Argentina tricampeón: Serrat no tenía razón

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Horas después de la mega fiesta con más de cinco millones de personas en las calles del AMBA para recibir a la Selección Argentina que ganó el Mundial de Qatar en la mayor movilización en la historia del país, surgió la pregunta entre la gente: “¿Y ahora qué?”.

Varios usuarios en las redes sociales eligieron responderse esa pregunta con algunos versos de la famosa canción “Fiesta” del español Joan Manuel Serrat.

“Y con la resaca a cuestas/ Vuelve el pobre a su pobreza/ Vuelve el rico a su riqueza/ Y el señor cura a sus misas”, bien canta el trovador catalán para describir el final de esa fiesta.

Para dar cuenta de la marea humana que inundó las calles y autopistas porteñas bien vale otra estrofa: “Hoy el noble y el villano/ El prohombre y el gusano/ Bailan y se dan la mano/ Sin importarles la facha”.

Pero la canción cuenta una fiesta “calle arriba” en la noche de San Juan. Y quienes la utilizaron para describir el sentimiento del martes pasado por la noche se equivocaron. En el estadio Lusail de Qatar surgieron 26 “santos” y un “Dios”.

Lionel Messi se metió definitivamente en el Olimpo de los argentinos y se sentó a la derecha de Diego Maradona. Desde el 18 de diciembre pasado y hasta la eternidad, su nombre será sinónimo de alegría y fiesta.

Los otros 26 del nuevo santoral argentino son sus compañeros de plantel y el director técnico, Lionel Scaloni. La fiesta -para ellos y para la gente- siguió después de que los helicópteros los rescataran de la autopista Dellepiane.

Scaloni llegó a su Pujato natal, en Santa Fe, y lo recibió hasta una de sus maestras de primaria. La revelación del equipo, Julián Álvarez, dio una vuelta olímpica a la cancha del club de Calchín, en Córdoba, donde empezó a jugar a la pelota y que ahora llevará su nombre. Son dos localidades de alrededor de 3.000 habitantes, aproximadamente, que no querían que terminara nunca la fiesta.

De fiesta también estuvieron en Laguna Larga con la llegada de Paulo Dybala, Mar del Plata con su ahora hijo pródigo Emiliano “Dibu” Martínez y hasta en la puerta de su hogar en Zapala tuvo aplausos y besos Marcos Acuña.

La fiesta se propagó por todo el país. Y se propagará por años y años. Cada vez que veamos las atajadas de “Dibu”, el amague de Messi al defensor croata en el tercer gol de la semifinal, los empujones ante Países Bajos o el gol de Enzo Fernández a México, se nos dibujará la misma sonrisa que aparece con el gol de Maradona a los ingleses o la atropellada de Mario Kempes a los ahora neerlandeses. La fiesta será eterna. Aunque Qatar ya “se acabó y el Sol nos dice que llegó el final/ Por una noche se olvidó/ Que cada uno es cada cual”.

Es verdad, cada uno volverá a su vida, a sus penurias o alegrías, a sus fortunas o pobrezas, a sus ilusiones o desencantos. Y si tienen que pasar otros 36 años o más para una celebración similar, igualmente todos los argentinos sabrán que la fiesta que empezó el 18 de diciembre en Doha no terminó para nada. Y todos, también, imaginarán que ya habrá algún loco bajito jodiendo con la pelota que, ojalá, acorte el plazo para el próximo pico de alegría en la fiesta eterna que el fútbol le regala a la Argentina.

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