Los productores rurales y su gente de trabajo en beneficio del país y el mundo

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Por Dr. Jorge Cuadrado

Gran dignidad de Argentina frente al mundo ha sido proveer de alimentos a particulares y pueblos enteros. Las dos guerras mundiales del siglo XX provocaron víctimas que fueron beneficiadas por el país, llegando al asombro en muchos casos. El hambre y el miedo al hambre queda grabado en la humanidad de una persona, como de todo un pueblo por generaciones. Que haya surgido una nación que contribuyó a mitigar este mal, y que además no perjudicara nunca a ningún país del mundo, es algo que debe enorgullecernos.

El que produce es el trabajo del peón, del patrón y de todas las combinaciones laborales del agro.
Un 10% de la población argentina es rural, pero se cuenta en ese porcentaje a pueblos de varios miles de habitantes, por lo que en el campo realmente viven pocas personas, con sus grandes distancias e intemperie.

La enorme geografía argentina, una de las más grandes del mundo, está poblada fuera de las zonas urbanas por poca gente, a los que por el solo hecho de vivir allí, se los debería considerar especialmente, pues ellos con su sola existencia prestan un servicio al país afianzando la soberanía nacional, casi como un gendarme.

La mentalidad urbana no es igual a la mentalidad del hombre de campo. Sin embargo, las decisiones, incluidas las leyes que afectan al sector, son creadas muchas veces con parámetros urbanos que no encajan como debería con la ruralidad, ni con el ser humano que forma la naturaleza, pues el campo que produce agropecuariamente es también naturaleza, es también ecología, es también medio ambiente.

Respetar al hombre formado por la naturaleza, es respetar a la naturaleza misma.

Podemos analizar la Constitución Nacional, Leyes del agro, Leyes laborales, organismos, instituciones, etc., etc. pero la realidad es que el peón está bien cuando el patrón es bueno, mas quien debe ser bueno es el país con la gente pobre del campo, sean estos trabajadores rurales y/o la población en general sin tierras propias, o sin títulos de propiedad fuera de las zonas urbanas.
El capital que este puesto al servicio de la producción agropecuaria, sea grande o chico, merece respeto y consideración, pues beneficia al país en los términos ya explicados.

La persona humana que habita todo el año la geografía nacional fuera de las zonas urbanas y es pobre, merece del país lo que denomino “El Privilegio”, basado en la reparación histórica y humana. Privilegio, tema que he analizado en mi ensayo inédito “Buen Patrón (titulo), Para Productores Rurales y Gobiernos Argentinos” (subtitulo), para la inteligencia del tema se podrían aplicar analogías legislativas.

Todos los ejércitos de las guerras que lograron la Argentina de hoy estaban formados en su gran mayoría por campesinos. Terminado el tema del indio libre como los que vio Lucio V. Mansilla, empezó otra cruz para el campesino pobre, pues el trabajo a fines del siglo XIX y hasta muy avanzado el siglo XX fue horroroso e inhumano. Con heladas de hasta 15º bajo cero cerca de Villa Mercedes, muchos campesinos ordeñaban descalzos y metían sus pies en la bosta caliente de las vacas para tener un instante de calor.

El patrón solo debe cumplir con las leyes, pero para el bienestar del peón, para sus necesidades de él o su familia, para tantas cosas, el patrón muchas veces pone un plus hacia el peón que suele ser muy grande. El buen patrón no solo ayuda a sus empleados, sino a toda la gente de la zona directa o indirectamente. La Nación (soberana en todos los campos), así como debe castigar al mal productor, debería beneficiar de muchas maneras a los productores rurales que protegen la población argentina excediéndose en sus obligaciones contractuales, pues ellos suplen así al Estado en bien de los pobres, en lugares a veces tan asombrosamente lejanos y olvidados.

Los planes sociales podrían ayudar a los pobres, que en el campo en proporción a la población en general son muy pocos. Pero se debe fomentar su permanencia en el campo pues son muy útiles e irremplazables, pues el hombre urbano no sirve para el campo como peón. El Privilegio que pretendo, acaso exijan del Estado la modificación, creación y derogación de varias leyes en pos de ser un coordinador para la cobertura médica, escolar, de transporte, vivienda, seguros diversos y todo lo que haga al bien estar de la gente aludida, es decir comprometer a todos los estamentos del país públicos y privados en beneficio de los pobres del campo.

La relación entre el patrón y el peón siempre es buena, pues cuando no es así el peón se enferma, se muere o se va del campo. Que un peón se vaya del campo es un pecado imperdonable para el país. Al igual que los grandes cantores herederos del Martín Fierro, he denunciado siempre los sufrimientos de los peones a través de mis libros entre otros medios, conozco las mañas y virtudes de todos los actores del sector, pero teniendo en cuenta la importancia que tiene la producción agropecuaria para el país, se debe buscar ser siempre un amigable componedor.

El Estado, no hablo del gobierno sino que hablo de Argentina, debe cuidar tanto al peón como al patrón por más multimillonario que sea, pues también es vulnerable a ciertas cosas.

Lidiar con las fuerzas de la naturaleza hace que la relación del patrón con el peón sea especial, cuando miden sus capacidades, cuando pasan los años y se conocen bien, saben lo que pueden y lo que no pueden. Es más que una relación contractual, ambas partes son útiles al país y al mundo. Quién realmente los debe representar y amparar es la República Argentina, pues a la postre ellos en su condición de Tipo Campesino, son preexistente a la nación misma.

En este mundo volátil, virtual, relativista, casi sin valores, la verdad es dudosa, en cambio, la tierra es una verdad incuestionable como el ser humano que ella forma.

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