Samuel P. Huntington terminó de escribir su célebre tratado, ya un clásico en las relaciones internacionales, a mediados de los \’90. Se impone una relectura.
\”El choque de civilizaciones dominará la política a escala mundial; las líneas divisorias entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro\”. Ésta podría ser la línea que sintetiza lo que Huntington nos propone como tesis, pero los críticos de \”Choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial\” se quedaron en esto. Este intelectual orgánico del establishment estadounidense advierte, con perspicacia, que Occidente en general -y EE.UU. en particular- ha alcanzado su cenit como civilización y que es hora de ponerse a trabajar para evitar su decadencia (o ralentizarla). Occidente no debe pretender \”occidentalizar\” a las otras civilizaciones, la ortodoxa, la sínica y la musulmana, sino sostener su originalidad, lo que la hace diferente y la llevó al lugar de preponderancia que hoy tiene.
Leer \”El choque…\” (Paidós, Estado y Sociedad) hoy, en 2010, permite el estéril ejercicio posfáctico de verificar en qué acertó Huntington y en qué no. De igual modo, los lectores se encontrarán con más de una sorpresa.