Las divisiones estuvieron a punto de hacer naufragar el experimento de meter en una bolsa a todos los que se oponen al kirchnerismo. No es sencillo enfrentar al presidente del PJ y a la enorme caja del Estado. Las “locuras” de De Narváez y la lectura de Solá. Y las ilusiones del periodismo opositor.
Finalmente, el diputado nacional Francisco de Narváez debió salir a desmentir una versión muy fuerte que circulaba en los medios y en la política: dijo que descartaba presentarse ante la Justicia electoral (pensaba hacerlo ante el juez de La Plata, Manuel Blanco) para que definiera si podía ser candidato a presidente.
El “detalle” legal es que la Constitución advierte que el candidato a Presidente deber haber nacido en el país, pero nada dice acerca de aquellos que desean ser sólo precandidatos. ¿El objetivo de esta jugada en apariencia infantil?: con el voto favorable de un juez y después de haber conseguido la Gobernación bonaerense, De Narváez podría presionar aún más a los jueces de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ante esos dos hechos -el antecedente legal y el político- tendrían menos posibilidades de rechazar de plano una futura presentación, tal como hoy ocurre.
Sin embargo, la presión de sus socios del Peronismo Federal para que De Narváez desistiera de su intento, aunque consiguió el objetivo dejó un saldo perturbador para adelante: De Narváez insiste en tomar decisiones inexplicables para Eduardo Duhalde pero que tienden a dividir a ese espacio, que encima no tiene un candidato cantado para las presidenciales de 2011 ante la definitiva defección del senador Carlos Reutemann.
La última reunión, esta semana, en el hotel NH City sirvió para poco más que una foto de color unitario. Después de una semana plagada de versiones ominosas, Duhalde, Alberto Rodríguez Saá, Felipe Solá y Mario Das Neves, los cuatro “presidenciables” del peronismo disidente, se pusieron de acuerdo en llegar a una primaria en unidad el 14 de agosto de 2011. A la reunión celebrada el pasado viernes se sumaron Reutemann, Juan Carlos Romero, Adolfo Rodríguez Saá y Ramón Puerta, quienes serán los “coordinadores” del espacio. Los cuatro precandidatos llegaron a un acuerdo clave: evitar los ataques entre ellos en una suerte de “cese al fuego” de una interna que día a día no paraba de caldearse. Y, más importante, definieron que ninguno competirá dentro de la interna del Partido Justicialista que preside Néstor Kirchner.
De Narváez se vio obligado a jugar en una segunda división, algo que su ego detesta porque considera que si la ley se lo permitiera sería mucho mejor candidato que cualquiera de los cuatro aspirantes. Al único que respeta, por su imágen pública y el resultado en las encuestas, es a Reutemann, que se hartó en las semanas previas al encuentro del City de los “lances” del “Colorado”.
Para uno de los técnicos que trabaja con Solá, de cara al crucial comicio del año próximo se puede decir que una vez más “vamos hacia una elección en la que se vota para sacar (a Kirchner) y no para poner a alguien que encarne un cambio, lo que significa que se repite el esquema que viene desde el fin del menemismo”.
Para el mismo analista, la elección del 2011 se dirimirá entre cuatro actores: tres muy parejos como son el Gobierno, el Peronismo Federal y la UCR, y un cuarto alejado pero que incidirá: Pino Solanas. “Los tres primeros están en la franja de los 20 a los 30 puntos, y el cuarto tiene 8 pero es el que puede determinar entre quiénes será el balotaje (inevitable en este esquema) y, además, la mitad de esos 8 puntos en otras circunstancias serían votantes del kirchnerismo”.
La fuente consultada por Gaceta Mercantil coincidió con otra del entorno más cercano de Duhalde. “La elección que viene se define por el método del error: el que meta la pata se queda afuera”.
Fuentes inobjetables apuntan que Néstor y Cristina Kirchner compiten hoy por ver quién termina siendo el mejor posicionado para dar la batalla en octubre de 2011. El ex presidente, hasta la operación quirúrgica de ayer, mide en promedio 27 puntos pero tiene una importante imagen negativa. La actual presidente viene desde atrás pero está creciendo en aceptación. De cualquier modo, los alquimistas electorales aseguran hoy que cualquiera de los dos perdería indefectiblemente en una segunda vuelta. ¿A quién buscarían poner como candidato si en marzo verifican que la derrota es inevitable? Al incombustible Daniel Scioli. ¿Aceptará inmolarse el gobernador, cuando lo único que quiere es repetir? Parece improbable. En cualquier caso, frente a un fracaso no faltará el bonzo que se ofrezca si no tiene nada que ganar pero nada que perder (¿Aníbal Fernández?).
En un balotaje, Duhalde es el único que le cedería la posibilidad de un empate a Néstor. En cambio, Felipe o cualquiera de los radicales le ganarían. La clave para saber si los disidentes o los radicales serán segundos en primera vuelta es el papel que comienza a jugar Hugo Moyano, la última baza jugada para garantizarse movilización pero, también, la huída de los últimos sectores de clase media que podían seguir dentro del universo K. ¿A dónde irían esos votantes si imaginan a Ricardo Alfonsín o Julio Cobos gobernando con la CGT enfrente? Probablemente al Peronismo Federal, el único capaz de llevarse puesto a Moyano si un candidato peronista antiK llegara al poder.
Con este mapa, Solá se convenció de que tiene más posibilidades de ser presidente de lo que imaginaba y quedó al frente del operativo “disparen contra Duhalde”, que tiene la estructura pero no la opinión pública mienras que Felipe carece de estructura pero cree tener a favor -o no en contra- a la opinión pública. No obstante, según sus asesores es más fácil armar una estructura, sobre todo cuando se olfatea el poder, que mejorar la imagen ante el electorado. Habrá que ver.
Por lo pronto, las primeras expresiones de este reacomodamiento son las de Reutemann, que le dijo a Duhalde que no contara con él, y la de De Narváez, que dijo que puede ir con cualquiera menos con Duhalde.
Del lado del ex presidente interino aseguran que De Narváez le pidió a Duhalde, en un almuerzo celebrado en plena Exposición Rural, que lo acompañara a “caminar el Conurbano”. Según los duhaldistas, para enojo del “Colorado”, “Negro” le contestó: “Francisco, que yo soy bonaerense y peronista no le cabe duda a nadie. Y yo soy candidato a presidente. Vos tenés que caminar la provincia y convencer a la gente de esas dos cosas”.
De igual modo, a la hora de “contar porotos” es cierto que los intendentes del Conurbano serán fundamentales. Y no tan cierto que “el grupo de los Ocho” sea un bloque antikirchnerista, sin fisuras. No, al menos, por ahora.
Entre los “barones” del Gran Buenos Aires habría cuatro bloques: los KK (Ishií, Otacehe, West y Díaz Pérez); los otros (Sabbatella e Ivoskus); los que no van con los K porque los arrastraría a perder sus territorios (Bruera, de La Plata; Pulti, de Mar del Plata; Breitenstein, de Bahía Blanca; Posse, de San Isidro; y Pérez, de Vicente López); y por último, los que están orejeando las cartas para ver de qué lado quedan (Massa es uno de ellos).
Este panorama muestra que no es tan fácil “ordenar” una huída en masa de las filas K, como pretenden algunos columnistas muy voluntaristas y opositores, ni siquiera de aquellos que nunca lo fueron de manera ostensible pero siguen dependiendo en buena medida de la obra pública y los fondos que con discrecionalidad manan del ministerio de Planificación. Aunque en los últimos tiempos, a cuentagotas.