Cristina, llena eres de gracia

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Los ingenieros electorales del Gobierno trabajan en segmentos específicos para romper el cercano \”techo\” del 40%. La oposición apenas trata de perder con dignidad. ¿Lo logrará?

No hay nada que haga hoy el kirchnerismo que lo obligue a pagar grandes costos políticos. En rigor, habría que decir que, bajo el paraguas de Cristina Kirchner, el oficialismo vive un momento de excepción, lanzado a conseguir los puntos que le hacen falta todavía para superar el piso del 40% de los votos que le garantice un triunfo en primera vuelta el próximo 23 de octubre.

Agustín Rossi en Santa Fe consiguió un éxito que nadie imaginaba hace apenas tres meses. Y lo obtuvo porque es quien mejor representó el ultracristinismo, una categoría que paulatinamente reemplaza al ultrakirchnerismo. Lo mismo podría decirse de otras elecciones provinciales en las que la influencia política de la Presidente resultó decisiva para inclinar la balanza a favor de los candidatos del oficialismo.

A partir de esta certeza, casi todos los movimientos de la oposición, hoy, dirigen sus esfuerzos a evitar una derrota aplastante. O a conseguir un fracaso digno, si se prefiere.

Decimos casi porque, tal como se están definiendo las alianzas, ese objetivo podría estar más cerca o más lejos, según sea el caso. Veamos.

El triunfo del candidato prohijado por Hermes Binner en Santa Fe instaló al gobernador socialista frente a un dilema. Puede optar por un trabajo a mediano plazo y por el crecimiento de un polo de centroizquierda con el movimiento social que lidera Víctor De Gennaro, el Proyecto Sur de \”Pino\” Solanas y el GEN de Margarita Stolbizer. En este caso, podría candidatearse a Presidente por esa alianza, probablemente con Alcira Argumedo, del solanismo, como compañera de fórmula. Si así no fuera, si se inclinara por el radicalismo, que lleva como candidato presidencial a Ricardo Alfonsín, Binner podría ser el segundo de ese binomio. Se trataría ésta de una elección entre la \”alianza grande\” y la \”alianza chica\”, como marcamos en su momento en esta columna. De optar entre un acuerdo más pragmático, más amplio, y otro más consistente ideológicamente pero menos ambicioso en el corto plazo. Debería elegir entre ser cola de león o cabeza de ratón.

Alfonsín y su amigo Binner tuvieron un cruce sin antecedentes cuando el primero comenzó a avanzar en un acuerdo con el ex peronista federal Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires. A los pocos días, y gracias a la relación personal y política que mantienen, lograron sortear ese escollo con el sencillo trámite de advertir que cada partido estaba liberado de llevar adelante los acuerdos que considerara oportunos en cada distrito. De una extensa charla entre ambos surgió esta salida y Binner no volvió a hablar de De Narváez.

De inmediato, Alfonsín y el \”Colorado\” aparecieron en reuniones públicas con Graciela Ocaña, que dejó plantado a \”Pino\” en la Ciudad no hace mucho y confunde a propios y a ajenos con sus cabriolas. \”La Hormiguita\” se mueve hacia derecha e izquierda con su bagaje de honestidad administrativa y una obsesión que Alfonsín y De Narváez comparten: Hugo Moyano. El líder de la CGT es considerado por este trío, a futuro, como el verdadero \”talón de Aquiles\” del kirchnerismo.

Naturalmente, el objetivo de la Comisión de Acción Política del radicalismo es el de imitar el pragmantismo del gobierno en sus alianzas y sumar a diestra y siniestra. Aunque a esta altura parece difícil que se doble y todo indica que va camino a quebrarse.

Así las cosas, para la oposición se avizoran dos escenarios: en el primero, un acuerdo entre Alfonsín, Binner y De Narváez podría cosechar entre 20 y 25 puntos; si Binner optara por liderar a la centroizquierda, Alfonsín vería mermar significativamente su caudal de votos: en este caso, el hijo del ex presidente podría rondar entre el 15 y el 18 por ciento, mientras que Binner, De Gennaro, Stolbizer y Solanas podrían acumular entre 8 y 10 por ciento de las adhesiones.

