El “presente” griego amenaza con arrastrar a toda Europa

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El próximo lunes 30, el FMI, el Banco Central Europeo y el Ecofin se reunirán para definir otro plan de ayuda para Atenas. El primer ministro socialista anunció un paquete de privatizaciones y recortes de salarios, pero la solución de fondo se posterga de nuevo.

Por Gustavo Fiuma

El Tesoro griego solo tiene liquidez para dos meses. A menos que los tres \”jinetes del Apocalipsis\”, el FMI, el Banco Central Europeo (BCE) y el Consejo de Asuntos Económicos y Financieros Europeo (Ecofin) le aprueben un nuevo plan de ayuda en su reunión del 30 de mayo, Grecia estará nuevamente cerca del \”knock out\”. Para los expertos del Viejo Continente, esto en realidad no sería grave si no fuera porque el principal afectado por un hipotético default griego es el propio BCE, que ha aceptado durante los últimos meses todo tipo de colaterales y garantías de baja calificación (o incluso sin calificar) por parte de los bancos helenos, portugueses, irlandeses y españoles.

Está claro entonces que si se abre la puerta del default y la reestructuración, la reacción en cadena tendría consecuencias impensadas. Estos efectos colaterales son de tal magnitud que los socios europeos no tienen otra alternativa que proveer un nuevo rescate y retrasar una solución más duradera al \”presente\” griego.

El escenario que proyectan en Europa los más agoreros se describe simplemente así:

– Los bancos griegos pasarían a ser insolventes y serían inmediatamente nacionalizados, estableciendo limitaciones al retiro de depósitos, a modo del \”corralito\”.

– La divisa griega, el dracma, sufriría una devaluación de hasta el 70% y una cesación de pagos equivalente para todas las deudas denominadas en euros.

– Los irlandeses y portugueses colapsarían sus propios sistemas bancarios con el retiro masivo de depósitos ante el temor a una situación similar.

– Las pérdidas sufridas por los bancos franceses y alemanes, no sólo por las tenencias de bonos griegos, irlandeses y portugueses, serían suficientes para hacerles incumplir los requerimientos de capital mínimo, necesitando a su vez rescates públicos.

– El BCE, dada su elevada exposición a Grecia, pasaría a ser técnicamente insolvente.

– Francia y Alemania deberían recapitalizar el BCE o aprobar la impresión de moneda de manera masiva.

– La situación creada representaría una auténtica debacle para la banca española y amenazaría a su vez a la banca británica.

Por ello, frente a este escenario cada vez más cercano, la salida más conveniente para los intereses de la UE y del Euro pasaría por llegar a un acuerdo para un segundo plan de rescate, por un importe que podría rondar los 60.000 millones de euros durante los próximos dos años. Este importe puede ser ahora cubierto por el European Financial Stability Facility (EFSF), fondo que recibió la aprobación de todos los países europeos en marzo pasado y no requiere de un nuevo acuerdo de ese rango. Cabe recordar que este fondo tiene la capacidad de comprar deuda griega en el mercado primario.

Siempre se podrá argumentar que no hay una solución definitiva pero en el momento actual y luego de la carnicería electoral que sufrió el socialista José Luis Rodríguez Zapatero en España, sería razonable adoptar la menos mala de las opciones, un nuevo rescate y postegar la necesaria reestructuración de la deuda griega para un momento en el que el riesgo de contagio no sea tan alto.

La clave ahora está en la reunión de los tres entes el próximo lunes 30 y la del Consejo Europeo de Jefes de Estado el 24 de junio.

Y si por alguna razón aún quedan dudas de la gravedad de la situación, hace horas el primer ministro griego Yorgos Papandreu no dudó en advertir que la alternativa al rescate era la quiebra. Un modo de volver a llamar la atención de los líderes de la UE y testear en realidad qué capacidad tienen de resolver eficazmente la crisis de deuda soberana de la Eurozona. La alternativa, tal y como dijo Papandreu, es la quiebra de Grecia, lo que tendría un impacto muy negativo en el resto de las economías de la región y en su sector bancario, que es el que más deuda pública helénica mantiene en su balance. Por lo pronto, ajuste de calificaciones de riesgo mediante, ya los especuladores apuntan sus cañones a España e Italia, aunque Bélgica también pasó a ser un atractivo plato para el postre.

