociales, Pekín dio un brusco giro de timón después y retiró la polémica estrategia, no obstante haber resultado de enorme eficiencia sanitaria para contener los contagios. Desde enero, cuando las infecciones disminuyeron, el país muestra índices de recuperación de la actividad.
En 2015, durante su primer mandato, Xi derogó la norma de la “política de hijo único”, ante el envejecimiento de la población del país. Tras años de esfuerzos para controlar el crecimiento demográfico, ahora no hay suficientes personas de entre 20 y 50 años para que hagan crecer la base de la pirámide poblacional y, claro está, la economía.
El plan para superar este punto contempla el reemplazo en los próximos 20 años de 300 millones de puestos con tecnología, inteligencia artificial y automatización, pero este objetivo se inserta en un contexto de crecientes tensiones con EEUU, lo que puede determinar un obstáculo al acceso a ciertos avances tecnológicos.
Taiwán, punto de conflicto
China reclama la soberanía sobre Taiwán, la isla desde que los nacionalistas del Kuomintang se replegaron allí en 1949, tras perder la guerra civil contra los comunistas.
Desde entonces, Taiwán ha mantenido un gobierno autónomo por décadas. Estados Unidos es el principal abastecedor de equipo militar para la isla y Pekín ha objetado esas ventas aplicando sanciones.
“El apoyo de Estados Unidos a Taiwán y los pasos que Taiwán toma para mejorar sus capacidades de autodefensa contribuyen al mantenimiento de la paz y la estabilidad a lo largo del estrecho de Taiwán y en la región”, sostuvo el Departamento de Estado de EEUU tras la última venta de armas a Taiwán.