Las autoridades explicaron que ese robot conversacional no respeta la legislación sobre datos personales y carece de un sistema de verificación de edad de los usuarios menores.
Hablar de “inteligencia artificial” es un oxímoron. El colocar a las máquinas bondades antropológicas no solo es un error epistémico, sino que, por demás ridículo, cuando no mal intencionado, al querer arrebatarle al humano su incuestionable singularidad.