Hace mucho tiempo (incluso desde antes de que se disparara la guerra con el campo), dos polos de interpretación periodística fueron fraguando en el horno político que alimentó el ex presidente. Si el proyecto que planteó ante el Grupo Calafate era dividir claramente al país entre los que apostaban a un modelo de centroderecha y los que, como él, lo hacían a favor de un sesgo progresista, debemos decir que Kirchner lo logró con creces. Ahora, a leer los reflejos periodísticos de esta antinomia.
El análisis político del contenido de los principales diarios de alcance nacional muestra dos líneas claramente definidas: la que busca “dar vuelta” la página de la “pesadilla” que significó la omnipresencia de Néstor Kirchner en la escena local, y aspira a llevar a la Presidente hacia un horizonte preciso y declinante a finales de 2011 bajo la capa de la “oportunidad” histórica que enfrenta como para apacigüar los ánimos; y la que sostiene -y espera- que Cristina Fernández de Kirchner se lanzará a profundizar el rumbo ya trazado con su esposo desde la derrota electoral del 28 de junio de 2009. Probablemente nunca como ahora, las líneas editoriales de los medios han reflejado con tanta claridad la confrontación de dos modelos antagónicos.
La línea editorial de “La Nación” está claramente dirigida a impulsar, alentar y sobre todo desear que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tome la decisión de dejar el poder el 10 de diciembre de 2011. “Muerto Kirchner debería desaparecer el kirchnerismo”, pareciera que es lema (Cualquier similitud con el pasado no es pura coincidencia. NdR).
El diario, fundado por el general Bartolomé Mitre en 1865, plantea en su editorial la necesidad de que la Presidente inaugure en esta nueva etapa de su gestión y de su vida un perfil más conciliador, y sugiere que la fuerza para encarar esa tarea está dada por la masiva concurrencia al velorio de Néstor Kirechner. “Si el profundo dolor de muchos ha unido en el recogimiento a todo un país, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner podría aprovechar esta oportunidad para consolidar la concordia que debería reinar en la Argentina”.
Más adelante, el artículo editorial advierte a la mandataria que debe atender a la voz de los mercados, que reaccionaron con euforia ante la muerte de Kirchner. “Al mismo tiempo, el mundo espera de la Argentina niveles de seguridad jurídica y de calidad de sus instituciones que los argentinos no hemos sabido garantizar. La llamativa alza de los activos financieros de nuestro país en los días posteriores al fallecimiento del ex presidente Kirchner nos está dando a entender que los problemas que nos inhiben de contar con un flujo de inversiones del nivel que sería deseable son de naturaleza política”.
(Los mercados llevaron la acción del Grupo Clarín un 49% arriba apenas se supo de la muerte de Kirchner. Y bajaron 70 puntos el riesgo-país. Nunca las bolsas fueron fuente de toda razón y justicia.)
El principal analista del diario, Joaquín Morales Solá, sigue aquella línea. Kirchner, apunta, “cooptó intendente por intendente en el rebelde y áspero conurbano, pero ni siquiera les explicó a ellos qué es lo que quería hacer con ese poder. Tampoco se lo preguntaron. Eran los gobernadores e intendentes los que arrastraban voluntades: ¿cuánto de kirchnerismo había entre esos seguidores?”, plantea, en una afirmación temeraria a la luz de la multitudinaria despedida del ex presidente; una mirada escéptica sobre la durabilidad de la esfervescencia generada por el culto a la muerte, no exenta de los propios deseos conscientes del columnista, quien más adelante conjetura más que anuncia, aunque citando fuentes peronistas, de las movidas para una reunificación del PJ, eventualmente detrás de las figuras o de Carlos Reutemann o de Daniel Scioli (¡Jamás de Cristina!).
Mariano Grondona volvió a dar franco a los pensadores griegos pero plantea, también con la carga de sus propios deseos: “Es verdad que, gracias a la emoción que hoy embarga a tantos argentinos, Cristina subirá sin duda en las encuestas. ¿Pero cuánto durará este clima favorable? ¿Algunas semanas? Probablamente. ¿Un año? Difícilmente. Lo más sensato sería entonces aconsejar a la Presidenta para que, aprovechando el calor de la simpatía popular que ahora la rodea, cimiente gradualmente su menor poder mediante un diálogo constructivo con los opositores. ¿O puede olvidarse acaso que, en las elecciones del año pasado, tres de cada cuatro argentinos le dieron la espalda al kirchnerismo?”
