Paradoja Mundial: Europa grita goles migrantes

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Mientras los países del Viejo Continente se pelean por no recibir a las personas llegadas de África y Medio Oriente, se da el fenómeno contrario en las selecciones de fútbol.

El Mundial de Fútbol Rusia 2018 entra en su última semana y el 15 de julio no sólo se terminará la incertidumbre para saber quien será el nuevo campeón sino que también finalizará una tregua no declarada oficialmente pero llevada adelante de hecho: la de los europeos que festejan los goles de futbolistas migrantes o descendientes de inmigrantes que juegan con los colores de sus banderas.

En un momento en que recrudece la tensión en el Viejo Continente por la crisis de los refugiados que no dejan de llegar por tierra a través de Medio Oriente o por agua cruzando el mar Mediterráneo, es realmente paradojal como se hacen ídolos personas que si no tuvieran la habilidad para jugar bien a la pelota seguramente serían discriminados en los países donde viven y -algunos- nacieron.

Casualidad o no, la nueva crisis sobre inmigrantes fue desatada por el nuevo gobierno, de corte populista, de un país que no juega el Mundial: Italia. Ya sin disimulo, el líder de la Liga, el ultraderechista ministro del Interior Matteo Salvini, comenzó una ofensiva por vías diplomáticas y marítimas con el fin de hacer cambiar de rumbo a la Unión Europea, que vive un duro enfrentamiento a varias bandas por este tema.

Italia decidió cerrar sus puertos a los barcos que llevan en condiciones miserables a los hacinados africanos que buscan escapar a las penurias de su continente. Y se desató el caos. El caso del barco de la ONG alemana Lifeline, cuya embarcación tiene bandera holandesa, con 224 migrantes que llevaba a bordo, fue un botón de muestra.

Finalmente Malta aceptó que el barco atraque en su puerto. Pero Italia y otros tres Estados deberán repartirse a las personas que estaban a bordo. La situación se desbloqueó tras un encuentro secreto que mantuvieron el premier francés, Emmanuel Macron, -de visita oficial al Vaticano- y el primer ministro italiano, Giuseppe Conte.

¿Qué pasaría si alguna de esas personas fuese una promesa de crack que pudiera vestir la camiseta “Azzurra”? Aunque la pregunta parece una chicana, la respuesta es tan obvia como dura: si hubiese alguna promesa de crack, es probable que no hubiera necesitado subir a ese barco sino que algún representante le habría pagado el pasaje en avión para hacer una prueba en el Inter, el Milan, la Juventus o cualquier otro club del Calcio.

Italia se quedó afuera del Mundial. Fue una catástrofe deportiva que no haya superado las Eliminatorias un tetracampeón del mundo. Con DT nuevo, comenzó la reconstrucción. Y el primer partido amistoso de la era de Roberto Mancini en el banco fue triunfo 2-1 sobre Arabia Saudita. El detalle: el primer gol del ciclo lo hizo Mario Balotelli, un negro hijo de inmigrantes ghaneses que había sido expulsado de la escuadra nacional por sus reiterados actos de indisciplina y bajo nivel. Pero fuera del Mundial, para la Federación Italiana la necesidad tuvo cara de hereje. También fue titular en la “Azzurra” el defensor Jorginho, un brasileño naturalizado. Justo los reyes de la defensa importando zagueros.

En la Copa del Mundo, las ilusiones de la Selección Argentina fueron destrozadas por Francia, que la aplastó 4-3 con una espectacular actuación de la joya del fútbol galo, el joven de 19 años Kylian Mbappe. Parisino, este hijo de un hombre camerunés y una mujer argelina atraídos por la esperanza de una vida mejor cerca de la Torre Eiffel, fue tasado por su club, el PSG, en una cifra no menor a ocho ceros.

