Chavez ganó. Chávez perdió

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Chávez ganó. Chávez perdió. Según qué se analice, qué cuentas se miren y a quién se escuche, las elecciones legislativas de ayer en Venezuela fueron para el presidente bolivariano un importante triunfo y una notable derrota. Y, de alguna manera, los dos enfoques tienen algo de razón. Es que desde enero, cuando asuma la nueva Asamblea Nacional salida de los comicios del domingo, el país ya no será el mismo. Por partes.

El oficialismo celebró el triunfo porque lo deja con una cómoda mayoría en el futuro Parlamento, aunque lejos de los dos tercios que pretendía. Tendrá que negociar, discutir, sí, con una oposición nueva, pero al cabo tiene una mayoría nada apretada y suficiente para imponer casi todos sus proyectos, salvo aquellos para los que la Constitución exige números especiales de votos. El triunfo, en boca de la dirigencia “roja-rojita”, alcanza para “profundizar el proceso revolucionario”.

Pero la victoria también es tal porque el mandatario logró sortear no pocos factores que podían hacer peligrar el desempeño del oficialismo. No sólo el desgaste lógico de once años y medio de gestión -¿cuántos gobernantes saldrían indemnes?-, sino también algunos obstáculos coyunturales: una criminalidad que es tema de discusión cotidiana en los bares y el Metro, un estancamiento económico que empieza a sentirse y denuncias de corrupción que la oposición usó sin reservas.

Y hay más. En la cuenta del haber del desempeño del chavismo debe anotarse también que, al cabo, el PSUV ratificó su condición de primera fuerza con una envidiable capacidad de movilización, capaz de enfrentar a una alianza de veinte organizaciones. Y que la figura de Chávez despierta, del mismo modo que odios irreversibles, una adhesión que está intacta y que lo deja en la línea de largada para el 2012. Él mismo lo dejó en claro en algunos actos, cuando habló de las elecciones como un “precalentamiento” para la próxima pulseada presidencial.

Pero Chávez también perdió. ¿Por qué?, porque ya no tendrá una Asamblea a gusto y placer como la que lo escolta desde el 2005 sino una con una atendible bancada opositora de alrededor de 60 plazas. Porque no alcanzó los dos tercios que él mismo puso como objetivo, y no lo logró siquiera con todo el aparato del Estado jugando a su favor y con una reforma al sistema electoral que pareció acomodada a los deseos del oficialismo porque hace valer distinto cada voto, según en qué distrito y Estado sea.

Perdió, también, porque le mostró a la oposición, seguramente sin quererlo, que puede pelearle en las urnas el poder mismo, aunque la Mesa de Unidad Democrática (MUD) tendrá algunas tareas pendientes. Primero, exhibir cierta solvencia y despejar las especulaciones acerca de que sus integrantes se movieron bajo el precepto borgeano de unirse no por amor, sino por espanto. Después, articular un trabajo legislativo que no los convierta en simples protestantes. Y luego, pulir mecanismos internos que le permitan llegar al 2012 con un candidato aceptado por todos y, básicamente, capaz de pararse en el ring frente a un peso pesado como el comandante bolivariano.

Quedan dos años, dos meses y 4 días hasta el final del mandato de Chávez, al menos hasta la conclusión de este período. Mucho antes se podrá saber si el presidente ganó o perdió. Por lo pronto, en Caracas todavía festejan unos y otros.

* Periodista

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