La revolución de los electrodomésticos

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Dos generaciones de mujeres

La generación que tuvo hijos y formó hogares en la primera mitad de la década de los ochenta, fue la que vio la incorporación masiva de las mujeres al mercado de trabajo en España. Es esta la cohorte la de la “revolución tranquila” de la que habla Claudia Goldin: un proceso que no consistió solamente en un cambio cuantitativo en el número de mujeres empleadas, sino que también transformó el tipo de trabajos a los que accedieron, sus aspiraciones, su identidad de mujeres profesionales y sus perspectivas vitales.

Aquella generación fue sin embargo también la protagonista de lo que las sociólogas Arlie Russell Hochschild y Anne Machung llamaron “The second shift”. Éste es el título de un libro que expuso como tras la dramática transformación del estatus laboral (y social) de las mujeres que había ocurrido, se escondía una desigualdad persistente (aún hoy en día en buena medida como hemos contado en el pasado) en el reparto de los trabajos del hogar y el cuidado de los niños.

Para la inmensa mayoría de mujeres que lograron incorporarse al mercado de trabajo, tras su jornada laboral, existía una segunda jornada dedicada al cuidado de la casa y de los hijos. Hacer la comida, ir a recoger a los hijos al colegio, ir a la compra semanalmente para llenar el frigorífico, pasar la aspiradora y limpiar la casa, poner la lavadora, la fregadora y planchar; hacer la cena; duchar y acostar a los hijos; todas éstas eran tareas asignadas predominantemente a las mujeres. Sin embargo, a pesar de esta “brecha de ocio” como resultado de estos papeles asimétricos, la “generaciónsecond shift” gozaba sin duda de un estatus más igualitario que el de sus abuelas, que en última instancia hizo que el estatus de sus hijas mejorara aún más.

Detrás de la revolución tranquila existen sin duda muchas causas (Doepke, Tertilt, Voena 2012), algunas de los cuáles se han repasado ya en este blog, como ladisponibilidad de anticonceptivos, pero también podríamos hablar de los cambios en el tipo de economía (en la que las mujeres eran más productivas) o el papel de laregulación, especialmente la que obstaculizaba a las mujeres casadas trabajar. Como fuerza motriz, se enfatiza a menudo el papel de los cambios ideológicos o las luchas sufragistas. Resta sin embargo saber qué tipo de factores cambiaron la relación de fuerzas e hicieron posibles la adopción de un marco de este tipo.

Para entenderlo mejor, podemos retrotraernos dos generaciones y pensar en la vida de las abuelas de la generación second shift. Para éstas, la rutina diaria consistía en levantarse por la mañana, ir a por agua al caño del pueblo (dado que no había agua corriente en todas las casas), ir al mercado casi a diario (al no existir los frigoríficos, la posibilidad de almacenar comida varios días era mucho menor), lavar a mano y tender; coser (antes de la popularización del prêt a porter y la máquina de coser), encender la cocina y hacer la comida y la cena (algo que en la época anterior a la olla exprés, las cocinas, la minipimer y los hornos eléctricos llevaba varias horas); duchar a los niños (sin agua corriente) etc. A la vista de esta realidad doméstica, es difícil pensar como sería posible conciliarlo con una carrera profesional, del tipo que fuera, como hicieron sus nietas. ¿Qué ocurrió en medio?

Los motores de la liberación

La evolución de los medios de producción

Como sugiere la imagen, una clave fueron los electrodomésticos. La idea de combinar un trabajo, aun a tiempo parcial, con el conjunto de tareas enumeradas en el párrafo anterior parece complicado. En cambio, para las protagonistas de la revolución tranquila, el escenario era totalmente distinto. En un mundo con electrodomésticos y en el que la brecha salarial ha caído dramáticamente, para una familia tiene muy poco sentido (económico) tener a uno de sus miembros especializado en las tareas del hogar.

Ésta es al menos la hipótesis que plantean Greenwood, Seshadri y Yorukoglu (2005). Parten de la observación de que en Estados Unidos, a lo largo del tiempo, tres magnitudes parecen moverse de forma conjunta:

• La incorporación de la mujer al mercado laboral

• La adopción de tecnologías domésticas (electrodomésticos, agua, luz, gas)

• La caída del tiempo dedicado al trabajo doméstico

En los años veinte, comienza la adopción por parte de los hogares de estas innovaciones tecnológicas. El gráfico, sacado del artículo, muestra esta evolución a lo largo del tiempo:

Gráfico 1: Tecnología a lo largo del tiempo

Otra forma de ver la importancia creciente, es ver cómo aumenta el stock y la inversión en tecnologías domésticas con relación al PIB:

Grafico 2: Inversión en bienes domésticos

Asimismo, es posible ver cómo evoluciona el trabajo doméstico a lo largo del tiempo, donde los gráficos siguientes muestran que el tiempo dedicado al trabajo doméstico cae, mientras que el dedicado al trabajo en el mercado aumenta:

Gráfico 3: Uso del tiempo

Como muestra el gráfico, en 1900, el hogar medio dedicaba alrededor 58 horas semanales a las tareas de hacer la colada, cocinar y limpiar; en 1975, menos de un tercio (17 horas).

