Aires de cambio al norte de África – Parte I

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Túnez, Argelia, Egipto, cada uno en su dimensión y proporción, son países que dependen mayoritariamente del negocio de los hidrocarburos. Las revoluciones y guerras en la zona alteraron el escenario geopolítico. Y no se puede prever un desenlace.

Por Gustavo Fiuma

Desde que se desataron las revueltas en Túnez no hay duda de que los acontecimientos que se han ido sucediendo en el Norte de África tienen claras implicaciones energéticas. Con la excepción del caso de Libia, los temores acerca de posibles interrupciones en los suministros por parte de los productores norafricanos y el bloqueo de los corredores energéticos egipcios, básicamente al tránsito por el canal de Suez y el oleoducto Sumed, no se materializaron. Esto es relevante para Europa. Cierto es que en Libia se interrumpió el suministro de gas y petróleo, pero también se produjeron otras perturbaciones significativas.

Inmediatamente después de la salida del ex presidente Ben Alí el caos en que quedó sumido transitoriamente Túnez hizo que las exportaciones argelinas de gas a Italia a través del gasoducto Transmed, una parte del cual recorrer Túnez, cayeran en un 40%, pero rápidamente retomaron su nivel normal. El gasoducto árabe (Arab Gas Pipeline) que exporta gas egipcio a Siria y Jordania y, mediante su conexión con el ramal Arish-Ashkelon, a Israel, padeció al menos dos ataques en los últimos meses que interrumpieron el transporte de manera prolongada a sus destinatarios. No obstante, el Canal de Suez y el Sumed (7% del comercio mundial de GNL y cerca del 10% del de crudo, sumando el canal y el oleoducto) no se vieron afectados, ni tampoco las exportaciones argelinas, salvo la breve interrupción mencionada en el Transmed.

Aunque estas perturbaciones tuvieron un impacto a corto plazo sobre los precios y la logística de la industria, no se alteraron de manera sustancial los fundamentos del mercado, en el sentido de que fue capaz de ajustarse mediante precios y sustituyendo la producción libia por la de otros orígenes, básicamente África Occidental. Cabe señalar que los países del Norte de África nunca interrumpieron voluntariamente sus suministros a la Unión Europea, incluso en situaciones tan extremas como las atravesadas por Argelia en la década del \’90 o el embargo parcial impuesto a Libia a raíz del atentado de Lockerbie, en 1988. Los hidrocarburos son el principal componente del PBI de Argelia y Libia, y aportan cerca del 16% del PBI egipcio (al que puede sumarse el 3,5% del PBI que suponen las rentas del Canal de Suez), por lo que el costo económico de interrumpir los suministros es altísimo para estos países.

Una vez calmadas las incertidumbres a corto plazo referidas a las interrupciones en el abastecimiento de gas y petróleo, el nuevo contexto del Norte de África influye sobre todo por la posibilidad de que altere las futuras condiciones de producción y exportación de los hidrocarburos de la región. Pero no tanto porque se produzcan interrupciones del suministro sino por la posibilidad de que se vean frenadas las inversiones en el \”upstream\” y las infraestructuras de exportación a raíz de un cambio en las preferencias de los gobiernos. Hace años que los analistas vienen advirtiendo de las necesidades de inversión en exploración y producción de Medio Oriente y el Norte de África, y la actual situación política no parece que vaya a facilitar ese proceso en el corto plazo.

Ya en el World Energy Outlook de 2005, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) advertía que un \”escenario de inversiones diferidas\” en la región conllevaría una producción de hidrocarburos mucho más baja que impulsaría los precios al alza.

Pero también es importante contemplar un escenario a más largo plazo en que unos regímenes nuevos puedan, si se superan las dificultades económicas de la transición política, proveer condiciones más atractivas para la inversión en el \”upstream\” y mejorar así, simultáneamente, sus oportunidades de crecimiento y la seguridad energética europea. En este contexto resulta interesante analizar entonces en qué medida la nueva situación puede afectar a las políticas de extracción y exportación de Egipto y Argelia. Y además, ver cómo el malestar social limita la necesaria reforma de los sistemas de subsidios al consumo de energía vigentes en la mayoría de estos países, especialmente en Egipto y Argelia. Ambos vectores de cambio reducen a corto plazo el espacio de maniobra de la política energética de la región y pueden suponer la alteración de los escenarios previstos en productores clave para Europa como Argelia y Egipto.

Por último, en virtud de que el conflicto libio retiró del mercado a un abastecedor estratégico de la UE, se analizará el doble interrogante de cómo los aspectos energéticos influyen en la evolución del propio conflicto y, sobre todo, cómo preparar la posguerra en un país complejo del que se tiene una información incompleta, pero que alberga las mayores reservas de hidrocarburos de África.

