El acto en Gobierno por Papel Prensa no contó con la presencia de empresarios importantes. Los cruces del Gobierno con AEA y la UIA, y una percepción de que los K se están aislando, hicieron el resto.
Fue el primer desplante masivo del establishment al matrimoio Kirchner. Siempre preocupados por mostrarlos en primera fila de cualquier anuncio, Néstor y Cristina debieron soportar hoy que los empresarios brillaran por su ausencia en el acto donde se presentó el informe oficial sobre Papel Prensa, que desembocará en un golpe judicial al corazón del Grupo Clarín.
Aunque intentaron un acercamiento a último momento, en el Gobierno ahora preparan la venganza: no neutralizarán la presión de Pablo Moyano sobre Techint y amenazarán solapadamente con retirar protecciones e incentivos a los industriales que los desairaron.
El puñado de hombres de negocios que se dejó ver en la Rosada lo hizo a contrapelo de la voluntad de sus colegas. La excepción fue Sergio Szpolski, dueño de medios afines al kirchnerismo, exultante entre los funcionarios presentes. Tampoco dudó en ir el jefe de CAME, Osvaldo Cornide, con poco ascendiente en el empresariado y siempre dispuesto a atender los llamados del poder de turno (O de Mohamed Alí Seineldín, en un pasado no tan remoto).
Pero las representaciones fueron sectoriales: presidentes y gerentes de cámaras gremiales dieron el sí para “cubrir” a sus socios con nombre y apellido, en especial a los prominentes.
Sin embargo, una hora antes de la cita, la UIA avisó que su Comité Ejecutivo había decidido “por unanimidad” pegar el “faltazo”. Aunque igual acudieron dos dirigentes fabriles que aparecieron a título personal: Juan Carlos Lascurain, ex titular de la UIA y actual jefe de ADIMRA, y Guillermo Moretti, representante de Santa Fe y del ala “progresista” de la central.
Carlos de la Vega (Cámara de Comercio), Sebastián Bagó (Laboratorios) y Ángelo Calcaterra (contratistas de la construcción) completaron la escueta lista. Una lista mucho más modesta que la de la foto con Héctor Magnetto (Clarín) que tanto irritó a la Rosada hace dos semanas. Y que los funcionarios encargados de la invitación intentaron igualar sin éxito.
El Gobierno intentó, primero, intimidar y presionar a los empresarios para que fueran. “Te quiero con la misma corbata que te pusiste el día de Magnetto”, denunció alguno –off the record- que le dijo Guillermo Moreno a la hora de convocarlos.
Después intentó seducirlos. Así leyeron varios hombres de negocios la conciliación obligatoria que dictó el Ministerio de Trabajo durante la tarde del martes en el bloqueo que mantienen los camioneros de Moyano en torno a las plantas de Siderar, en reclamo del blanqueo de los choferes tercerizados que mantiene la siderúrgica de Techint.
El gesto no alcanzó. Paolo Rocca ya tenía la decisión tomada de no asistir y de vaciar el acto lo más posible. Después quedó claro que Magnetto y Rocca mantienen la misma excelente sintonía que cuando ambos negociaban con Eduardo Duhalde la política económica de 2002. La presión de Techint llegó al punto de evitar que acuda al llamado presidencial José Ignacio de Mendiguren, uno de los más “K” del Comité Ejecutivo de la UIA.
Ahora el kirchnerismo piensa hacer tronar el escarmiento. Amado Boudou lo advirtió en La Plata, al atacar a los empresarios que “buscan sacar una ventaja mal habida”. Las señales seguirán llegando de la ministra de Industria, Débora Giorgi, quien podría morigerar algunas de las ventajas de las que gozan los dueños de fábricas nacionales.
Al fin y al cabo, si los empresarios habían bajado la cabeza ante ataques como los que sufrieron años atrás Alfredo Coto y la petrolera Shell era para no sacrificar los jugosos negocios que venían haciendo. Los mismos negocios que garantiza aún hoy una economía que crece fuerte. La diferencia es que, ahora, muchos ejecutivos creen ver en el horzonte vientos políticos de cambio.