Lilita Carrió y Felipe Solá son, por ahora, dos enormes interrogantes: de nuevo, si Solá venciera en la interna del 14 de agosto en el Peronismo Federal, su candidatura se potenciaría y, traccionando a los sectores peronistas antikirchneristas, podría \”castigar\” la performance tanto de Alfonsín como de Binner, o la de ambos si van unidos. Lilita, por su lado, demostrando que es sectaria y excluyente, no descarta una alianza postinternas obligatorias con Solá pero siempre que el ex gobernador no haga un acuerdo explícito con Eduardo Duhalde. Ese derecho a veto podría instalarla cómodamente en un quinto puesto en la grilla de la primera vuelta.

La Ciudad de Buenos Aires, por su parte, confirma la tesis del principio: el kirchnerismo vive en estado de gracia. La Presidente se decidió por la fórmula Daniel Filmus-Carlos Tomada y dejó a Amado Boudou sin premio, según la visión de varios analistas. Sorprende esta interpretación: el ministro de Economía está llamado a ser un \”superministro\” si el kirchnerismo es reelecto. Boudou fue salvado por Cristina de una derrota segura en la Ciudad frente a Mauricio Macri, quien en todas las encuestas mejoraba su performance frente al titular del Palacio de Hacienda. La diferencia de Macri con Filmus es menor, pero no tan exigüa como aseguran algunos encuestadores particularmente interesados. Como en tiempos de Domingo Cavallo, podría repetirse el esquema de un superministerio conducido por Boudou en el que volverían a confluir Economía, Infraestructura, Ganadería e Industria. O hasta podría aspirar a la jefatura de Gabinete, posición desde la cual debe coordinarse la acción de todo el Gobierno. Ninguna de estas opciones parece reservada a alquien que perdió una disputa interna. La Presidente, en realidad, lo \”reservó\” pensando en su nuevo mandato.

Para completar, una anécdota puede ayudar a pintar mejor el panorama.
La elección en Chubut, que Cristina ayudó a polarizar con un solo acto a cinco semanas de los comicios, dejó al dasnevista Martín Buzzi al borde de ganar la gobernación. En seis mesas se votará el próximo domingo pero si Buzzi llegara a triunfar, con acendrado sentido común ya anticipó que \”viajaría al día siguiente a Buenos Aires a arreglar\” con el Gobierno nacional.

Al menos en los primeros dos años de un eventual nuevo mandato de Cristina, y después de un resultado holgado en octubre, resulta difícil imaginar un gobierno más abierto y negociador. Según la visión actual del elenco gobernante, no haría falta. Más bien, todo lo contrario: con el poder concentrado en pocas cabezas, sería el tiempo de \”profundizar el modelo\”, no de ponerlo en debate.

En este punto conviene apuntar que la Argentina política camina a dos velocidades. Mientras que el kirchnerismo da por sentado que deberá administrar la cosa pública entre 2011 y 2015, y Cristina prepara su postulación y hasta al próximo elenco gobernante, el mayor conglomerado opositor -que hace eje en el radicalismo- se enfoca en cómo será el 2013, el año en el que la Presidente, si fuese reelecta, debería enfrentar los comicios legislativos de mitad de su último mandato. Ese año representa un horizonte político por varias cuestiones: en 2013, por ejemplo, la Justicia fijó el plazo para que se defina la desinversión en medios del Grupo Clarín; con dos años de gobierno, el kirchnerismo debería haber resuelto la amanaza que supone el actual nivel de inflación y el retraso del dólar, por citar sólo dos de muchas incertidumbres económicas; y en 2013, finalmente, la Presidente debería tener resuelta su herencia política.

La Argentina económica, por su lado, también se desenvuelve a velocidades diferentes. En el \”staff\” técnico del Gobierno algunos sostienen que habría que dar la \”batalla cultural\” contra aquellos ortodoxos que alertan, ahora, por el alto nivel inflacionario. Un alto funcionario, en una reunión privada, se envalentonó: esta semana: \”Yo no puedo por mi cargo, pero tendríamos que decir: \’Sí, hay inflación, ¿y qué?\’\”

El cuento sirve, entre otras cosas, para graficar el estado de ánimo que impera en las huestes más convencidas del oficialismo. Pero también para advertir que se ahonda el abismo entre el establishment y la heterodoxia kirchnerista.

Como todos los años electorales, las presiones sobre el dólar muestran que los argentinos no pierden las mañas. Algo que, naturalmente, no ayuda.

* Director de gacetamercantil.com

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