¿Quién es esa chica?

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La canciller alemana avanza, sin sobresaltos, a un nuevo triunfo electoral basada en la falta de otros liderazgos en su partido, el CDU, y en la sensación de los alemanes que es una buena defensora de sus intereses. La bomba de la inmigración ilegal y la lentitud para salir de la crisis, dos interrogantes sobre su futuro político y el de Europa.

El 22 de noviembre de 2005, la democristiana Ángela Merkel (CDU) se convirtió en la primera canciller mujer de Alemania consiguiendo un acuerdo con los socialdemócratas para formar un gobierno de coalición. Obtuvo 397 votos a favor, 202 en contra y 12 abstenciones. Sucedió en el cargo a Gerhard Schroeder, quien fue canciller durante siete años hasta su derrota en las elecciones del 18 de septiembre de ese año.

Aquella alianza perduró hasta el 2009, año en que el CDU obtuvo la mayoría parlamentaria constituyendo una nueva coalición, formada por la Unión Social Cristiana de Baviera y el Partido Democrático Liberal (FDP),

Se ha vuelto habitual decir desde que comenzó la crisis del euro, hace cinco años, se generaría una “Europa alemana”. Durante estos años, y puesto que se trata del mayor acreedor, es cierto que Alemania ha disfrutado de una situación de extraordinario poder y ha podido imponer en gran medida sus preferencias a los demás miembros de la eurozona, pero no ha sido ni es –como afirman muchos- una potencia hegemónica . Tampoco es posible que lo sea porque Alemania sigue siendo frágil para asumir las cargas que comporta ese papel preponderante, tanto en lo referido a las transferencias fiscales como a la metalización de la deuda europea o una inflación moderada. Parece, más bien, que Berlín ha recuperado la posición de semihegemonìa que detentó entre 1871 y 1945 aunque, esta vez, en un sentido más geoeconómico que geopolítico.

Merkel obtuvo una abrumadora victoria en las generales alemanas de septiembre de 2013 que la dejó a las puertas del Parlamento federal (Bundestag). La Unión Demócrata Cristiana logró un espectacular caudal del 41,5% de los votos junto a sus aliados bávaros de la CSU. Sumaron los democristianos casi ocho puntos respecto a las elecciones de 2009. Es un porcentaje que no alcanzaban desde 1990, en mitad de la euforia por la unificación de las dos alemanias. El 17 de diciembre de 2013 fue investida canciller para una tercera legislatura con el voto de una amplia mayoría del parlamento, tras el acuerdo de conciliación entre el bloque conservador y el grupo socialdemócrata.

Pero frente a la nitidez de aquel lejano triunfo, la vida de Merkel, “Angelita”, está llena de episodios poco transparentes. Por ejemplo, fue una de las pocas personas no pertenecientes al partido a la que se le permitió estudiar en la antigua República Democrática Alemana y eligió Física, como explicó en una entrevista porque “ni Erick Honecker (antiguo líder del partido que acabó sus días en Chile, adonde llegó exiliado a la casa de una hija) podía rechazar las leyes de la naturaleza y las fórmulas matemáticas”.

En 1973 completa el bachillerato y comienza sus estudios en la Universidad de Leipzig. En 1978, termina la facultad y entra a trabajar en el Instituto Central de Química en la Academia de Ciencias de Berlín. Su tema de estudio: la química cuántica. En 1990 llega a la CDU y ese mismo año es elegida en el primer Bundestag después de la reunificación. Helmut Kohl, considerado su padrino político, la acogió en su gabinete como ministra para la Mujer y la Juventud y después, del Medio Ambiente, entre 1991 y 1998. Ese año, la coalición CDU/CSU y FDP pierde las elecciones.

Merkel exhibe un currículum portentoso: ha presidido el G-8 y el Consejo Europeo y en mayo de 2015 fue nombrada la mujer más poderosa del mundo por séptima vez por la revista Forbes.

Durante todo este lapso Ángela jamás dejó de divertirse ni de pasarla bien. Tampoco encontró demasiados obstáculos para sus diversiones, según revela su historia. En 1977, siendo todavía estudiante de Física, se casó en la capilla St. Georg en Templin con Ulrich Merkel, también estudiante de la misma carrera y del que tomó su apellido. Cinco años después el matrimonio se había terminado, divorcio incluido. Su última fastuosa diversión conocida fue la celebración de sus 60 años, un cumpleaños multitudinario con mil invitados.

Su segundo y actual marido es el químico cuántico y profesor Jachi Sauer. Se conocieron en 1981 y se hicieron pareja para terminar casándose el 30 de diciembre de 1998. Parece que fue duro Joachim a la hora de casarse: tenía dos hijos y eso lo retenìa. Finalmente el científico terminó aflojando, más tranquilo porque ella no aportaba prole al matrimonio.

Joachim es un experto en minerales porosos de múltiples aplicaciones, las zeolitas, y su esposa, doctorada en Física, una eminencia en la ductilidad de la materia política y la eliminación de sobrantes. Así describen a la pareja los enviados del diario “El País” Juan Gómez y Enrique Müller, este último corresponsal permanente en Alemania.

