La Legislatura porteña reconoció a Oscar Muiño como personalidad destacada

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El periodista, abogado, docente y escritor Oscar Muiño fue declarado este martes personalidad destacada de la cultura por la Legislatura de la Ciudad, a propuesta del legislador (MC) Ariel Álvarez Palma, del bloque Evolución.

En los argumentos de su propuesta, Álvarez Palma señaló que su producción periodística y de historia “se asienta en la necesidad de terminar con los enfrentamientos y la búsqueda indispensable de acuerdos entre las fuerzas democráticas, la redistribución del ingreso a favor de los sectores populares y la defensa de la autonomía nacional frente a las grandes potencias”.

Muiño ocupó diversos cargos públicos desde la década del ochenta. En su carrera docente ha sido profesor titular de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en el Centro de Estudios Avanzados, profesor titular de Historia de los Medios de Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro y del Seminario de Historia de los Medios de Comunicación y Ética del Periodismo en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Además de dar cursos en diversas universidades nacionales y privadas de CABA y el interior del país, entre 2001 y 2014 fue profesor de Actualización en Periodismo Político en la Maestría en Periodismo y Medio Medios de Comunicación en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, en la sede porteña conjunta con la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires.

Luego de la Guerra de Malvinas, fue cofundador del diario Tiempo Argentino y secretario de redacción con responsabilidad sobre las áreas política argentina, política internacional y economía.

Columnista político del diario El Cronista Comercial sobre Política internacional y nacional y gerente de noticias Radio Rivadavia. Trabajó en la Revista Humor como Columnista sobre temas políticos y realizó la saga Conversaciones en la Chacarita, diálogos imaginarios entre Juan Perón y José María Gatica (veinte entregas), notas ideológicas y políticas (El proyecto posmoderno, La historia no ha muerto). En Radio Rivadavia fue columnista de Antonio Carrizo en La Vida y el canto, de Héctor Larrea (Rapidísimo), de Quique Pesoa (La Oreja de la Tarde, con Noticias de la Colonia), de Eduardo Colombo (El Gallo Loco), y otros.Y desde 2018 es columnista del mensuario El Estadista y del diario El Economista.

Publicó los siguientes libros:

  • 2011 Buenos Aires, la Colonia de Nadie. Ninguna potencia podrá, nunca, dominar completamente Buenos Aires (Eudeba).
  • 2011 La Otra Juventud. De la insignificancia al poder. Protagonistas y relato de la Junta Coordinadora Nacional de la Juventud Radical 1968-1983 (Corregidor-IML). 
  • 2011. Los Días de la Coordinadora. Política, ideas, medios y sociedad 1968-1983 (Corregidor-IML).
  • 2013. Medio siglo de Revolución y Guerra Civil en La Rioja y la Argentina de Ángel Vicente Peñaloza. (Eudeba).
  • 2014. Alfonsín. Mitos y verdades del padre de la democracia. (Aguilar).
  • 2014. Coautor con Julio Bárbaro y Omar Pintos de Lejos del bronce. Cuando Kirchner no era K. (Sudamericana).
  • 2018.  La Guerra de los cien años. Revolución, martirio y resurrección del movimiento estudiantil (1918-2018). (Lumíère – Universidad Nacional de La Plata- Instituto Lebensohn-Federación Universitaria Argentina)
  • 2019. El Modelo. La resistencia argentina frente a las grandes potencias en tiempos de imperialismo (1850-1914).(Eudeba)

El agradecimiento de Muiño

Agradezco a las queridas amigas y amigos queridos que quisieron venir pese a las ocupaciones, los viajes, el tiempo que siempre falta. A Ariel Álvarez Palma por el proyecto y la paciencia para hacerlo aprobar, al bloque de Evolución que acompañó tanto, a la Legislatura que lo votó, a las palabras de Marcelo Gouman.

A Daniel Larriqueta, un maestro del que seguimos aprendiendo. A Luisito Quevedo, amigo y editor de siempre. Mi primer libro fue presentado por Quevedo, Larriqueta y alguien que ya no está. Un estupendo legislador, un gran jefe de gobierno. Un porteño brillante. Quiero recordar a Enrique Olivera.

Debo esta distinción a todos ellos y a colectivos que he integrado, que en muchos casos sigo integrando y que marcan mi vida.

Por encima de todo quiero hacer un homenaje a esta querida ciudad. Soy hijo de Buenos Aires. Mi primer libro es Buenos Aires colonia de nadie. La ciudad altiva, siempre presente en momentos decisivos de la vida cívica y la creación cultural. La historia argentina late en estas calles, al compás de la Plaza de Mayo.

Buenos Aires fundada por españoles y refundada por mestizos paraguayos con Juan de Garay. Buenos Aires, la única que ganó para España una batalla en la guerra de los siete años. La que frenó a los portugueses. La que derrotó dos veces a los ingleses. La Gloria de Buenos Aires en la Emancipación, única capital que los realistas jamás pudieron someter. La generosidad de Belgrano o Larrea. Dinero, prestigio, poder y posición social. Todo lo tenían y todo lo pusieron. Buenos Aires, el alma de la insurrección americana. Esa Argentina que, al organizarse muchos años después, elige tres presidentes – escritores: Mitre, Sarmiento, Avellaneda. Esos años veinte donde Argentina parecía imparable. Y que empezó a frustrarse hace exactamente 92 años. Un cuartelazo volteó al presidente Yrigoyen. Ese 6 de septiembre de 1930 liquidó setenta años de Institucionalidad.

