Argentina y el Fondo Monetario Internacional coinciden en un punto clave, y quizá el único, que los separa de los analistas privados. Tanto el Ministerio de Economía como el FMI aún creen en que en 2022 la inflación puede ser de dos dígitos, evitando quebrar la frontera tan técnica como psicológica del 100%. Los cálculos que el oficialismo mantiene activos desde septiembre son que el acumulado mensual permite sostener a ese nivel, con la presunción de que en noviembre se sostendrá por debajo del 6%; eventualmente cerca incluso del 5,5%. Si en diciembre, mes siempre complicado, la tendencia se puede mantener controlada, el 98% tope es aún posible.
En la visión coinciden los hombres y mujeres de Sergio Massa y de Miguel Pesce, juntos o separados. Para las dos dependencias públicas no es un dato menor. Vienen observando, especialmente el Central, que el alza esperada de todas las consultoras y bancos privados se acomodan bastante por arriba del 100%. Incluso apostando por un incremento superior al 110%. Sin embargo, desde las oficinas públicas, se toman en cuenta otros datos basados en la evolución de los precios desde agosto, los que (aún con incrementos importantes) vienen con presión a la baja.
Cerca del massismo afirman que para que la proyección se haga realidad, debería hacer lo suyo el plan Precios Justos y contenerse con ese instrumento los precios de los alimentos y bebidas del último mes del año, cuando las presiones de las fiestas y los cierres de ejercicios siempre tienden a elevar el porcentaje final. La creencia de Hacienda es que el nivel de suba de precios de 7% mensual en el tercer trimestre (especialmente en alimentos y bebidas) se debió más a un shock especulativo sobre la evolución monetaria y cambiaria que a un reflejo serio de la realidad de la estructura de precios.
Reconocen, además, que no ayudaron las circunstancias políticas dentro del oficialismo a partir de la renuncia de Martín Guzmán y las tres semanas de intento de gestión de Silvina Batakis; días bombardeados por la interna del oficialismo que casi lleva al país a una corrida terminal, reconocida por el propio ministro de Economía y su número dos Gabriel Rubinstein.
La llegada de Massa, por el contrario, logró cierta estabilidad en los frentes fiscal, monetario y, especialmente, cambiario, con lo que los 2 puntos porcentuales que obedecen a cuestiones meramente especulativas deberían ceder.