Cataluña: La larga marcha por la libertad

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Cataluña comenzó la campaña electoral para las elecciones del 27-S, que pretenden la separación de España. Las fuerzas independentistas buscarán la mayoría absoluta para empezar lo que llaman la \”desconexión\”.

“El Estado español es hoy lo que es, para bien y para mal, debido a la colaboración de Cataluña. Esta se ha basado en el reconocimiento de que existe una realidad catalana diferenciada pero dentro de la española”. Eso es lo que Artur Mas, el premier catatán, se dispone a dinamitar frente a la tesis que sostiene el historiador Santos Juliá.

“Fue ayer aunque parece cosa del siglo XIX -prosigue Juliá-, cuando imperaba en Cataluña lo que Josep M. Fradera definió con toda exactitud como sentimiento de doble pertenencia: España era la nación y Cataluña la patria de los catalanes. Y fue ayer, en abril de 1976, cuando Jordi Pujol, en ocasión de su primer viaje a Madrid como líder de Convergencia Democrática, dejó en un discurso pronunciado en el Ateneo una nueva y diferente versión de aquella doble pertenencia: ‘Queremos, ante todo, ser catalanes, y queremos de parte entera, desde nuestra catalanidad, ser españoles’. España -añadió- es para nosotros un país plurinacional. Y consecuentemente, Cataluña es, dentro del Estado español, una nacionalidad”.

Cataluña celebró el 11 pasado una de las Diadas (el Día Nacional) más importantes de su historia, que coincidió con el inicio de la campaña electoral para las elecciones del 27-S, que pretenden separar Cataluña de España. En estos comicios, las fuerzas independentistas, que confiaban en hacer una demostración de fuerza, intentaron conseguir la mayoría absoluta para empezar lo que llaman la desconexión de España.

Se daba por descontado que la celebración iba a representar un nuevo éxito para sus organizadores y así fue. Gracias a un perfecto dominio de lo que es el espectáculo audiovisual y las técnicas de la escenografía de masas, la sensación de gran movilización popular (que oscila entre 1,4 millones de manifestantes y 52 mil, según el Gobierno nacional y según a quien se le pregunte) a favor de la independencia de Cataluña pretende compensar el cambio de naturaleza de la Diada. Frente a las fiestas nacionales precedentes, en las que los propios organizadores insistían en no ir mas allá de la coloración independentista, la del 11 se circunscribió básicamente a las candidaturas de “Junts pel Si” (Juntos para el Sí) y la CUP, que concurren a las inminentes elecciones del próximo día 27 con el objetivo de la independencia.

No hay duda de que ambas cuentan con el respaldo de mucha gente, como se vio en la Meridiana de Barcelona (una de las avenidas que atraviesan la ciudad), y desde luego se merecen el respeto hacia quien se manifiesta legal y pacíficamente. Pero tampoco hay duda del pecado político que implica poner la fiesta nacional de toda Cataluña al servicio electoral exclusivo de una parte de ella, como advirtió el diario “El País” en su editorial del día 12.

La perfecta y medida conducción de la precampaña y de la campaña secesionista contrasta con la sensación de desorganización y falta de entendimiento entre los sectores políticos que no son partidarios de la secesión, pese a que, muy probablemente, representan a la mayoría de los catalanes. Una minoría numerosa, pero minoría al fin, está consiguiendo apropiarse indebidamente de todos los resortes de influencia en Cataluña, empezando por los medios de comunicación públicos, escandalosamente volcados en el apoyo a las opciones secesionistas.

Pero hay que tener en cuenta la amplia difusión de los sentimientos independentistas y de aquellos que, sin serlo, desean cambiar el “statu quo”. El Gobierno conservador de Mariano Rajoy se ha dado cuenta muy tarde de las dimensiones del problema y el indicio de que esta cuestión se discute en el propio Partido Popular (PP) –más de lo que admiten en público- es la posición del ministro de Exteriores, José Manuel Garcia-Margalló, favorable a un cambio del sistema impositivo y a una reforma constitucional, que muchos de sus correligionarios rechazan con aspavientos.

“La prolongación del inmovilismo es una falsa salida. Hay que abrir paso al diálogo interrumpido; a la reforma de la Constitución y al federalismo, para las que ya existen propuestas socialistas, y a interpretaciones de la legalidad más flexibles e incluyentes que las aplicadas en los últimos años. Todo eso ha de ser acunado por una mayor cercanía del conjunto de la sociedad catalana hacia la del resto de España y viceversa, sin la cual los líderes más osados continuarán creyéndose autorizados a mantenerse en la cerrazón, para mal de los catalanes y de todos los españoles”, afirma “El País”..

El avance del proceso soberanista en Cataluña ha hecho que cada día sea más difícil ver en una misma fotografía a los representantes de todos los partidos en esa comunidad. Los primeros actos institucionales de la Diada celebrados esta semana ya registraron las evidentes ausencias del PP y de Ciudadanos, que consideraban que esa jornada se ha convertido en un acto electoral al servicio del soberanismo. La izquierda independentista de la CUP tampoco asistió pero por motivos diferentes.

