Las calificadoras de riesgo hace años que están en la picota. ¿Hay que creerles ahora, cuando dan buenas noticias? El riesgo-País en baja.
La calificadora de riesgo Standard and Poor’s agitó la semana financiera con el anuncio inesperado de la elevación de la nota de la deuda argentina, lo que ocurre a dos semanas de la Asamblea Anual del FMI en la que muchos todavía especulan con una sanción contra la Argentina por su negativa a aceptar las auditorías periódicas previstas en su artículo IV.
En función del importante crecimiento que le augura para este año, estimado en el 7%, S&P decidió elevar la nota de los bonos soberanos argentinos de B- a B, lo que supone el alejamiento de los pronósticos de cesación de pagos para los próximos meses, pero mantuvo al país en el nivel de Jamaica y de Bolivia, por debajo incluso de Venezuela.
El ministro de Economía, Amado Boudou, se cuidó de opinar por radio o TV o de formular un anuncio público, para no contradecir lo que Cristina Kirchner viene sosteniendo en todos los encuentros del G-20: que las calificadoras deben ser reguladas y su poder recortado, como incluso llegó a reclamar este año la ministra de Economía de Francia, Christine Lagarde.
De todas formas, Boudou sí accedió a dialogar con algunos editores de los principales diarios nacionales, ante quienes destacó que la decisión responde “a la solvencia fiscal” de la administración K.
En realidad, las calificadoras ya habían subido la nota a los países vecinos en los últimos meses, dejando afuera a la Argentina. La propia S&P promovió de B a B+ a fines de agosto a los bonos paraguayos. Es decir, considera mejores que los argentinos a los papeles emitidos por un país que carece de red de gas natural y que bate récords regionales en índices de analfabetismo y desnutrición infantil.
A principios de este mes, S&P también subió la nota uruguaya de BB- a BB, es decir, a dos puestos del ansiado grado de inversión (“investement grade”), el “cuadro de honor” del mundo de las finanzas. Brasil y Chile ya pertenecen a ese selecto club, para envidia de muchos economistas (y funcionarios, aunque no lo digan) locales.
La suba de la calificación le sirve a Boudou para sumar puntos en la interna desatada en el Gabinete –y alentada por Néstor- por las candidaturas en la Ciudad y en la Provincia el año próximo. Si el ministro consiguiera colocar deuda en el mercado a tasas de un dígito este año, como prometió que haría tras el canje de la deuda para los “holdouts” de 2005, quedaría casi en condiciones de elegir su destino.
Para las empresas grandes y los bancos, la suba representa un abaratamiento inmediato del financiamiento que obtienen tanto a nivel local como internacional. Esto es porque, pese a las protestas de Cristina en los foros internacionales, la calificación del país de origen sigue pesando en el acceso al dinero de una empresa con sede en él. Y porque los propios entes reguladores (en Argentina, la Comisión Nacional de Valores) siguen dando importancia a la opinión de las calificadoras a la hora de habilitar una emisión. Es decir, porque siguen siendo una especie de “Veraz” a gran escala, sin que nadie discuta su ya poco merecido lugar de jueces.