La ciudad generosa recibió y sigue recibiendo inmigrantes pobres y emigrados perseguidos. Católicos, protestantes, judíos, anglicanos, maronitas, islámicos, ateos. Hispánica y criolla, portuguesa y francesa, inglesa y uruguaya, de libaneses, de rusos, turcos y alemanes. Boliviana y coreana, china y venezolana. También de salteños y correntinos, tucumanos y catamarqueños. Entre todos crearon algo distinto, el porteño. Que es de afuera y de adentro, de todos y de nadie. Como el Tango.

¿Y qué decir de la cultura de Buenos Aires? De sus escritores, de sus pintores, de sus arquitectos, sus músicos, sus cantores, de sus creativos. Del Colón al teatro independiente. Y el cine. Cultura porteña y argentina, latinoamericana y universal. Como mi mundo es el de los libros, una lista mezquina. Borges y Bioy, Cortázar y Viñas, Sábato y Walsh, Kordon y Blaisten. Las extraordinarias colecciones de Boris Spivakow. Los historiadores que van desde Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre hasta Tulio Halperín Donghi, pasando por tanto patriota en el acierto y el error.

Al periodismo. Compartí redacciones. Bah, compartí. Yo era mocoso ignorante con Tomas Eloy Martínez, Osvaldo Soriano, Jorge Lozano, Rubén Rabanal, Germán Rozenmacher, Fernando Lascano, Susana Viau, Miguel Briante, Ernesto Schoo. Con Grondona White y con Andrés Cascioli. Empecé en radio con Antonio Carrizo. Algo tiene que aprender uno por bruto que sea, ¿no? Lo individual nunca es posible sin un marco que lo contenga y estimule. Y hablando de estimular….

Gracias a la escuela pública. Cursé primario en un colegio fundado por Sarmiento en Catedral al Norte, Reconquista y Lavalle. El secundario en el Carlos Pellegrini y la Facultad en la Universidad de Buenos Aires. Inolvidables maestros y grandes profesores. Y el Estado: Jamás hubiera podido con una educación arancelada. No sólo estudiar. Descubrí Mendoza y San Juan en flamantes coches pullman japoneses, incorporados a los ferrocarriles argentinos. Y viajamos gratis, todos alumnos de escuela pública primaria, pagado por el Estado que presidía Arturo Illia.

Poco después, estalló todo. En segundo año del secundario, mi primera huelga. Dos días sin entrar al colegio. Diez días de sanción por falta colectiva. Era por la intervención de Onganía a la Universidad . Yo ni sabía bien por qué, pero sí sabia que no corrían tiempos de obediencia. En el colegio hicimos piquetes, paros y hasta una huelga por el color de los botones del uniforme. Ya éramos parte orgullosa de esa plebe levantisca que siempre tuvo Buenos Aires. Esa desconfianza en la autoridad.

Nuestras vidas se cruzaron con la política. Los dictadores nos metieron en la política. Pasamos adolescencia y juventud abrumados por cuartelazos y prohibiciones. Había que terminar con eso. Igual que Martín Fierro, sentimos que no había elección. Que nos venía dado. Como el Laprida del Poema Conjetural, muchas vocaciones quedaron relegadas. Tal vez hubiéramos elegido la poesía. Nuestros versos no se escribieron, las acuarelas no las pintamos, los estudios se colgaron.

Desde 1966 hasta 1983 adherimos a toda protesta. Fui de Franja Morada y de la Agrupación Emilio Jáuregui en la Asociación de Periodistas de Buenos Aires. Estuve en la Junta Coordinadora Nacional de la Juventud Radical, en el periodismo profesional, en la prensa clandestina y la exigencia de elecciones sin proscripciones.

Nuestra generación se conmovió con Ernesto Guevara, y descubrimos con el Mayo Francés que había un mundo por conquistar. Ho Chi Minh contra la intervención norteamericana en Vietnam y Checoeslovaquia contra la invasión soviética. Nosotros queríamos Independencia Nacional y Libertad con Igualdad.

Nos convocaban películas como Zeta, como I como Ícaro, como Morir en Madrid o la Batalla de Argelia. Dios y el Diablo en la Tierra del Sol .Extraordinarios narradores García Marquez, Roa Bastos, Vargas Llosa, Onetti y Carpentier.

La nuestra fue una generación de ruptura, con aciertos y errores. La generación del Cordobazo que terminó con los caídos en Malvinas y la recuperación democrática. Veo hoy a varios que tienen una historia más vibrante e influyente que la mía.

Otros de nuestra generación buscaron su verdad en campos diversos: atacando otros prejuicios, convenciones vacías. Descubrían la pasión con el extraordinario rock nacional o los cantantes de protesta, que vinculaban el amor con el país deseado.

