Mientras el Reino Unido llora la muerte de la Reina Isabel II tras 70 años en el trono, este jueves se conoció la abdicación de un monarca que supo reinar en el césped de Londres -y en cualquier superficie del mundo- en los últimos 20 años: el suizo Roger Federer anunció que se retirará del tenis profesional en la Laver Cup, un torneo de exhibición que se jugará entre el 23 y 25 de septiembre próximo en la capital de Inglaterra.

La leyenda helvética conquistó durante sus 24 años de carrera 20 títulos de Grand Slam, ocho de ellos en la hierba del tradicional Wimbledon, fue número uno del mundo durante 310 semanas y acaparó en total 103 trofeos en el circuito profesional.

Además, fue medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 en dobles junto a su compatriota Stanislas Wawrinka y conquistó la Copa Davis para su país en 2014, entre sus logros más salientes.

Pero además de todas las medallas que pueda colgarse como un verdadero miembro de la realeza, Federer logró un éxito imposible de medir en números: mantuvo vigente una especie casi en extinción, la del tenista clásico.

Sus golpes refinados, su talento inigualable, la elegancia para moverse, el viejo estilo de saque y volea en las canchas de césped, hacían parecer a Federer a un tenista extraído de las décadas del ’70 y ’80 para caer en los courts del siglo XXI.

Federer también será recordado por sus duelos con el español Rafael Nadal, acaso los más apasionantes de toda la historia, con 40 enfrentamientos que mantuvieron en vilo al mundo más allá del ambiente tenístico, con predominio del español por 24 éxitos contra 16. La fuerza física y mental y el esfuerzo para correr por toda la cancha del español era la contracara de la plasticidad y comodidad con la que el suizo se desplazaba. Claro que Federer también tenía mucho esfuerzo y Nadal gran talento. Novak Djokovic completó el terceto que dominó el tenis en esta era y que quedará para siempre en la historia.