La decisión del presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio “Chiqui” Tapia, de rebautizar el predio de Ezeiza con el nombre de “Lionel Andrés Messi”, en homenaje al capitán del Selección campeona mundial en Qatar 2022, es también un gesto para los 130 años de historia de la entidad madre del fútbol local: Julio Grondona “ya fue”.
“Todo pasa” decía el mítico anillo que usaba el máximo dirigente en la historia del fútbol argentino. Aquel que pasó de jugador amateur de Arsenal y ferretero de Sarandí a ser la mente estratega detrás de Joao Havelange y Joseph Blatter en la FIFA, la entidad deportiva multinacional más importante del planeta.
Criticado por su personalísimo manejo de la AFA entre 1979 y 2014, cuando solo la muerte lo sacó del sillón de la calle Viamonte, cuestionado en todas las canchas por todas las hinchadas -excepto la de Arsenal, claro-, criticado por algunos dirigentes en los micrófonos pero acatando sin chistar sus decisiones en las reuniones de Comité Ejecutivo, tesorero del producto mundial fútbol sin hablar otro idioma que el del Conurbano, Julio Grondona fue el modelo de dirigente deportivo -porque esa forma de manejarse se replicó en otras federaciones deportivas argentinas-, para bien y para mal, con el que se formaron todos los que llevan las riendas de alguna actividad del sector en el país.
Grondona se transformó en “Don Julio” gracias al éxito y la importancia de Diego Maradona en el planeta durante las décadas del ’80 y el ’90. Su inigualable poder de negociación en los escritorios fue de la mano con la magia de Diego dentro de la cancha. Como un matrimonio, con peleas y disputas, ambos se necesitaron y usaron para escalar hasta la cima de cada uno de sus mundos. Y desde arriba de todo, mientras Maradona se metía en todas y cada una de las disputas que se le aparecían, Grondona le decía a sus rivales ocasionales y aliados circunstanciales que miraran su anillo que tenía escrito “todo pasa”.
Medio año antes del Mundial de Qatar, desde estas mismas líneas se advertía que Claudio Tapia estaba a una Copa del Mundo de convertirse en “Don Chiqui”. Así como Grondona aprovechó el envión maradoniano para meterse en la elite de la dirigencia futbolística mundial, el actual titular de la AFA se sube a la ola de la “Scaloneta” para pisar fuerte en la Conmebol y, por qué no, soñar con una silla importante en Zurich.
Para eso, empieza a reescribir la historia. Borra lo que la propia AFA decidió hace nueve años: inmortalizar al famoso “predio de Ezeiza” -como se lo conocía- como predio “Julio Grondona”. Tapia quita el nombre de Don Julio y le pone el de alguien que será ídolo indiscutido y que está en el pináculo de su popularidad: “predio Lionel Messi”. Nadie se opone. Como en aquellas reuniones que presidía Grondona, bajo cuyo mandato la Selección se instaló definitivamente como potencia mundial, construyó un predio de primer nivel internacional y hasta se armó un amistoso de apuro para que Messi jugara con la camiseta argentina y no se inclinara por la española en su adolescencia. Pero “todo pasa” y la “Scaloneta” arrasa con todo. Uno de sus más encumbrados representantes, Rodrigo De Paul, dijo hace semanas que la Selección de Lionel Scaloni es la mejor de la historia, por encima de la de César Luis Menotti en 1978 y la de Carlos Salvador Bilardo en 1986. La ventaja de la actualidad y la juventud de quienes no vivieron aquella historia juega a favor del novio de “Tini” Stoessel. Tal vez Grondona lo esté mirando desde algún lugar y, sabiendo las reglas que él impuso con su mano de hierro, sólo esté mascullando: “Y si… todo pasa”.