Los agentes iban vestidos de paisano, no portaban armas y llevaban consigo una orden judicial, elementos que debían haber llevado a que fuera una operación discreta. Sin embargo, no fue así.
El registro que realizó el pasado 8 de agosto el FBI en Mar-a-Lago, la residencia del expresidente Donald Trump en Florida, ha abierto no solamente una batalla política -en la que el exmandatario se presenta a si mismo como víctima de una persecución- sino que además ha puesto al descubierto un caso judicial de importantes dimensiones.
Durante el registro en Mar-a-Lago, los agentes federales recolectaron más de veinte cajas que incluían más de un centenar de documentos marcados con distintos grados de clasificación: desde confidencial hasta top secret.