Primer vector de cambio: nuevas preferencias en las políticas de extracción y exportación de Egipto y Argelia. El primer país norteafricano exportador de hidrocarburos en verse afectado por un cambio de régimen fue Egipto. Aunque no tiene el peso de Argelia en los mercados energéticos mundiales, se trata de un actor importante que cuenta con más del 2% de la producción y las exportaciones mundiales de gas, y más del 1% de las reservas probadas. Y, si bien en menor medida que Argelia, también es un proveedor estratégico de gas para Europa. Los principales compradores de gas egipcio son precisamente EE.UU. y España, seguidos por el mercado subregional (Jordania, Israel y Siria) y, con un menor peso, otros mercados europeos, esencialmente Francia y el Reino Unido, y algunos países asiáticos.

El sector gasífero egipcio experimentó un rápido desarrollo durante la última década, pasando de una producción de 2.000 millones de m3 a 64.000 millones entre 1980 y 2009. No obstante, la exportación se vio limitada por el fuerte aumento de la demanda interna, que creció al 8% durante la última década debido a la demografía, la urbanización y la modernización económica y social del país. En efecto, en 2009 el consumo interno representaba más del 70% de la producción de gas. El grueso de las exportaciones se basa en el GNL, con una capacidad de licuación de 16.000 millones de m3, aunque las exportaciones se situaron en promedio entre 2007-2009 en los 14.000 millones de m3, y alrededor de 5.000 millones de m3 fueron exportados por gasoducto a Jordania, Israel y Siria.

El gobierno egipcio viene manteniendo para las reservas de gas la denominada política de los tres tercios: un tercio para cubrir las necesidades domésticas, otro para la exportación y el último para las generaciones futuras. Egipto intentó atraer inversiones extranjeras para modernizar y desarrollar todos los segmentos del sector gasífero, desde la producción y exploración hasta la comercialización y distribución. No obstante, la presión sobre las exportaciones viene aumentando en los últimos años. Ya antes del derrocamiento de Hosni Mubarak había fuertes presiones populares en contra de aumentar las exportaciones de gas y a favor de redirigir la producción hacia el mercado doméstico. Esta tendencia se aceleró con las revueltas y el mayor peso de la población en las decisiones económicas del gobierno. Las presiones fueron especialmente intensas para las exportaciones destinadas a Israel, que depende en más de un 40% del gas egipcio. Uno de los aspectos que generó un mayor malestar interno fue la queja de que los precios estipulados en los contratos son demasiado bajos, especialmente con Israel, pero también con Jordania y Siria.

El gasoducto que atraviesa el Sinaí fue objeto de sabotajes atribuidos históricamente a las tribus beduinas de la Península, donde los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad son frecuentes. Sin embargo, también se ha especulado con que las acciones más recientes de sabotaje pudieran tener su origen en grupos islamistas radicales. En febrero, una explosión en el gasoducto cortó las exportaciones a Israel y Jordania durante más de un mes. La terminal de al-Sabil, cerca de Israel, fue atacada de nuevo a fines de abril, forzando de nuevo el cierre del gasoducto, probablemente durante más tiempo.

Esta situación afecta gravemente a Israel y a Jordania, muy dependientes del gas egipcio. En el caso de Israel, probablemente impulse una reorientación de su política de abastecimientos y acelere el desarrollo de sus yacimientos \”offshore\” de gas y el tránsito hacia el GNL. En ese caso, en el futuro una parte importante de las exportaciones egipcias de gas podrían quedar liberadas para redirigirse hacia otros mercados.

Más allá de las implicaciones sobre los mercados energéticos, el impacto geopolítico puede ser relevante. Israel prefirió adquirir gas egipcio antes que contratar suministros del campo \”offshore\” de Gaza Marine, con participación de British Gas. Lo hizo para que la provisión no dependiera de la franja de Gaza y para no proporcionar a Hamas recursos económicos adicionales. En realidad, el gas de Gaza Marine sería exportado a Egipto y, mediante \”swap\”, enviado a Israel a través del gasoducto Egipto-Israel. El resultado final para Israel sería subóptimo si tuviese que afrontar la interrupción de suministros y/o la renegociación de las condiciones de los contratos con Egipto, motivo por el cual reinició en marzo pasado una ronda de negociaciones para adquirir el gas de Gaza tras el primer sabotaje de la terminal de al-Sabil.

