Este lunes finalizan los diez días de duelo nacional y las exequias de la reina Isabel II con unos imponentes funerales de Estado en el Reino Unido que además es una impactante exhibición de poder con la mayor reunión de líderes mundiales en varios años.
El presidente estadounidense, Joe Biden, y otros dignatarios llegaron a Londres, capital del Reino Unido, para el funeral, al que fueron invitados unos 500 miembros de la realeza, jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo.
Por la Argentina, el máximo representante es el embajador en el Reino Unido, Javier Figueroa, quien presentó sus respetos ante el féretro de Isabel II y expresó “las más sinceras condolencias” por su muerte.
El lunes fue feriado en el Reino Unido, y el funeral fue transmitido a una enorme audiencia televisiva y proyectado a las multitudes en parques y espacios públicos de todo el país.
La trascendencia de la monarca que más tiempo reinó el Reino Unido se evidencia en la lista de asistentes a unas exequias como no se veían en Londres desde la muerte, en 1965, de Winston Churchill, que lideró al país durante la Segunda Guerra Mundial.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, llegó el sábado por la noche junto a su esposa Jill, igual que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, que se reunió el fin de semana con el rey Carlos III y otros representantes de la Commonwealth.
Biden y sus pares de Francia, Emmanuel Macron, y Brasil, Jair Bolsonaro, los monarcas de España, Suecia, Noruega, Luxemburgo, Mónaco, Bélgica u Holanda, o el emperador japonés Naruhito, estuvieron entre los invitados al funeral.
El padre de Felipe VI de España, Juan Carlos I, que estaba en Londres para los funerales, no acompañó a su hijo en la capilla ardiente, pues están distanciados por un escándalo sobre la fortuna del rey emérito que puso en apuros a la corona española.
Los funerales arrancaron con el traslado del féretro de la reina desde la capilla ardiente instalada en el Parlamento británico, en la sala Westminster, a la cercana abadía del mismo nombre.
Luego empezó el servicio fúnebre oficiado por el deán de Westminster, David Hoyle, y con un sermón de Justin Welby, líder de la Iglesia Anglicana, de la que el rey de Inglaterra es cabeza desde la ruptura con el Vaticano en el siglo XVI.
Tras el servicio, el féretro de Isabel II recorrió en un afuste tirado por marineros las calles de Londres hasta el arco de Wellington, en Hyde Park Corner, en un cortejo en el que hubo aproximadamente un millón de personas.
Desde allí salió en coche hasta el castillo de Windsor, a unos 30 kilómetros, donde luego de un nuevo servicio fúnebre, más familiar, se procedió a su entierro, ya en privado.