El movimiento ultraconservador dio la sorpresa en las elecciones parlamentarias de Estados Unidos. El interrogante es si podrá establecer una agenda de temas o será absorbido por los republicanos o por la propia Casa Blanca.
De la Redacción
Barack Obama sufrió hace dos semanas una dura derrota electoral en las elecciones parlamentarias de Estados Unidos y la mayor sorpresa fue la victoria del movimiento ultraconservador “Tea Party”, una facción del Partido Republicano que sacudió el escenario norteamericano y obliga al presidente a replantear su gobierno para los próximos dos años.
Impulsados por el lema de que la Casa Blanca está destruyendo la esencia del sistema norteamericano y atacando las libertades individuales de los ciudadanos, los líderes del “Tea Party” convirtieron la campaña en una cruzada por la recuperación de lo que ellos consideran son los valores originales de la Nación.
Responsabilidad asumida. Obama, quien en estos dos años como presidente de la mayor potencia del mundo perdió a un 30 por ciento de los votantes independientes que lo llevaron a la Casa Blanca en 2008, asumió inmediatamente la derrota y se adjudicó toda la responsabilidad, tras perder a manos de los republicanos el control de la Cámara de Representantes. Sin embargo, los demócratas ganaron los escaños suficientes para conservar su posición dominante en el Senado.
La situación económica y el alto nivel de desempleo, que roza el 10 por ciento y no baja, fueron las razones principales por la que el electorado le dio la espalda al Presidente y se inclinó por los opositores: el 86 por ciento de los votantes mencionó que la economía del país era su preocupación principal.
En estas elecciones, el hombre más poderoso del mundo fue incapaz de mantener el apoyo de los sectores que lo llevaron a la Presidencia: recibió un 12 por ciento menos de votos por parte de los hispanos, decepcionados por la falta de la prometida ley migratoria; los negros, algo distanciados por la falta de respuestas rápidas a sus problemas económicos, también participaron en menor propoporción; las mujeres, que hace dos años lo favorecieron por más de 10 puntos, dividieron ahora sus votos casi por igual entre el Gobierno y los republicanos; y los jóvenes se mostraron más alejados de la política.
“Probablemente hay un orgullo perverso en mi administración -y yo asumo la responsabilidad por ello-de que íbamos a hacer lo que había que hacer aunque fuese impopular a corto plazo”, admitió Obama en una entrevista con el diario “The New York Times” luego de la derrota.
Y frente al descontento de millones de estadounidenses apareció el “Tea Party”. El movimiento ultraconservador, que surgió como un apéndice del Partido Republicano, impulsó durante toda la campaña la reducción del déficit fiscal y una rebaja en los impuestos, aunque sin presentar una plataforma electoral concreta.Además, se mostró en contra del aborto, del matrimonio homosexual y de los inmigrantes, y a favor de trabajar duro para progresar en la vida, concentrarse en la familia, portar armas e ir a misa. Con declaraciones polémicas y un discurso centrado en la necesidad de volver a recuperar los “valores perdidos” en la sociedad norteamericana, lograron captar a millones de votantes decepcionados con Obama (Ver recuadro “El decálogo del Tea Party”).
El futuro de Obama. Los resultados de la elección, con una Cámara de Representantes bajo absoluto control de la oposición, hacen prever una parálisis legislativa que podría marcar el final del período reformista de Obama.
Pero los mismos republicanos se enfrentan a una encrucijada. Si consiguen anular a la administración central, el presidente enfrentaría serias dificultades para introducir las reformas que considera necesarias para sacar al país del estancamiento económico. Pero si se exceden en el obstruccionismo y exageran su radicalización en contra de los demócratas, es factible que los votantes se cansen de tanto fanatismo y decidan devolver el apoyo a un Obama decididamente moderado y conciliador.
La oposición legislativa puede golpear también a la administración central sobre su política exterior. Las estrategias adoptadas por la Casa Blanca en los asuntos más espinosos heredados de Bush son difíciles de desarrollar sin un consenso interno en el Parlamento. Esto podría llevar a que el pragmatismo recuperado por Barack Obama pueda dejar paso de nuevo a una política exterior fuertemente ideologizada.