La presión se ha extendido al conjunto de las exportaciones egipcias y en los últimos años se ha paralizado la firma de nuevos contratos, retrasando los planes del gobierno para desarrollar la exportación y la exploración, especialmente en zonas \”offshore\”, más prometedoras pero donde las inversiones necesarias son mayores.

A fines de abril, el nuevo gobierno ordenó una revisión de los precios y volúmenes negociados en los contratos de suministro con Israel, Jordania y el operador del tren de GNL de Damietta, SEGAS. Una semana antes la Fiscalía General había ordenado la detención del ex ministro del Petróleo por facilitar la exportación de gas a Israel a precios inferiores a los del mercado internacional. Es insoslayable que los niveles de pobreza energética padecidos por un país con importantes recursos de gas han provocado un gran malestar social (Egipto se sitúa por debajo de Cuba en el índice de desarrollo energético de la AIE). Este malestar se ve agravado por las sospechas de malversación y corrupción en los contratos de exportación por parte del régimen anterior.

Pese a ello, las exportaciones de gas siguen siendo una de las mejores opciones del país para ayudar a financiar su transición política y apoyar el crecimiento económico a largo plazo. Pero para ello se requieren grandes inversiones que sólo pueden encarar las compañías internacionales.

La situación económica egipcia no brinda además demasiado margen: las reservas de divisas cayeron más del 20% entre diciembre 2010 y abril de 2011 a 28.000 millones de dólares, lo que representa siete meses de importaciones. Debe equilibrar la cuenta corriente de la balanza de pagos, que pasó de un déficit del 2% del PBI en 2010 a cerca del 7% en 2011 según \”The Economist Intelligence Unit\”. En el corto plazo, Egipto no podrá contar con nuevos recursos gasíferos pero una parte de las exportaciones dirigidas por gasoducto al mercado subregional (Israel) susceptibles de interrupción o renegociación puedan desviarse hacia los mercados internacionales aprovechando la capacidad excedente de licuación, estimada en unos 2.000 millones de m3.

Respecto a Argelia, aunque no experimentó revueltas de la magnitud de las vividas en Egipto o Túnez, sí registró numerosas protestas sociales desde hace varios años que se intensificaron por el efecto contagio de sus vecinos en los últimos meses. Estas protestas incluyen la inmolación de numerosos ciudadanos argelinos, un gran número de huelgas de diferentes sectores y una presión política creciente por parte de organizaciones opositoras sobre el gobierno para redistribuir de manera más equitativa las rentas generadas por los hidrocarburos y emprender reformas políticas.

Es cierto que el fantasma de una revolución a la tunecina o a la egipcia se evaporó por el trauma que supuso la guerra civil de los \’90, generando un rechazo generalizado entre la población y la clase política a cambios bruscos que puedan entrañar una nueva ola de violencia e inestabilidad. Pero eso no impide que las preferencias del gobierno en materia de políticas de extracción y exportación puedan cambiar ante una nueva situación que buena parte de la clase política parece no saber muy bien cómo afrontar.

Argelia representa aproximadamente el 3% de la producción de gas natural y el 6% de las exportaciones mundiales y cuenta con las segundas reservas de gas de África, sólo por detrás de Nigeria. Recientemente, Yousef Yousfi, ministro argelino de Energía, afirmó que el país cuenta también con abundantes reservas de gas no convencional. De hecho, a fines de abril pasado el grupo argelino Sonatrach firmó con el italiano Eni un acuerdo de cooperación para la exploración de shale gas (gas de arcillas compactas), si bien dicho acuerdo no implica el compromiso por parte de Eni de desarrollar el gas no convencional en el país. El escaso éxito de las últimas rondas de adjudicación de licencias para la exploración y producción, así como las complejas y costosas tecnologías que implica el desarrollo del gas no convencional parecen poner en duda que puedan cerrarse contratos en firme bajo los términos actualmente ofrecidos por el gobierno. En todo caso, la importancia estratégica de Argelia en las importaciones europeas de gas es muy superior a la de Egipto. Argelia es el tercer proveedor de gas de la UE tras Rusia y Noruega, suministrando alrededor del 25% de las importaciones de gas comunitarias, y primero de España e Italia.

Argelia es una economía dominada por los hidrocarburos, a diferencia de Egipto, que cuenta con una economía más diversificada. Los hidrocarburos representan más de la mitad del PBI, casi las tres cuartas partes de los ingresos fiscales del país y el 97% de sus exportaciones, un grado de concentración que se encuentra entre los más altos del mundo y que Argelia fue incapaz de remediar en los últimos 40 años. Pero al problema de la ausencia de diversificación se suma la evidente incapacidad del país para alcanzar los objetivos fijados de exportación de gas: 85.000 millones de m3 para 2010 y 100.000 millones de m3 en 2020 frente a los 55.000 millones de m3 efectivamente exportados en 2010.

