Día de la Memoria: libro revela cartas de familiares de desaparecidos con miembros de la Iglesia

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El segundo tomo del libro “La verdad los hará libres: la Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983”, editado por Planeta, revela el hasta ahora inédito intercambio de cartas entre familiares de desaparecidos y detenidos durante la última dictadura cívico-militar y las autoridades de la Iglesia Católica, según documentación recientemente desclasificada de los archivos del Episcopado y del Vaticano.

La obra fue presentada por el Episcopado que encabeza monseñor Oscar Ojea, bajo la autoría de los teólogos e historiadores Carlos María Galli, Luis Liberti, Juan Durán y Federico Tavelli, entre otros.

Con la información desclasificada, que incluye actas de reuniones secretas, queda contrastado en el libro el papel en apoyo de la dictadura militar que jugaron obispos como Adolfo Tortolo -quien fue titular del Episcopado y vicario general castrense-; el entonces arzobispo de Buenos Aires, Juan Carlos Aramburu, y el nuncio apostólico Pío Laghi, entre muchos otros, en contraposición con la actitud de obispos como Jaime De Nevares, Vicente Zazpe y Miguel Hesayne, entre los pocos miembros de la jerarquía eclesiástica que denunciaron el terrorismo de Estado.

El papa Francisco tuvo un papel protagónico en la publicación de la obra: en 2012, antes de ser elegido Pontífice, formó parte de la conducción del Episcopado que impulsó la apertura de los archivos de la Iglesia argentina a víctimas o familiares, y luego en el 2013, ya como jefe del Vaticano, dio instrucciones para que también se abrieran los de la nunciatura apostólica en Buenos Aires y los de la Santa Sede para este estudio, adelantando los tiempos ya que este tipo de archivos suelen estar disponibles para los investigadores unos 70 u 80 años después de su producción.

En la extensa investigación, se mencionan también los asesinatos de los curas palotinos, los crímenes de los sacerdotes de Chamical y el “asesinato encubierto” del obispo de La Rioja, Enrique Angelelli con documentación inédita en este último caso sobre las últimas advertencias del prelado riojano: “He sido amenazado de muerte. Al Señor y a María me encomiendo. Solo se lo digo para que lo sepa”, dice en una carta al Episcopado y al Nuncio.

Como recopila la nota de la agencia estatal Télam, el libro da cuenta de las múltiples reuniones reservadas entre los miembros de la Iglesia y representantes de la dictadura, en el marco de lo que denominaron la ‘comisión de enlace’: “Fue el ámbito donde los delegados del gobierno (militar) hicieron algunas de las revelaciones más controvertidas respecto a los métodos que se utilizaban en la ‘lucha antisubversiva'”.

Las cartas

En “El clamor de las víctimas”, último capítulo del libro, Luis Liberti, Irene Elordi, Guadalupe Morad y Federico Ripaldi recopilan la correspondencia conservada en la Secretaría de Estado del Vaticano y en el Episcopado durante los años que sucedieron al golpe de 1976, del que este viernes se cumplen 47 años.

A continuación, algunos párrafos seleccionados de las cartas hasta ahora desconocidas que son publicadas por primera vez (en respeto a la privacidad de las víctimas y sus familiares se refieren sus nombres solo con iniciales):

“Cuánto dolor, cuánta angustia. Regresamos de San Miguel 74 madres mojadas de lluvia, dolor y lágrimas. Nuestro cardenal no nos recibió, no nos dio la bendición que tanto esperábamos. Nuestro pastor no tuvo tiempo, ni un solo minuto para atendernos, pero grande fue mi sorpresa cuando a la noche vi todo el tiempo que tuvo para el programa de Andrés Perciavalle. Nuestros obispos pactan silencio con Videla. Nuestro presidente gana tiempo. Y esto termina como el tango, estamos juntos, en el mismo lodo, todos manoseados” (De H.P. de B. dirigida al cardenal Raúl Primatesta).

“Frente a la desesperante situación de angustia, incertidumbre e impotencia que vivo desde hace dos años y diez meses por la desaparición de mi hija, y como cristiana y argentina que solo pide justicia me dirijo a Su Señoría Ilustrísima esperanzada en las palabras de Su Santidad Juan Pablo II, para suplicarle que interceda ante nuestro Gobierno para obtener la libertad de mi querida hija” (De A.E.Q. al nuncio apostólico Pío Laghi).

“La Iglesia católica no puede permanecer impasible. Entre esos desaparecidos, hay centenares de niños pequeños y otros nacidos en cautividad. No se conoce su suerte aunque está probado que algunos han sido dados en adopción a familias extrañas, olvidando la salvaguarda de los valores más elementales. En vísperas de la llegada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, solicitamos a Ud. que interceda ante el Presidente de la Nación y las Fuerzas Armadas para que digan la verdad, se libere a los presos clandestinos y se concluyan los procedimientos ilegales” (firmado por varias Madres de Plaza de Mayo a Primatesta).

“¿Puede considerar humano ese Episcopado que dos niños sufran tremenda frustración de no tener a sus padres? ¿Es posible pensar que las autoridades ‘olviden’ a estas personas en las cárceles del país?” (De J.O. y L.L.O. a Primatesta).

“Nuestra angustia crece día a día pues no sabemos si esos hijos tan amados están vivos o muertos. Hemos llegado al límite de nuestras fuerzas, y aunque la fe en Nuestro Señor nos mantiene en pie, necesitamos una palabra de la Iglesia que nos ayude a seguir” (De Madres de Plaza de Mayo a Laghi).

“Monseñor, usted prometió al reverendo padre Arrupe ocuparse de nuestro doloroso caso a su regreso a Buenos Aires; es decir que en 8 meses no ha hecho una sola gestión concreta a favor de alguien, que usted sabe en conciencia que es absolutamente inocente, y que ya no sabemos si está vivo o muerto. Usted no fue capaz de enfrentar y comprometer su autoridad para lograr el más mínimo indicio de su paradero, dándose por cumplido con unas líneas frías y vergonzosas a través de un secretario” (De M.F. de B. a Primatesta).

A continuación, dos ejemplos de la respuesta de Primatesta a una de las tantas cartas recibidas:

“Comparto su dolor y lo comparto sinceramente. Ello no significa lamentablemente que tengamos posibilidades de revertir situaciones ni de procurar noticias tan ansiadas por no pocas familias. No tenemos la posibilidad de provocar decisiones, que responden a veces a mecanismos que tampoco son conocidos por nosotros” (De Primatesta a M.A.).

“He recibido su carta y ante mí no tiene que disculparse, ya que comprendo perfectamente que usted quiere comunicar su angustia y dolor. Mi pena es no tener modo de procurarle el alivio que usted busca; es decir, noticias sobre su hija, pero ya le decía yo, los obispos carecemos de medios efectivos para obtener esas informaciones tan ansiadas” (De Primatesta a A.S. de C.).

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