(Tampoco debería desdeñar, Mariano, el impacto de una tragedia personal en el devenir de los sucesos políticos. ¿Acaso no “colaboró” con la reelección de Carlos Menem el fallecimiento de su hijo, Junior? ¿Sólo se trata de medir con precisión los plazos?: Carlitos Menem se mató el 15 de mayo de 1995, cinco meses antes de los comicios generales. La verdad es que, nos parece, entrarán en juego también otros factores.)
Más adelante Morales Solá plantea que con la muerte de Kirchner se termina de consolidar la república democrática porque se rompió el “mecanismo dinástico de la alternancia conyugal” en la Presidencia. En el mejor de los casos para Cristina, dice, si consiguiera ser reelecta se tendría que ir en 2015. Pero a la vez pone en duda esta posibilidad y, de hecho, hasta la incita a que imite a la chilena Michelle Bachelet y se retire dentro de un año con todos los honores.
“La Nación” también publica una columna del economista Carlos Melconián que desde el título plantea sin vueltas: “Una transición digna, el mejor escenario posible”.
“Clarín”, con más sutileza, se imagina/desea también un escenario en el que no avizora a Cristina Fernández de Kirchner más allá de 2011, aunque no lo dice expresamente.
El secretario general de redacción, Ricardo Kirschbaum, anticipa un escenario de confrontación interna en el PJ en el que estarán los “cristinistas” planteando radicalizar posturas y otros dirigentes de peso alentando un acercamiento con los peronistas disidentes.
“La cercanía relativa de las elecciones de 2011 libera otras fuerzas y transparenta ambiciones. Esa dinámica influirá mucho sobre las decisiones que se adopten”, añade. “Así como Néstor hizo posible, en un momento, la coexistencia del peronismo tradicional con las fuerzas nuevas que se agregaron al kirchnerismo, la situación actual es diferente. La sola mención de la candidatura de Scioli había desatado una muy fuerte ofensiva para neutralizarla de parte de Moyano, el principal enemigo del gobernador bonaerense; de los gobernadores que respondían a Kirchner, y, sobre todo, de los sectores de izquierda y grupos juveniles. De cómo se componga la argamasa del nuevo poder dependerá el futuro del oficialismo”, concluye Kirschbaum.
El analista político de “Clarín”, Eduardo van der Kooy, plantea el interrogante de si podrá la Presidente lidiar con el rol de armador que ejercía Kirchner y recupera de la memoria una frase que habría pronunciado el ex jefe del gobierno español Felipe González, cuando se enteró en 2007 de que Kirchner transferiría la Presidencia a su esposa: “¿Cómo será eso? El poder puede transferirse pero la autoridad no”.
A partir de esto plantea que mañana Cristina retomará la función con el mismo poder que tenía hasta el momento, pero sin la autoridad que ejercía su marido.
En este marco desliza el dato del llamado de Cristina al embajador en Madrid, Carlos Bettini, “un viejo amigo suyo”, dice, aunque no aclara que es una persona que ha sonado varias veces como ministeriable. Bettini acompañó a la Presidente en todo momento y se lo vio, fugazmente, en el “Salón de los Patriotas Latinoamericanos”.
También consigna Van del Kooy que Máximo Kirchner “podría crecer en influencia”.
Perp Página/12 marca la diferencia con una frase textual de Cristina Fernández de Kirchner a Horacio Verbitsky, en un breve cruce tras el sepelio: “No vamos a cambiar justo ahora”, le dijo la Presidente al columnista y titular del CELS. Verbitsky cuenta en una extensa nota detalles íntimos del sepelio en Río Gallegos y, al final, contextualiza la frase con la que fuerza el título. Cuenta que tras despedir a Hugo Chávez en el aeropuerto local la Presidente le dijo: “Viste, somos peronistas. Siempre andamos en medio del pueblo y el tumulto. No vamos a cambiar justo ahora”. El experimentado periodista relata que la frase fue dicha “con una tenue sonrisa y con una entonación endulzada por el dolor y el cansancio”. Y se pregunta, para rematar: “¿Quién que la conozca y no la subestime puede esperar otra cosa?”