Algunos analistas plantean que los estrangulamientos observados en las exportaciones de gas se deben a problemas en el \”upstream\” argelino y no a sus infraestructuras de exportación, que se habrían desarrollado más rápido de lo que las actividades de exploración y producción pueden alimentar; en ese caso, hasta que la nueva oferta llegue al mercado hacia 2014-2015, la política de exportación argelina se basaría en maximizar el valor de las exportaciones y no en mantener la cuota de mercado, como ha ocurrido en el pasado. Otros expertos alertaron sobre los problemas planteados por lo que el establishment argelino (al igual que otros productores mundiales) siempre consideró una política de extracción demasiado agresiva por parte del anterior ministro de Energía, Chakib Khelil. En todo caso, el énfasis en atender las demandas internas de gasto social derivadas de la nueva situación política en el Norte de África puede desviar las necesarias inversiones por parte de Sonatrach en el \”upstream\”. La demanda de gas en Argelia creció a un ritmo superior al 8% entre 1970 y 2005. Adicionalmente, sin un cambio de las vigentes condiciones exigidas a las empresas extranjeras, que han desincentivado la inversión en los últimos años, Argelia tampoco puede contar con su aporte para compensar eventualmente ese desvío de recursos.

Por otro lado, la preferencia por los contratos a largo plazo, otro de los ejes de la política de exportación de gas de Argelia, puede necesitar adaptarse a las nuevas condiciones del mercado del gas. Éste se encuentra cada vez más desacoplado del mercado del petróleo y afectado por el auge del gas no convencional en EE.UU. y, tal vez en el futuro, en algunos países de la UE como Polonia. Pero además, el desarrollo del mercado del GNL ha permitido a nuevos productores irrumpir en los mercados europeos de gas, aumentando la competencia y amenazando la cuota de mercado de Argelia. Todos estos vectores apuntan a una política de inflexibilidad en los precios pero de flexibilidad en las cantidades sin alterar la estrategia basada en los contratos a largo plazo. La actual situación político-social del país refuerza esta tendencia.

………

En general, tanto en Egipto como en Argelia, o en Libia antes del estallido del actual conflicto, el \”upstream\” de gas y petróleo padece de unas condiciones poco atractivas para la inversión, sobre todo en términos fiscales. La situación actual de mayores necesidades presupuestarias dificulta revertir esa tendencia y, de hecho, puede reforzarla. Una de las formas de maximizar a corto plazo la renta de los hidrocarburos en un contexto de precios elevados del crudo es precisamente endurecer su fiscalidad. En ese caso, las inversiones en el upstream seguirán siendo reducidas y el potencial de producción y exportación no se verá realizado, privando a largo plazo a las economías productoras del Norte de África de un factor fundamental de crecimiento económico y a Europa de nuevos recursos energéticos en su vecindad. El sector gasífero egipcio necesita inversiones importantes para abastecer el crecimiento de su demanda interna a mediano y largo plazo. Ya antes del cambio de gobierno los analistas consideraban que esas inversiones sólo podían proceder del sector privado y para ello se requerían reformas importantes de las políticas egipcias. La nueva situación refuerza la importancia de esas inversiones privadas ante las nuevas demandas que debe atender el sector público, pero la incertidumbre dificulta la participación de las compañías extranjeras.

Respecto a las políticas de exportación, la llegada del nuevo gobierno egipcio puede alterar las preferencias tradicionales del país y reducir el porcentaje de reservas asignado a las exportaciones, aunque a corto plazo ese riesgo parece afectar sobre todo a los precios estipulados con Israel y, en menor medida, Jordania. En el largo plazo, la oposición popular a aumentar la exportación de gas también puede afectar a la construcción de nuevas infraestructuras de exportación. Por otro lado, la inestabilidad en Siria pone en duda la realización del tramo del Arab Gas Pipeline en este país y por tanto su conexión con Turquía y el mercado europeo. En el caso argelino, los ambiciosos objetivos de exportación de gas parecen más inalcanzables en presencia de presiones sociales en contra del descenso de los subsidios internos y de políticas de extracción más agresivas. En suma, si no se consigue mejorar la situación presupuestaria de estos países, puede darse un estancamiento de sus niveles de producción y exportación, con el consiguiente perjuicio a largo plazo para su propio desarrollo económico y el abastecimiento de los importadores europeos.

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