El presidente de Estados Unidos cuenta con tiempo suficiente para reaccionar y aspirar a su reelección dentro de dos años. Lo que no es seguro, en cambio, es que disponga del suficiente margen político, según los analistas.
Las causas de una derrota. Obama llegó al poder impulsado por una ola de entusiasmo popular tan fervorosa como no se recuerda en la historia americana.
De la noche a la mañana, pasó de ser un desconocido político de Chicago a presidente de Estados Unidos, premio Nobel de la Paz y el hombre más poderoso de la Tierra.
Y fue precisamente esa conjunción lo que terminó marcando su carácter y definiendo su gestión. Obama se sintió capaz de todo: de abordar la reforma sanitaria en la que todos habían naufragado, de cortar las ambiciones de Wall Street o de abrir un ciclo progresista tan largo como el que el ex presidente Ronald Reagan inauguró para los conservadores.
Pero cuando aparecieron los primeros indicios de que el cambio prometido no fluía, Obama, convertido ya en una estrella mundial, se mantuvo en su política con una absoluta confianza en sí mismo y con la convicción de que los americanos terminarían entendiendo los cambios necesarios.
Esto fue, tal vez, el motivo inicial que lo llevó a perder popularidad entre sus votantes. Su sonrisa y su confianza, que primero lo mostraban como un líder seguro en sí mismo, terminó convirtiéndose en algo irritante para millones de estadounidenses, ahogados por su situación económica y sacudidos por el desempleo.
La sonrisa y la templanza de Obama se mantuvieron incluso en medio de la recesión, el cierre de fábricas y la desocupación en aumento. Y la imagen de líder seguro empezó a ver verse como la de un hombre arrogante.
El “Tea Party” aprovechó la situación y comenzó a criticar el intelectualismo de Obama -educado en Harvard- y de su administración -repleta de títulos de Ivy League- como una prueba de su separación con el país real.
Los analistas destacan que el intelectualismo de Obama es una garantía de su solvencia, pero también es motivo de una actitud excesivamente contemplativa ante los acontecimientos. Y esa personalidad se refleja en su política.
Una de las principales cuestiones que deberá corregir ahora Obama es su capacidad de acertar en las decisiones inmediatas. Y lograr transmitir a la población sus políticas y sus logros. Sólo así puede revertir la derrota y aspirar a seguir en la Casa Blanca.
Desafíos de los vencedores. La principal tarea que tendrán ahora los exponentes del “Tea Party” será dejar de ser un mero movimiento de marchas y protestas sin una plataforma electoral concreta, para convertirse en un partido político y establecer una agenda de temas puntuales que reclaman sus votantes.
Además, las mayores dudas en el escenario político norteamericano es si se mantendrá fiel a los principios del Partido Republicano o buscará generar una rama mucho más radical contra la administración Obama.
En ese sentido, un gran desafío que tendrá el movimiento será mantener su independencia y aspirar a ganar más terreno político en los próximos años, o ser absorbido por la poderosa maquinaria de Washington o por el propio Partido Republicano.
La lucha ahora será con un objetivo claro: la presidencia de Estados Unidos en 2012. Para ello, demócratas, republicanos y dirigentes del “Tea Party” deberán competir por lo mismo: capturar el voto de los independientes. Los mismos que dos años atrás le dieron la victoria a Obama y ahora se la quitaron mediante el voto castigo. Y aunque ese sector confesó en las encuestas preelectorales que no concordaban demasiado con los principios del “Tea Party” no tuvieron inconvenientes en votarlos para enviar un mensaje a la Casa Blanca.
Entre los representantes que asoman del movimiento surgirá el líder que encaminará al partido hacia las próximas presidenciales y, en los próximos dos años, será quien negocie con Obama.
Por eso, tras la victoria del “Tea Party”, no sólo los demócratas sino los propios republicanos deberán replantearse muchas cuestiones. Es que muchos analistas advierten que el propio “Tea Party” fue el responsable del fracaso republicano en algunos Estados clave para lograr también la mayoría en el Senado, como Nevada.
“Pese a ser difuso en su estructura y a menudo incoherente en su mensaje, el ‘Tea Party’ ha demostrado ser capaz de sacudir el orden establecido del Partido Republicano”, destacó “The Washington Post” en un análisis postelectoral.
