Por Daniel Casas *
El lector sabrá disculpar el uso satírico del título de una película para aludir a un muerto trascendental, pero este texto no apunta a la persona del ex presidente Néstor Kirchner sino al tratamiento que le dieron a su deceso los medios a los que el Gobierno les declaró la guerra.
Las radios y los canales de TV, incluidos los del Grupo Clarín (TN y El Trece) abundaron en frases solemnes y música de tono funesto, pero la parábola más notoria ha sido la del diario “La Nación”. Incluso más que el propio “Clarín”, cuyo CEO, Héctor Magnetto, fue virtualmente declarado como el enemigo público número uno por el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Decididamente sorprendidos y abrumados por el mayoritariamente espontáneo respaldo popular que recibió la Presidente en estos días trágicos, que atravesó clases sociales y franjas etarias, los responsables de la línea editorial del diario dieron un giro para no quedar en falsa escuadra frente a la sociedad.
Así, en la edición “on line” de “La Nación” se puede ver un suplemento multimedia que despliega fotos, videos y textos de la vida política de Kirchner bajo el enjundioso título “Con la política en la sangre”. Basta recorrer los editoriales de los últimos meses para comprender que hubo un cambio de percepción de la persona y su obra. Y ni que hablar si se lee el “dictátum” que firmara el entonces subdirector del matutino, José Claudio Escribano, a horas de que Kirchner resultara electo presidente sin segunda vuelta el 14 de mayo de 2003 (“Treinta y seis horas de un carnaval decadente”.).
“Clarín” también hizo el consabido “roll” de fotos, pero fueron mayoritariamente dedicadas a la gestión y, aunque sus columnistas tomaron debida nota del impacto que tuvo entre el común de la gente, los enfoques fueron más dedicados a analizar lo que vendrá que a ensalzar lo que pasó.
La galería fotográfica de “La Nación” que se despliega bajo ese título parece editada por una agencia de publicidad oficial. En la primera se ve un primer plano de las manos de la presidenta viuda acariciando el ataúd cubierto con la bandera argentina y los pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo y las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. La segunda muestra al matrimonio Kirchner mirándose a los ojos, con esa mirada cómplice que se cruzan las parejas, en medio de una risa franca. Luego aparece Néstor Kirchner con una mirada feliz, en el gesto de aplaudir, como devolviendo un saludo tras un acto que se presume multitudinario. La última muestra otra vez al matrimonio presidencial feliz, distendido, con el Glaciar Perito Moreno a sus espaldas.
En el interior hay que pasar varias fotos igualmente favorables y varios textos para llegar a uno más crítico, donde bajo el título “Números que no cierran” despliega la controversia sobre “las declaraciones patrimoniales del matrimonio Kirchner”.
El cuerpo del diario no le va en zaga. A diferencia de la línea general de los columnistas de otros matutinos, que optaron por intentos de dilucidar el futuro, en “La Nación” Carlos Reymundo Roberts tituló su columna “Más allá de todo, un líder, un jefe”. Allí, entre algunas críticas genéricas concluye en que “aún con todas sus aristas más polémicas y repulsivas, Néstor Kirchner era un líder popular, un jefe, un genio hasta para dirigentes que estaban en la vereda de enfrente y lo detestaban”. Una vez más, basta un ejercicio de memoria o un recorrido por las ediciones anteriores de este periódico para que el contraste de posturas se haga evidente.
La explicación del cambio tal vez se encuentre en la columna del secretario de redacción del diario de la familia Saguier, Jorge Fernández Díaz, quien con su habitual buena pluma logró sintetizar el concepto en una oración: “Tuvo que morir su líder máximo para que el kirchnerismo se materializara ante la opinión pública como un auténtico fenómeno de masas”.
Al final, tras una prolija enumeración de las pertenencias y no pertenencias de quienes asistieron al velatorio del ex presidente, el columnista concluye: “Esta gigantesca masa humana no representa ni al ‘pueblo’ ni a la ‘sociedad’ ni a la ‘gente’ ni a las ‘mayorías’, todos conceptos abstractos y manipulables. Pero tiene la elocuencia de un fenómeno social que no puede ser minimizado”. Se nota.
* Editor General de Gaceta Mercantil.