El titular de ANSES explica por qué es peligroso para la economía real que se avance en el 82% móvil.
Son períodos cercanos a los diez años. Es el tiempo promedio en que la Argentina suele crujir económica y socialmente.
Crujió en la década de los ’80, en donde la mayoría de los indicadores económicos y sociales de América Latina registró un descenso significativo, especialmente en las tasas de crecimiento. Una baja de la producción, con salarios reales declinantes al ritmo del aumento de la inflación, eran arrastrados por una economía internacional complicada.
Los ’90, con un Estado reducido, significaron una bonanza parcial e intermedia que luego se revirtió con estancamiento, inflación y desempleo. La finalización de ese proceso tuvo como corolario la crisis del 2001 y el estallido no sólo de la economía sino de la pobreza y la marginalidad en uno de los períodos más brutales vividos en el país.
Luego empieza un lento proceso de crecimiento y un mundo que se expandía ayudaba a crecer internamente. Con ese crecimiento sin igual, Argentina empezó un progresivo recupero de los indicadores sociales. La pobreza se achicó, pero mucho más la indigencia.
Se inicia un período de una relativa inclusión con algunos hitos sociales como la incorporación de más de 2.350.000 nuevos jubilados y la sanción de la ley de movilidad jubilatoria que posibilitó romper con la meseta de la retribución mínima de los 150 pesos desde agosto de 1991. De hecho, en marzo de 2009 el aumento fue de 11,66%, en septiembre de 2009 de 7,34% y en marzo de 2010 del 8,21%, registrándose un 29,73% de aumento acumulado. Desde el 2003, el aumento de la jubilación mínima fue del 497%, con lo cual Argentina se ubicó entre los países de mayor cobertura jubilatoria a escala internacional y primero en América Latina.
Otro gran hito es la Asignación Universal por Hijo, referenciado como el mayor programa –en términos proporcionales- de transferencia de recursos a escala latinoamericana con el 0,9% del PBI y 3.700.000 beneficiarios, al tiempo que permite que 1,8 millones de personas salgan de la pobreza. Superó al Programa “Bolsa de Familia” de Brasil, cuya inversión equivale al 0,8% del PBI, y al programa “Oportunidades” en México, cuya inversión representa el 0,3% del PBI.
En medio de este proceso, la secuencia histórica de una crisis cada diez años era prácticamente un hecho por la magnitud de la crisis internacional que afectó al mundo desde finales del 2008 y especialmente en el 2009, crisis que todavía está devastando las economías europeas rompiendo –literalmente- los modelos de Estado de Bienestar.
Sin embargo, aún con un deterioro económico local prácticamente terminado, no hizo crujir a la Argentina como para desestabilizarla. Es más, es desde ese momento que se refuerza el proceso de inclusión social.
Y ahora se debate sobre la necesidad del 82% móvil para jubilados. Debatir la necesidad es una zoncera cuando se sabe que es algo indispensable. Lo que no se debate en cambio es la oportunidad y la responsabilidad de ir hacia esa medida sin afectar la economía real, no sólo las finanzas.
Algunos plantean que liquidar los fondos que antes eran de las AFJP y ahora son de todos los argentinos es una solución. Es curioso, el mundo se contrae y algunos quieren que Argentina haga magia financiera dilapidando los recursos. Las consecuencias pueden ir desde la pérdida acelerada de valor de las acciones, la reentrada de capitales especuladores, el freno de la inversión de esos fondos hasta el descontrol del ritmo inflacionario.
Pero no sólo eso, sino que, además, liquidar el fondo alcanzaría para menos de un año de erogación del aumento previsto, justo en momentos en donde nuestro país tiene la relación aportante-beneficiario más baja de su sistema previsional, ubicada en 1,5. Por ejemplo, cuando Raúl Alfonsín declaró la emergencia previsional por la imposibilidad de aplicar el 82% móvil, era de 1,9.
Cada paso que se avance para restablecer la dignidad básica de cada argentino será bienvenida, pero además siempre será poco lo que se avance. Sin embargo, cada planteo especulativo, oportunista y poco riguroso, convierte a lo poco en peligroso. Es uno de esos peligros que cada diez años hacen crujir a la Argentina.
* titular de la ANSES