El influyente diario recordó que los integrantes del movimiento no son los primeros “autodenominados revolucionarios” que logran llegar al Capitolio. “La verdadera cuestión es si lograrán cambiar el sistema o si será el sistema el que los cambie”, advirtió.
Un punto clave podría estar en lo que el “Post” considera la verdadera prueba de este grupo: “Está todavía por ver es si el “Tea Party” es un movimiento o un momento”. El tiempo dirimirá esta cuestión.
Las caras del “Tea Party”. “Esta noche, hay un maremoto del ‘Tea Party'”, proclamó en la medianoche del martes 2 Rand Paul, uno sus líderes más destacados del movimiento ultraconservador y vencedor en la carrera senatorial por Kentucky.
Paul es oftalmólogo, tiene 47 años y se autodefine como un “conservador constitucional”.En 2008 subió al estrado para dar un discurso en nombre de su padre, el congresista por Texas Ron Paul y candidato a la nominación del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de ese año. Ese día le tomó el gusto a la política y no paró hasta llegar al Capitolio.
“Tengo un mensaje alto y claro: ¡Hemos venido a recuperar nuestro gobierno!”, afirmó ante una multitud exultante en la noche de su victoria, y advirtió: “Los estadounidenses están descontentos con lo que está sucediendo en Washington”.
Es que el movimiento nació a principios del año pasado como una forma de protesta contra la Ley de Estabilización Económica de Urgencia que había firmado el ex presidente George W. Bush en 2008 y el paquete de estímulo fiscal firmado en 2009 por Barack Obama.
Con slogans en contra de la suba de impuestos y a favor de la reducción fiscal, lograron atraer a millones de estadounidenses descontentos.A partir de ese momento, las críticas tuvieron su rebote y las pequeñas protestas locales empezaron a extenderse por todo el país.
En abril de 2009 los simpatizantes del movimiento salieron a las calles en 750 ciudades estadounidenses y demostraron que podían aspirar a ocupar un lugar en el Capitolio.
La idea central era revivir el espíritu de una protesta que organizaron los revolucionarios estadounidenses en 1773, cuando se rebelaron contra los impuestos establecidos por la corona británica a la exportación de té destinado a las colonias de Norteamérica.Ese motín, llamado irónicamente la “Fiesta del té”, consistió en tirar al agua en el puerto de Boston las bolsas de té robadas por los rebeldes a los barcos británicos (Ver recuadro “El decálogo del Tea Party”).
“Estamos orgullosos, somos fuertes y hablamos alto. Y ya estamos cambiando la forma de debatir”, aseveró Paul. El flamante senador electo no dudó en definir el movimiento surgido en 2009 en una sola idea: “Se trata de la deuda. Es un movimiento preocupado de que estemos heredando y dejando en herencia a nuestros hijos y nietos esta deuda”. Además, advirtió que la corriente promueve “un castigo para ambos partidos”.
Una encuesta del diario “New York Times” sobre los simpatizantes del “Tea Party” afirmaba que se trataba de hombres republicanos, blancos y de mediana edad. También revelaba que su educación es superior a la media, que no tienen dificultades económicas y son profundamente pesimistas sobre la actual dirección del país.
Para el “Tea Party”, el gobierno de Barack Obama -con su millonario plan de estímulo a la economía y su aumento del déficit- es una especie de reencarnación moderna de la monarquía abusiva y derrochadora a la que enfrentaron en el siglo XVIII.
El otro gran triunfador de las elecciones de medio término es Marco Rubio, un hijo de cubanos de 39 años que fue electo senador por el estado de la Florida. “Nuestra nación va en la dirección equivocada y los dos partidos tienen la culpa”, acusó pocas horas después de su triunfo.
Además, prefirió no perder tiempo y salir de inmediato a diferenciarse de los republicanos: “Sería un grave error creer que los resultados (de la elección) suponen una aceptación del Partido Republicano. En realidad, significan una segunda oportunidad para que los republicanos sean lo que no hace tanto tiempo aseguraban que iban a ser”.Rubio, considerado ya como una de las grandes esperanzas republicanas para las elecciones presidenciales de 2012, anticipó que desde el Senado exigirá al Partido Republicano que “regrese a sus principios, a los que abrazaba hace no tanto tiempo”.
