Croacia, las fronteras, la inmigración y el papa Francisco

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Por Carmen Verlichak

Croacia es parte de la Europa sin fronteras por decisión unánime de los miembros del acuerdo Schengen. En estos días, pasó a ser el país número 27 entre los que integran el espacio Schengen creado en 1995, que posibilita la circulación libre de personas y bienes dentro del espacio territorial que ocupan. Esto, más la entrada a la Zona Euro que ya se está produciendo, hace que Croacia pertenezca a la Unión Europea (UE) en toda la regla.

Lo cierto es que el país empieza ahora a ser frontera ya que sus vecinos del este, Bosnia Herzegovina, Serbia y Montenegro, están fuera de ese espacio y de la UE. Ser frontera es algo que Croacia conoció muy bien en los años medievales, cuando los turcos amenazaban y a veces lograban someter a Europa. Y en 1519 el papa Leon X nombró al país “Antemurale christianitatis”.

Esto pone sobre el tapete el tema de las migraciones; ya no son las invasiones bélicas de entonces sino las oleadas de aquellos que buscan refugio, sea que los lleve una guerra o sea que busquen un bienestar económico mínimo que su país no le permite tener.

Los migrantes constituyen hoy un asunto político candente en Europa y hay varios países que endurecieron su posición; Austria no quiso extender la frontera Schengen a Rumania y Bulgaria porque por allí se han filtrado ya cientos de miles de refugiados que la guerra de Siria produjo. Italia y su nuevo gobierno no están abriendo las fronteras a la inmigración ilegal sino al contrario. Mientras, Bielorrusia envía gran cantidad de musulmanes a territorio polaco sin la anuencia de su gobierno.

Es sabido que ciertas culturas no se integran y constituyen un problema enorme para el país de acogida, como sucede en Bélgica o en Francia con los inmigrantes de religión y cultura musulmanas. Esto marca una diferencia con la migración latinoamericana en España que, aun siendo muy numerosa, no arriesga el tejido social existente.

Los migrantes también llegan de otros países asiáticos, igual que de África. Es hora de que se busquen soluciones de fondo que permitan a los migrantes conservar su vida y su dignidad en lo posible en sus propios países.

Cuando Jorge Bergoglio fue nombrado Papa y tomó el nombre de Francisco, uno de sus primeros movimientos fue ir a Lampedusa, lugar emblemático de la desgarrada migración africana al que arribaron aquellos que el Mediterráneo no devoró, que es lo que les sucedió a la mayoría.

La visita del Pontífice argentino en 2013 encendió la esperanza de muchísimos que esperaban y buscaban solución al problema de los éxodos, viejos como la humanidad misma. Sin embargo, a pesar de tener la convocatoria y recursos de los que dispone el Vaticano, no hubo mucho  más que palabras para esta tragedia. Podrían haberse formado equipos y realizado estudios verdaderos para pensar una mejoría en los lugares de origen, sobre todo en África, de manera de proporcionar cierto confort y adelantos del mundo moderno para lograr un bienestar mínimo y evitar así el éxodo. Buscar condiciones dignas es asegurar la paz.

La UE fue ideada luego de la Segunda Guerra mundial para no repetir los horrores cometidos: habrá que extender la conciencia de que la paz de unos es la paz de todos.

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