Pese a las ausencias, el presidente de la Generalitat, Mas, aseguró en su discurso por la Diada que la concentración de esa tarde había sido el acto más notorio de esa jornada. También elogió el carácter pacífico de las multitudinarias manifestaciones que se hicieron proclamando “el carácter de Cataluña como nación y expresando un anhelo de libertad”.

Sin pronunciar nunca la palabra independencia, algo recurrente en sus intervenciones, Mas dejó muy claro que a partir del 27-S se tendrá que hacer caso a lo que digan las urnas. Y no solo la Generalitat. “Una vez que la gente haya hablado a través del voto todos deberemos asumir la decisión de la mayoría”.

Uno de los elementos a los que ha recurrido el soberanismo para movilizar a los suyos esta semana son las dudas dentro del PSOE sobre si Cataluña deber ser o no reconocida como “nación” en una eventual reforma constitucional. Mas no desaprovechó la oportunidad de decir lo suyo en un discurso que fue emitido por TV. “Me parece grave hoy en día que, apelando a la Constitución y al espíritu de 1978, se menosprecie, se tergiverse y hasta se ofenda la voluntad de muchos catalanes de votar para decidir el futuro político del país; y que se niegue de forma tan interesada y con malas artes nuestra condición de Nación”.

Pese a negarlo formalmente, casi todos los partidos han acabado por diseñar la campaña electoral como un plebiscito independentista. Lo reflejan sus programas y sus lemas de campaña. “Junts pel Sì” apela a la épica en unas elecciones excepcionales con el lema “El voto de tu vida”. Unió ha acuñado el lema “la fuerza del seny” (sentido común), mientras que el PSC de Miquel Iceta proclama “Por una Cataluña mejor en una España diferente”.

La lista del PP que lidera Xavier Garcìa Albiol llama a la unidad contra el soberanismo con el lema “Unidos ganamos, plantemos cara”. “Una nueva Cataluña para todos” es el mensaje que transmitirá Ciudadanos. La coalición de Podemos ICV-EUiA escogió como eslogan “La Cataluña de la gente”, mientras que la CUP propone “27-S por la ruptura, gobernémonos. Independencia y proceso constituyente”.

El PP y Ciudadanos quisieron aprovechar la jornada del 11 para hacer oír la voz de los independentistas en sendos actos electorales. Como alternativa a la manifestación de la Diada, García Albiol celebró un acto de partido en Barcelona y leyó un manifiesto en el que se lamentaba que esta se haya convertido en “un acto independentista” y reclamó que vuelva a ser un acto de todos los catalanes. Ciudadanos organizó una paella popular en Tarragona. Este año, en cambio, la entidad anti independentista Sociedad Civil Catalana renunció a realizar un mitin alternativo.

En este “rifi-rafe” de si Cataluña es nación o parte de España no hay intelectual que no se haya pronunciado. Se desempolvaron reflexiones del difunto Ricardo Vázquez Montalbán versus el cantante Lluís Llach, hoy al lado de Mas.

Pero quien supo, más que nadie, dar cuenta del estado de la gente fue la directora catalana Isabel Coixet (“La vida secreta de las palabras”) y lo hizo en un texto valiente y delicado. “Somos lo peor de cada casa. Y somos muchos. Más de lo que parece. Más de lo que todo el mundo cree. Pasamos casi desapercibidos, caminamos de puntillas. Somos los tímidos que nos hallamos en las discusiones porque lo nuestro no es discutir, los que no sabemos a quién votar porque nos parece que la votación está mal planteada de raíz, los que estamos encerrados con un solo juguete y ansiamos salir porque pensamos que sin juguetes, ahí afuera también se puede jugar. Nos dan apuro los gritos, los himnos, las marchas, las banderas, los discursos. No son para gente de nuestra calaña, pero somos perfectamente capaces de tolerarlos y de respetar a los que vibran con ellos aunque carezcamos de ese esquivo gen que nos permitiría pasarlo en grande en los pasacalles”.

La intelectual catalana describe a la perfección un estado de ánimo. “Somos catalanes a los que la independencia y todo lo que supone nos da una pereza inmensa. Ciudadanos de carta, frívolos y vagazos, conscientes de estar cometiendo un sacrilegio espantoso por el que asumimos la penitencia y el castigo que caerá inexorablemente sobre nuestras cabezas. Ya lo he dicho: lo peor de cada casa. La idea de España no nos fascina pero no nos repugna. No sabemos si los rumores sobre la lista negra de los catalanes de pacotilla son ciertos, pero por supuesto estamos a favor de su existencia: gente como nosotros no debería tener cabida ni voz en esta gran nación que al parecer se avecina”.

Y completa: “Desde hace demasiados años nos sentimos atrapados en el tiempo como Bill Murray en ‘El día de la marmota’, pero ni siquiera tenemos una Andie Mc Dowell por la que merezca la pena despertar una y otra vez en el mismo día eterno y escuchar hasta el aburrimiento a Sony and Cher cantar I’ve got you babe. Seguro que hay cosas peores, pero ahora mismo no se me ocurre ninguna”.

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