Ahora bien, algunos han vuelto a cuestionar por qué no dejar caer a las entidades financieras con problemas. Más allá de las implicancias directas sobre los riesgos sistémicos, de la delicada situación de los mercados dominados por la desconfianza y de la importancia del sector financiero para afianzar la recuperación de la economía, este debate va más allá de una argumentación teórica. Países como Islandia han dejado caer a su banca porque no tenían otra alternativa. Otros países negocian cómo repartir con sus socios europeos el costo de mantenerla. Al final, en mayor o menor medida, todos los países han respaldado a sus entidades. Parece que no hay otro remedio. Así lo reflejan las cifras que maneja el FMI, que van desde el 30% de PBI en el caso de Irlanda hasta el 3% en España (10% en Alemania y 7% en el Reino Unido). En el caso de Grecia, la estimación del apoyo público a la banca no va más allá del 5%. También es cierto, como ocurrió en EE.UU., que el costo finalmente no ha sido tal ya que lo recuperaron con beneficios a los dos años. En el resto, especialmente en Europa, aún se discute si no debe ser mayor el respaldo. Quizás se despejen las dudas tras la publicación de los test de estrés en junio.

En paralelo, días atrás el propio titular de la Fed de EE.UU., Ben Bernanke, aludió al mayor control de las entidades grandes con capacidad de riesgo sistémico. La discusión, en parte centralizada a través del FMI, abarca también los cambios en la fiscalidad del sector. Una mayor fiscalidad que tendría como razón de ser tanto la de ayudar al ajuste de las finanzas públicas (dado que ha sido el sector financiero el origen de la crisis) hasta prepararse ante potenciales nuevos problemas financieros que puedan surgir en el futuro (lo que refleja desconfianza en la regulación y supervisión actual). Así, el Fondo se refirió a la posibilidad de establecer un nuevo impuesto sobre el balance (castigar el apalancamiento a través de la captación de recursos de los mercados de capitales), sobre la cuenta de resultados o sobre las transacciones financieras (la sobredimensión de los mercados sería un tema también inquietante). Cuestiones como la doble imposición, el costo en términos de flexibilidad y eficiencia, la deslocalización y hasta la propia complejidad han impedido que haya un consenso sobre el tema. Y si no hay consenso internacional resulta francamente complicado que finalmente se pueda aplicar.

Al final, queda la regulación y la mayor supervisión. Basilea III se plantea como una necesidad a mediano y largo plazo para que el riesgo derivado del sector financiero sea menor. Entre luces y sombras queda la dificultad para que la banca mundial se pueda adaptar a los nuevos requisitos de capital y liquidez.

En este contexto ya convulsionado y ahora también sacudido por el \”Strauss Kahn–gate\”, sirve recoger un informe del ex economista jefe de Goldman Sachs y actual director de la división de gestión de activos, Jim O\’Neill, quien opina que el dominio europeo en el FMI debe acabar. O\’Neill no acepta el argumento de que un originario de ese continente debe continuar al frente de la institución multilateral. Y lo argumenta basándose en la premisa de que Europa cada vez pesa menos a nivel global. \”La importancia global de los países europeos con problemas, el denominado Club Med, es mucho menor de lo que se cree. Ocho de los diez países que estimo que serán probablemente contribuyentes netos al PBI mundial en la década actual serán economías emergentes\”, advirtió O\’Neill. El PBI combinado de las ocho \”economías en crecimiento\”, Brasil, Rusia, India y China (los cuatro BRIC) así como Corea, Indonesia, México y Turquía, se incrementará en más de cinco veces de lo que lo hará la Zona Euro. Y, a finales de la década, su PBI agregado probablemente será más grande que el de esa área. \”Lo que suceda en estos países será mucho más importante a nivel mundial que lo que ocurra en la Zona Euro\”, subrayó este influyente analista.

Además, en ese informe estiman que los mercados emergentes deben comenzar a superar de nuevo en términos de rentabilidad a los mercados desarrollados debido al retroceso de los temores sobre la inflación y un crecimiento económico robusto. \”Esperamos que los mercados emergentes superen a los mercados desarrollados en los próximos meses\”, añaden. Un miedo menguante a la inflación llevará a un ajuste de política monetaria más lento. Y a esto se suma la mejora en los principales indicadores adelantados en los mercados desarrollados.

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