La sombra de Sarah Palin. Detrás de los triunfadores del “Tea Party” está la impronta de la polémica ex gobernadora de Alaska y ex candidata a vicepresidenta por el Partido Republicano, en 2008.
Palin nació en Idaho en 1964 y a los pocos meses su familia se instaló en Alaska, donde construyó toda su carrera política. Ultraconservadora, abogó por la abstinencia sexual en tre los jóvenes, y en plena campaña debió soportar que su hija soltera y adolescente quedase embarazada de su novio y luego cortase la relación.
Sin embargo, logró sortear ese “disgusto” y se constituyó en un valuarte del “Tea Party” en las elecciones parlamentarias, aunque ella no fue como candidata. Y fue la propia Palin la que cerró la convención previa a las elecciones con una cena de más de 350 dólares que incluyó langosta en el menú. Por esa cena, cobró 100.000 dólares, que dice que donará a “la causa”.
Tras las elecciones parlamentarias y el triunfo de la mayoría de sus candidatos, muchos republicanos creen que Palin se convertirá en la candidata natural del partido en las elecciones presidenciales del 2012.
No obstante, deberá enfrentar las aspiraciones del líder republicano en el Senado, Mitch Mcconnell; del flamante presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner; y del mismísimo George W. Bush..
Sin embargo, Bush afirmó en una conversación informal que Sarah Palin no está calificada para ser presidenta, según el “New York Daily News”.
Atracción de mujeres. Las mujeres fueron otro sector que desempeñó un papel decisivo en el “Tea Party”: de acuerdo con un sondeo reciente de Quinnipiac, el 55 por ciento de sus militantes son mujeres.
En un artículo publicado en la revista “Slate”, Hanna Rosin señaló que “de las ocho personas que constituyen el Consejo de Patriotas del Tea Party a cargo de la coordinación nacional del movimiento, seis son mujeres. Quince de las 25 coordinaciones estatales están en manos de mujeres”, agregó.
Hay muchas razones por las cuales este movimiento atrae a tantas mujeres. La profesora Kathleen Blee, autora de numerosos ensayos sobre las mujeres de derecha, señala que, en general, probablemente haya más mujeres religiosas de derecha que hombres religiosos de derecha, que los encuentros del “Tea Party” pueden atraer a más mujeres que no tienen un empleo remunerado y disponen de tiempo para asistir a ellos, y que el movimiento ultraconservador enfatiza la vulnerabilidad de las familias a toda clase de peligros del exterior.
Muchos de los hombres y mujeres que apoyan al “Tea Party” también pertenecen al movimiento Identidad Cristiana, un grupo de derecha que promueve ideas fundamentalistas sobre el aborto y la homosexualidad.
Las “mamás osas“. La mentora del apodo que identifica a las “tea-partistas” fue la propia Palin, quien comparó su ideal de madre norteamericana con las osas grizzlies.
“En Alaska siempre pienso en las mamás de oso grizzly, que se levantan sobre sus piernas cuando alguien se acerca a atacar a sus cachorros. ¿Creías que los pit Bulls eran feroces? Bueno, pues no deberías meterte con las mamás grizzlies”.
De este modo explicaba en mayo pasado la ex candidata a vicepresidente su ideal de madre estadounidense. Un modelo de progenitora que ella misma define como “una mujer con sentido común y con una identidad emergente, conservadora y feminista”.
El enigma por delante. Después de la victoria del 2 de noviembre, uno de los mayores enigmas que surge en la política norteamericana es cómo tratarán de imponer los “tea-partistas” sus proyectos, cómo influirán en la agenda de los republicanos más moderados y cómo será su relación con sus archienemigos demócratas.
Pero para ello los militantes del “Tea Party” deberían recordar la lección de 1994: ese año, durante el gobierno de Bill Clinton, el Partido Republicano recuperó el control del Congreso después de 40 años de la mano de Newt Gingrich, toda una estrella del ala ultraconservadora.
Sin embargo, las medidas extremas y antiestatales que llevó adelante Gingrich terminaron generan do un efecto rebote, y Clinton luego ganó sin problemas la reelección en 1996. Dependerá de Obama y de los republicanos que la historia se repita o se rectifique esta vez.