¿Qué hay más allá de esta asociación empírica? El artículo intenta simular como un hogar que decidiera de forma unitaria (asumiendo que el consumo se comparte igualitariamente) lo que es mejor conjuntamente, optaría por que ambos miembros trabajen o sólo uno y cuantas horas dedicarían al trabajo en el mercado y al doméstico, en función de su renta y del precio y difusión de la tecnología doméstica. De esta forma, se puede simular la evolución de la participación femenina y ver en qué medida la evolución de la tecnología doméstica importa. La investigación encuentra que solamente el progreso tecnológico -haciendo abstracción de otros factores- puede explicar más de la mitad del aumento producido por el modelo.

Otro resultado interesante es que la incorporación de las tecnologías domésticas hace más sensibles (más “elásticos”) a los hogares a la remuneración. Esto parece intuitivo: en ausencia de electrodomésticos, las mujeres están “atadas” al hogar, no importa lo importante que sea su sueldo. Cuando aparecen los electrodomésticos, cada euro ganado en el mercado laboral se puede usar para compensar el trabajo doméstico que deja de hacerse.

De los modos de producción domésticos a la estructura de género

El modelo es una simplificación y no puede dar cuenta, solo usando la evolución de la tecnología doméstica, de todos los cambios en el estatus socioeconómico de las mujeres. No obstante, arroja luz sobre mecanismos interesantes. Es posible añadir algunos elementos para que se convierta en un relato verosímil, uno que ser como sigue. En el siglo XX, se producen dos innovaciones que interactúan. Por un lado, laeconomía cambia, la importancia de la industria pesada cae, y cada vez importan más actividades como los servicios o profesiones que requieren “más cerebro que músculo”. De esta forma, la ventaja masculina en la producción de mercado casi desaparece. Por otro lado, el tiempo necesario para mantener un hogar en marcha cae dramáticamente gracias al cambio en los modos de producción domésticos. La interacción entre el aumento del coste de oportunidad de permanecer en casa (con el aumento de la remuneración femenina), y el ahorro en horas de trabajo necesario para mantener un hogar, destruyó el sentido económico que tenía a principios del siglo XX optar por una división sexual del trabajo tradicional.

Este estado de cosas cambió la posición de negociación de las mujeres, que progresivamente fueron incorporándose al mercado laboral y teniendo un mayor protagonismo en la toma de decisiones doméstica. En última instancia, puede pensarse que también terminó afectando a las actitudes y preferencias de los individuos, contagiándose también al ámbito público, los estereotipos y normas sociales.

El papel del progreso tecnológico se enfatiza a menudo en relación con el crecimiento económico y especialmente en relación con la productividad de las empresas. Sin embargo, la importancia es igualmente grande para la productividad y el bienestar domésticos y como estos cambios propician grandes transformaciones sociales, cambiando los intereses y los equilibrios de poder que estructuran las relaciones entre distintos grupos. El descubrimiento de la electricidad, la ingeniería del agua corriente y otras invocaciones que a priori asociamos con una mayor comodidad afectó drásticamente también a las relaciones entre sexos.

La aparición de los bienes de inversión domésticos fue una de esas grandes transformaciones que hizo posible que viviéramos en una sociedad más igualitaria. Pero su repercusión fue probablemente mucho más amplia, afectando a las actitudes políticas. Un ejemplo, es esta descripción de Eric Hobsbawm de los obstáculos a los que se enfrentaban los comunistas británicos al hacer proselitismo:

Indeed, the economy of consumer durables for the masses had passed them by everywhere before 1914 and everywhere except North America and Australasia between the wars. A British Communist organizer sent to the arms factories of wartime Coventry, as militant as they were prosperous came back open mouthed: “Do you realize” he told his London friends, myself among them, “that up there the comrades have cars”. Eric Hobsbawm, The Age of Extremes, pg 305

Aquí como en tantos otros sitios parece que el ser, si no determina, al menos sí afecta a la conciencia, y por ello, al equilibrio del conflicto.

 

* Economista. Columna publicada en Politikon.es.

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