Un país más justo. Esa Argentina aún respiraba el mandato de las Provincias Unidas. Rebalsaba de fe en el futuro. Los que nacimos en los 50 todavía vivimos una gran homogeneidad social, un país de digna austeridad, con plena ocupación y trabajo en blanco para la mayoría. Una Argentina con estrecheces pero sin exclusiones. Una coca cola en el bar con palitos, maní y papas fritas. Sanguchito de jamón, el tostado mixto, la muzzarella al molde o a la piedra. Para los días de festejo, milanesas con papas souflés. Vino con soda, o damajuanas. O una de las pocas marcas en botellas tres cuartos. Nada de variedad, pero había para casi todos. El summun era helado con chocolate caliente. El charlotte, néctar de los dioses.

Pero a ese país le arrancaban los derechos políticos, le prohibieron tanto el ejercicio de la ciudadanía y le tuvieron tanto miedo al voto que terminó sacudido por el furor homicida. Y luego, en un marco mundial cambiante, algunos gobiernos ignoraron el mandato, y destruyeron lo que tanto había costado construir. Eliminaron objetos y símbolos. Con el pretexto de la modernidad, cerraron fábricas, alejaron valores, rompieron ilusiones, descartaron compatriotas. Quedó rasgado el tejido social, esa Argentina donde no había desempleo, ni hambre. Ni tanta desigualdad.

El desaliento. Con la desigualdad y la exclusión, aparece el estancamiento, la tristeza.Un clima de desaliento. Por primera vez Buenos Aires duda de su futuro. Se resquebrajan siglos de confianza y autoestima.

El pasado es glorioso pero ¿nos queda un mañana que merezca ser vivido?

Voy a recordar las palabras de un hombre de Buenos Aires, gloria de las letras argentinas. “Nos ha devuelto el deber de la esperanza”, dijo nuestro mayor escritor a nuestro mayor presidente. Ese inolvidable encuentro entre Jorge Luis Borges y Raúl Alfonsín marca un momento excepcional. El deber de la esperanza. Una frase extraordinaria, Más aún ,en boca de quien parecía vivir al margen de la historia.

La frase ilumina la tarea que debemos encarar. Siempre hay un futuro si se lo construye desde el colectivo. Hace falta ejemplaridad, confianza, liderazgo y movilización de los espíritus. Para mí, el deber de la esperanza en 2022 precisa:

Uno, la cuestión democrática. Solo el pueblo tiene derecho a elegir a sus representantes., la tolerancia es norma, la democracia afirma las instituciones y la convivencia en la República.

Dos, la cuestión social. El Río de la Plata, nació con la igualdad pegada a la piel. Junto con patricios y criollos, cientos de esclavos negros combatieron en la infantería patriota que regó de sangre el continente. La Junta de 1810 en castellano, aimará y quechua liberó de servidumbres a los indígenas del Alto Perú. Hoy debemos recuperar el derecho al trabajo y a la movilidad ascendente. Y desterrar cierto desprecio social inaceptable. Nadie es más que nadie.

Tercero, la cuestión nacional. Como declara el Congreso de Tucumán, libres de toda dominación extranjera. Ni amo nuevo ni amo viejo, el mensaje de Belgrano.

Esos tres mandatos de Autonomía, Democracia e Igualdad son parte de nuestro propio devenir. Esa historia que nos viene del fondo no debemos olvidarla. El primer ciudadano elegido por el voto popular universal y secreto mantuvo en alto esas tres banderas. Lo mismo que el hombre que rescató la democracia de medio siglo de tutela militar. Mis preferencias por Yrigoyen y Alfonsín son conocidas. A diferencia de otros grandes hombres, ellos nunca olvidaron alguna de las tres. Honra para ellos y la Unión Cívica Radical, su partido. Y el mío.

Yo agrego el mandato de la unidad nacional. Nada podrá construirse si una grieta separa a los argentinos. El acuerdo necesario es el acuerdo con quien tengamos más diferencias. Tuvimos grietas peores y supimos salir. Después de Caseros con Mitre, Urquiza y el rosismo en el Club del Progreso en 1852. Y en 1912 la ley de sufragio universal de Saenz Peña e Yrigoyen. Y en 1972 con Perón y Balbín. La historia nos muestra cómo convertir diferencias en pactos donde nadie deba sentirse vencido.

La Argentina que puede ser sólo nacerá de la que existe, con su sociedad civil y su sociedad política tal como son. Y el único modo de intentar salir del estancamiento es un Acuerdo entre diferentes. Para que las dos Argentinas vuelvan a ser una. Como decía en 1983 alguien que yo sé, No hay dos pueblos. Hay un solo pueblo. Muchas gracias.

Como admirador de Mariano Moreno, creo que lo privado debe permanecer ajeno a toda representación pública. Pero me perdonarán una debilidad. Y violando mi propia consigna tengo que llamar a alguien muy especial. Debo cumplir una

promesa, de las más fáciles que me han arrancado. Hay alguien que me dijo que tenía que estar aquí arriba. Martina Muiño

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