Un tercer detalle acerca de las innumerables historias que corren sobre ella, el de haber sido comunista, por ejemplo. La fundamentación no es demasiado verosímil. La razón sería que lo fue porque su padre, un estudioso de Teología, pudiendo vivir en la Alemania rica, eligió vivir en la pobre. Otra, que no se llama Merkel sino Kasper y que, por supuesto, es judía. De todas maneras una verdadera biografía suya no se alejaría demasiado de aquella estupenda película alemana “La vida de los otros”, Oscar a la mejor película extranjera en 2007.

Los hechos de las últimas semanas han vuelto a probar lo que la historia nos enseñó: que la solución no puede estar en una Europa dirigida desde Berlín. Los acontecimientos han mostrado también no solo la medida sino también los límites del poder alemán. El Gobierno de Merkel y la opinión pública alemana que le da su apoyo mayoritario, esperaban que a estas alturas se hubiera acabado la crisis después de que la periferia de la eurozona emprendiera reformas estructurales y se volviera más competitiva. En Alemania muchos creen que algo así ya estaba sucediendo incluso en Grecia, hasta que, en enero, los votos designaron a Alexis Tsipras como primer ministro. Con su elección, consecuencia directa del fracaso de la política de la eurozona en Grecia, la crisis de la moneda única volvió a agudizarse, como era de prever. Sin embargo, en vez de ver la llegada de Tsipras como una señal de alarma y cambiar su estrategia, Alemania y la eurozona decidieron enrocarse.

Desde su tardía irrupción en la política, hace 24 años, la habilidad de la canciller en la purga de rivales y en la lucha intragubernamental le han permitido acumular dos mandatos. Acude a elecciones por un tercero sin competencia en sus filas y apoyada por la mayoría de sus compatriotas, que la perciben más como una confiable protectora de sus intereses que como una líder carismática, visionaria y avasalladora.

En las última semanas de 2013 hubo mucha especulación sobre las intenciones de Merkel y y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, y lo que significan para la política alemana. La paradoja es que a Schauble se lo considera más proeuropeo que a Merkel, y se piensa que es el único en Alemania que comparte la visión continental que tenía Kohl. Sin embargo, es él quien ha adoptado la actitud más dura sobre Grecia, hasta el punto de desear una salida “un Grexit”. Hasta se afirma que cree que la moneda única solo puede triunfar si todo el mundo obedece las reglas, mientras a Merkel le preocupan más los costos geopolíticos de una posible salida, sobre todo dada la postura revisionista del pasado de Rusia desde la anexión de Crimea, en 2014. Otros aventuran que la diferencia entre Merkel y Schauble no es más que táctica, el clásico método “policía bueno/policía malo”.

Hans Kundnani, autor de “The Paradoxe of German Power (Oxford UniversityPress), asegura que hoy Schauble es más popular que Merkel en Alemania y es, tal vez, un europeo proalemán, según apunta, es decir, alguien que de verdad quiere más Europa pero de acuerdo con los intereses de Alemania (aunque, por supuesto, él lo niega y dice que no quiere una Europa alemana sino solo una Europa fuerte). En resumen, desea una Europa más integrada pero en la que todas las decisiones se tomen lejos del debate político y el control democrático.

El credo de Angelita. Merkel admite su cautela en la toma de decisiones y prefiere pecar de lentitud que de precipitaciòn, tanto en sus decisiones como en cuando habla. Sus ocho años como canciller en dos coaliciones diferentes, primero junto a los socialdemocràtas y hasta el 2013 con los liberales, la han forzado a rectificarse en más de una ocasión. Basta recordar algunas de sus frases definitorias.

“Cuando se saca a colación el crecimiento hay quienes solo piensan en costosos programas de reactivación coyuntural. Es necesario revisar exhaustivamente los fondos europeos, donde quedan recursos por asignar”. O: “Ahora se habla mucho de austeridad, yo prefiero hablar de ahorro” (ambas dichas en 2013).

Tras el ultimo encuentro bilateral entre Merkel el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, que tuvo lugar en Berlín en febrero de 2013, la canciller reiteró su confianza en él: “Somos absolutamente conscientes en Alemania de que en este momento en España hay muchas personas que están desocupadas, pero estamos convencidos de que las reformas tendrán efecto”.

En cuanto a la crisis del Euro, disparó: ”Si fracasa el euro, Europa fracasa”. Esta ha sido la letanía de Merkel durante la crisis. “El euro està en peligro y, si no lo evitamos, las consecuencias para Europa serán incalculables”, remarcó; “Esa es nuestra tarea histórica; si fracasa el euro, Europa también fracasa, pero si superamos la crisis, el euro y Europa saldrán fortalecidos”, completó.

Y sobre los Eurobonos, fue taxativa: “Mientras yo viva no habrá eurobonos”, frase que pronunció con respecto a la posibilidad de que la Eurozona emita deuda conjunta. ¿El comentario de un diputado liberal?: “Larga vida a la canciller”.

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