Ser el futbolista más famoso del mundo coloca a los poquísimos que alcanzan ese lugar en un sitial donde el más mínimo movimiento que realizan es examinado con inescrupulosa minuciosidad por millones de personas.

A Lionel Messi pareció costarle mucho recibir tantas miradas en la primera parte de su carrera profesional, pero ya más maduro se lo nota bastane relajado ante los cuestionamientos.

Desde que llegó a París, los hinchas franceses lo pusieron en evaluación y el nuevo -e insólito- motivo de enojo con el crack argentino fue el uso de su avión privado en medio de la crisis energética que sufre Europa por culpa de la guerra en Ucrania.

El sábado último, el Paris Saint-Germain fue visitante en Nantes, distante a menos de 400 kilómetros de la capital gala, y para regresar el plantel volvió, como es habitual, en avión.

Esa situación fue aprovechada por el presidente de la Sociedad Nacional de Trenes de Francia (SNCF), quien alertó que ese medio de transporte “tiene cubiertas la seguridad, la rapidez, los servicios y la eco-movilidad”, algo que ya había manifestado la ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra.

Con el precio del combustible en alza por la guerra entre Rusia y Ucrania, que amenaza con hacer pasar un invierno muy crudo a los europeos, un porcentaje amplio de franceses se volvieron en contra de lo que consideran ostentaciones superfluas de magnates o, en este caso, equipos de millonarios deportistas.

Un día antes del partido en Nantes, la ONG antiglobalización Attac fustigó a Messi por el uso de su avión privado: “De junio a agosto, el jugador argentino ha realizado 52 vuelos. Es decir, 1502 toneladas de dióxido de carbono. Es tanto como un francés en 150 años”, apuntó en un comunicado.