Recordando a Julio Villalonga

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El pasado 14 de mayo murió Julio Villalonga, un gran periodista y, por sobre todo, un hombre bueno. Bondad que no le impedía encabritarse y sufrir ante la realidad nacional ya que, como buen argentino, le dolía la Patria.

A los 63 años nos dejó, luego de luchar y afrontar con dignidad y templanza la cruel enfermedad del cáncer, acompañado por sus mayores afectos, su mujer Nanu Zalazar -una de esas de las que habla el Evangelio como mujeres fuertes- y sus hijas Martina y Candela, de quienes siempre hacía referencia con honra y orgullo.

Julio fue un cabal periodista: investigador, editor, productor, conductor, caminando por la radio, la televisión y la prensa gráfica, dejando siempre su impronta a su paso. Fue, en sus años mozos, corresponsal de guerra por la agencia EFE, cubriendo, entre otros conflictos bélicos, el levantamiento en Chiapas, México y la guerra de independencia de Croacia. Escribió varios libros, entre los que resaltan “Relaciones Carnales. Historia de la Construcción y Destrucción del Misil Cóndor II” y “Gorriarán. Las Guerras de Inteligencia en América Latina”, en coautoría con Eduardo Barcelona y Juan Salinas, respectivamente.

Integró la Academia de Artes y Ciencias de la Comunicación y el Instituto Cultural Argentino Uruguayo (ICAU), país al cual quiso mucho, honrando la sangre Oriental que corría por sus venas.
Creó el Grupo Gaceta, dentro del cual destacó La Gaceta Mercantil, periódico digital del que fue su director, con la incondicional colaboración en los últimos meses de Juan Francisco Ruggieri, redactor en jefe.

Rescató la marca del mítico periódico que se editó en Buenos Aires entre 1823 y 1852, siendo en su segunda época, el diario más antiguo en circulación en el presente año, donde se cumplirán los doscientos años de su creación.

Por encima de los logros profesionales y periodísticos, Julio Villalonga fue honesto con su vocación y profesión, pagando muchas veces un precio muy alto por serlo, en un país donde la degradación no excluye a algunos periodistas.

Nunca aceptó la medianía, lo fatuo y las definiciones simplistas, tan habituales en una realidad chabacana y frívola que nos golpea día a día, y desde hace largo tiempo.

Creyente y amante de la libertad de expresión , la Gaceta fue un ejemplo claro de su negación al sectarismo, ya que en sus páginas de opinión publicó artículos de distintos autores de perfiles ideológicos muy diversos, que Julio podía compartir o no, a los cuáles sólo exigía contenido, información veraz y honestidad intelectual. Los artículos editoriales, surgidos de su propia pluma, cumplieron a su vez con estos requisitos que él sostenía, a pesar de molestar e incomodar a unos y otros.

Privilegió mucho los temas culturales y dentro de ellos a la Historia, maestra de vida, basada en hechos y no en relatos simplificados e impregnados de ideología.

Tuve el privilegio que me haya prologado uno de mis libros: “El León de África. La Epopeya Africana de von Lettow-Vorbeck”, donde en dos páginas resume la personalidad y cualidades del personaje biografiado. Su condición de editor y amplia cultura, le posibilitaban esos lujos.

En numerosos encuentros, donde discutíamos de política, intercambiábamos opiniones, no siempre coincidentes, pero nutridas y enriquecedoras sobre historia, arte, fútbol y situaciones personales, entre interminables temas. Un día le pregunté cómo me definiría y me respondió al instante: “Hispanista y una mezcla curiosa de conservador de orden y anarquista de derecha”, algo que provocó la carcajada de ambos, acercándose con bastante certeza a mis convicciones. Poseía la virtud de definir con una pincelada un concepto y una idea.

Amante del rugby, deporte que practicó en su juventud, solo era sobrepasado por su amor futbolero hacia el Club Atlético Vélez Sarsfield, del que era un apasionado hincha.

Amigo de los amigos, con la franqueza que lo caracterizó, siempre fue un incondicional de los afectos, donde la especulación o el interés nunca estuvieron presentes en su vida. Así fue como profesional del periodismo.

Desde estas líneas de La Gaceta, lo despedimos con dolor, recordando su mirada atenta y pícara, su sonrisa franca y su fino y agudo sentido del humor. Nos ha dejado un hombre bueno, partiendo hacia horizontes luminosos, con el ejemplo de la entereza con la que asumió su destino, ejemplo de vida.

Su recuerdo nos acompañará siempre a todos los que compartimos su amistad, hasta el reencuentro en la Paz del Señor.

Querido Julio, descansa en paz, que al extrañarte siempre estarás presente.

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