El equipo francés es el seleccionado europeo con más futbolistas migrantes o hijos de inmigrantes: 18 de los 23 jugadores del plantel dirigido por Didier Deschamps, capitán del equipo campeón del mundo en 1998, que en los meses previos a ese Mundial recibía críticas porque sus jugadores negros no cantaban fuerte La Marsellesa. Hasta que los gritos de goles acallaron a los gritos de bronca. Como ocurre hoy, casi 20 años después, en días en el que Macron, quien junto a la canciller alemana, Angela Merkel, lidera la búsqueda de una Europa “abierta”, aclaró que Francia “no acogerá ningún centro para los migrantes que desembarcan en Europa” porque “no es un país en primera línea en las llegadas”.

“La ley internacional establece que el país más cercano al rescate debe ceder su puerto”, fue la justificación de mandatario francés, que pide solidaridad al resto de Europa, mientras su selección está compuesta por un 78% de jugadores de familias inmigrantes pero apenas el 6% de su población es de otros países.

El gol del surcoreano Son Heung-ming que dejó a Alemania eliminada en primera ronda, algo que no sucedía desde antes de la Segunda Guerra Mundial, fue un puñal en el orgullo futbolero de los salientes campeones del mundo y, lamentablemente, un doble puñal para los grupos neonazis que amagan con volver a reaparecer con fuerza como en algunos comicios del año pasado.

Mientras que en Alemania el 11,3% de la población es de origen extranjero, en la selección de fútbol ese porcentaje escala al 39,1%. ¿Qué opinará de la lista de convocados el ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, quien en la previa del Mundial había anunciado que se prevé implementar un paquete de medidas migratorias tras el crimen de una adolescente de 14 años en el cual el único sospechoso es un refugiado iraquí? 

Los nombres de Jerome Boateng, Jonas Hector, Antonio Rüdiger, Ilkay Gündogan, Sami Khedira, Mesut Özil y Mario Gomez suenan a un “pedigree” inmigrante. “La política de asilo en Alemania debe revisarse profundamente”, advirtió Seehofer. ¿Qué pasaría con la “Mannschaft” en 20 años si se cerraran las puertas de Brandeburgo a los inmigrantes?

Uno de los goleadores y candidatos a mejor jugador del Mundial es el belga Romelu Lukaku, quien brilla en el Manchester United. Su historia de una niñez en la pobreza que encontró la forma de salir adelante pateando una pelota conmovió a quienes la leyeron antes del inicio de la Copa del Mundo. Pero Lukaku definió su historia con la misma frialdad con la que lo hace frente a los arqueros: “Cuando las cosas van bien, me llaman Romelu Lukaku, el goleador belga. Cuando las cosas no van bien, me llaman Romelu Lukaku, el goleador belga de ascendencia congoleña”, señaló.

Después de Francia, Suiza es el conjunto europeo que más jugadores de familias de inmigrantes tiene en su plantel: 15 de los 23 tienen apellidos, sangre y/o ascendencia italiana, albano-kosovar, española, chilena, austríaca o alemana. Representan el 65% del equipo de un país cuyo porcentaje de migrantes en la población es de 24%.

En Bélgica y en Inglaterra son el 47,% de los planteles, mientras que la población de esos países sólo tiene un 12,1% y 9,2% respectivamente de personas con orígenes extranjeros. 

La misma comparación se puede hacer con Portugal (30,4% de migrantes o hijos de inmigrantes en el plantel y apenas 3,8% en su población), España (17,4% y 10 respectivamente), Suecia (17,4% y 8%), Dinamarca  (13% y 8,2%) e Islandia, el único que tiene más inmigrantes entre su población que en su selección, con 4,3% y 8%.

El 15 de julio terminará el Mundial y los futbolistas volverán a ser solamente alentados por los hinchas de sus equipos y volverán a ser mirados de reojo por los que hoy los alientan bajo los colores de su bandera. Pero que no quieren que se mezclen con otros colores de piel. Lamentablemente, para este tema no alcanza con hacer muchos goles.

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