El Grupo Wagner tuvo en vilo no solo a Rusia sino a todo el mundo el fin de semana pasado, cuando se rebeló ante el Kremlin y durante varias horas apuntó contra Moscú en lo que parecía el inicio de un golpe de Estado contra el presidente Vladimir Putin en medio de la guerra que libra ese país contra Ucrania.
La marcha atrás de este grupo de soldados liderados por Yevgeny Prigozhin frenó el estallido pero dejó latente la tensión en Rusia, mientras el jefe del Grupo Wagner marchó hacia Bielorrusia, aliado máximo de Putin y país cuyo mandatario, Viktor Lukashenko, actuó como mediador.
El Grupo Wagner ha ejercido como una suerte de ejército ruso en la sombra durante muchos años, haciendo gran parte del “trabajo sucio” donde el Kremlin tenía intereses, pero no quería mandar a sus propios soldados para evitar posibles repercusiones legales o diplomáticas.
A cambio, este grupo de mercenarios encabezados por Prigozhin, un entramado de empresas que va más allá del ejército privado, ha obtenido influencia política y una puerta de entrada a la explotación de los ricos recursos naturales de muchos de estos países, lo que le permite autofinanciarse. Mali, Sudán, Siria, República Centroafricana y Libia son algunos de los otros países donde opera.