Y les ganó “el peor”

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Ni los mejores pronósticos de las fallidas encuestas por encargo le daban a la fórmula Javier Milei-Victoria Villarruel el aplastante triunfo obtenido en las elecciones PASO del pasado domingo.

Milei ganó en 16 provincias de las 24 (más la base de la Antártida) entre las cuales podemos contar las relevantes electoralmente como Córdoba, Santa Fe y Mendoza, distritos de peso luego de Buenos Aires, donde la candidata a gobernadora de la Libertad Avanza, Carolina Píparo, alcanzó un casi 24% con una aguja y un hilo frente a los aparatos del kirchnerismo y de Juntos por el Cambio (JxC). En el Conurbano profundo, donde La Matanza es un histórico baluarte del perokirchnerismo, Milei obtuvo el segundo lugar, relegando al tercero a JxC. En los barrios más humildes de la Ciudad de Buenos Aires, el líder libertario cosechó los mejores resultados, no así en los más acomodados de clase media y media alta donde el PRO -junto a la UCR- se impuso con comodidad. Esto ya es una muestra de la transversalidad del voto Milei.

Las lecturas que se pueden hacer son múltiples, pero demuestran a priori que el sistema político, con cuarenta años de democracia, cruje como un carromato desvensijado, tras 20 años de kirchnerismo, restando los cuatro años fallidos de Mauricio Macri, que nos han llevado a este berenjenal en el cual hay muchos ejemplos de políticos reciclados de permanencia en el poder, al igual que el estrato sindical o el capitalismo de amigos –siempre prebendario-, siendo los únicos beneficiados mientras el país caía en una pobreza que duele y una inflación que nos ubica entre los países con mayor índice en el mundo como Venezuela, Zimbawe, Sudán y otros estados fallidos.

La emisión descontrolada de una moneda inexistente, la presión impositiva dentro de las más altas del mundo, sumados a los grados de inseguridad, narcotráfico, la legislación garantista que apaña a los victimarios y no a las víctimas, el aislamiento internacional solo con socios como el Grupo de Puebla, la aplicación de políticas de género en la educación, el impulso oficial a los desvarios neoindigenistas, un populismo clientelar, etc., etc., son, entre otras causas, el efecto del hartazgo de una sociedad que ha dicho basta y ha canalizado el desasosiego y la bronca en empatía con la dialéctica frontal de Javier Milei, políticamente incorrecto para el status quo establecido como Biblia, tanto en la política como en la mayoría de los medios de prensa, cuyos voceros fueron calificados por el candidato en su discurso del domingo de “periodistas ensobrados”. El progresismo, transversal al oficialismo y a gran parte de JxC, produjo una reacción contundente, dándole la derecha, literalmente, a quien sin complejos defiende el derecho a la vida, anuncia que cerrará de ganar el Ministerio ideológico de Género y Diversidad (4 billones de pesos de presupuesto), que se manifiesta en contra del adoctrinamiento LGTB+ en escuelas y colegios, calificando a esta práctica de marxismo cultural. Hizo público, a su vez, que de ser Presidente gobernará con sólo 8 de los 23 ministerios existentes en la actualidad.

La noche del domingo y la mañana de lunes, periodistas, analistas políticos y una gavilla de cantamañanas le buscaban el agujero al mate para tratar de explicar con firuletes el porqué del triunfo de Milei. Muchos de ellos, integrantes de la comparsa que se dedicó por meses a estigmatizar al diputado nacional y su formación política. Que no tiene estructura, que no posee territorios, tal si fuera una potencia colonial; que sólo encauza un voto “emotivo” (el voto es una percepción de emociones sí, pero también de razón, circunstancias ,opción y no elección, principios y valores, etc.), dando clases de psicología electoral, un genuino dislate. La realidad es más simple: la gran mayoría de la sociedad se volcó a apoyar lo nuevo y disruptivo, rechazando lo viejo, conocido y el fracaso tras fracaso que nos llevó al atribulado presente. A nuestro simple entender, el electorado de Milei es heterogéneo en sus orígenes y caracteres: libertarios, liberales, conservadores, sectores provida, desencantados de las fuerzas políticas mayoritarias, que vieron en su discurso un canal para canalizar frustraciones, tanto personales como sociales y nacionales. Un dato real es que entre los jóvenes entre 18 y 30 años posea un enorme caudal de votantes. Quizás esos sectores etarios vieron la frustración y penurias de sus padres y abuelos, la falta de oportunidades y ver partir al exterior a sus amigos o parientes (sólo en 2022 se radicaron en el exterior 270 mil jóvenes entre 25 y 40 años). Fueron los hastiados del machacado relato ideologizado, de un pasado en blanco y negro que ya no toleran más.

Está más que claro que la sociedad argentina viró con su voto hacia el centro derecha, si es válida esta categoría, tanto en el apoyo a Milei como en la interna de JxC, donde Patricia Bullrich derrotó con amplitud a Horacio Rodríguez Larreta como al ubicuo Martín Losteau. El progresismo fue derrotado en toda la cancha, a pesar de contar con aparatos políticos de peso.

El gran derrotado ha sido el perokirchnerismo con la veleta de mil rostros de Sergio Massa, pero que se extiende a Cristina Kirchner y su alfiles.

Un dato no menor es el grado de no concurrencia a votar, que alcanzó el 32%, récord que superó al de 2019. Una muestra del cansancio social frente a la política, al que hay que sumarle el 5% de voto en blanco y los impugnados que hay que agregar. Este caudal de “no votos” será una pecera donde buscarán abrevar Milei, Bullrich y Massa para la elección de octubre próximo. Si consideramos que esta “votación negativa”, por darle un nombre, es relevante por el rechazo a los cánones de la política, es Milei con su discurso rupturista el más cercano a captar una porción de ese electorado ausente el pasado domingo.

Patricia Bullrich, la mejor e indiscutida candidata que podía ofrecer JxC, tiene una ardua tarea en amalgamar las porciones tan variopintas de la coalición opositora, donde se nuclean progres de nota, radicales de diferentes ópticas y sectores liberales y conservadores afines a la exministra de Seguridad. Armar ese rompecabezas no le será fácil a la candidata, más allá de lo declarado por ganadores y perdedores el domingo, en un tono de “ahora todos juntos y en armonía”; algo que en ese electorado no es lineal. Por su parte, Massa deberá remontar el Himalaya de rodillas, aun con el ya conocido plan platita, distribuido a diestra y siniestra, con el único objetivo de acceder al segundo puesto.

Milei lo tiene más fácil, consolidar el voto recibido, seguramente con mayor cantidad de fiscales y continuar con su discurso con el cual llegó hasta hoy. La demonización será un nuevo round que deberá afrontar hasta octubre, que ya comenzó hoy, donde varios analistas y periodistas ya lo etiquetan como de “extrema derecha”, algo novedoso, que desde el domingo pasado descubrimos que en la Argentina hay 6,8 millones de ultras, vaya uno a saber, de los más diferentes estratos sociales. Lo curioso es que esa metodología que utilizaron en estos meses lo único que produjo fue potenciarlo y darle el triunfo en la elección.

Que las PASO son una gran encuesta nacional es una realidad, salvo que sirvieron en esta oportunidad para dirimir la interna de JxC. Pero también es un hecho objetivo que Milei, “el peor” para lo políticamente correcto, les ganó a todos de manera indiscutible. Veremos si en octubre se repite o no esta victoria relevante.

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