CFK: El triunfo como fatalidad

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Los éxitos electorales del “cristinismo” en Catamarca, Salta y La Rioja, y el empate con gusto a triunfo de Chubut, sumado al alto nivel de imagen positiva que mantiene la presidente Cristina Kirchner, han provocado una suerte de fatalismo, tanto en la clase política como en los sectores empresarios. Cristina, según esta postura, “ya” habría ganado la elección del 23 de octubre. Naturalmente, para esto se descuenta que será la candidata del oficialismo en busca de su reelección.

Esta “certeza” podría vincularse, en el caso del mundo de los negocios, con una necesidad de despejar la incertidumbre. Para los empresarios, algo clave es poder predecir –en el caso la Argentina– lo que sucederá en los próximos doce meses. Para muchos directivos de empresas, aunque en privado despotriquen contra el kirchnerismo, saber que Cristina se quedará otros cuatro años más en la Casa Rosada es un alivio. Se les escucha decir que, no habiendo ninguna posibilidad de que los candidatos que impulsaron lleguen a buen puerto, “más vale malo conocido que bueno por conocer”. O, según otra frase popular más precisa, “al veneno es mejor tomarlo rápido”. Es la esencia del pragmatismo de los poderosos.

Así como anunciamos con anticipación que Cristina sería la candidata –lo cual se confirmará en la tercera semana de junio– que Ernesto Sanz no competiría con Ricardo Alfonsín en la interna del radicalismo y que Mauricio Macri había decidido no enfrentar al kirchnerismo a nivel nacional, hoy es importante advertir que el exitismo de los kirchneristas debe superar tres pruebas decisivas: la elección en la Capital Federal, el 10 de julio; la de Santa Fe el 24 de julio; y la de Córdoba, dos semanas más tarde. Estas tres provincias, juntas, representan más de la cuarta parte del padrón nacional y son claves por su dimensión y porque allí vive gran parte de los sectores medios urbanos del país. Esos sectores no han sido favorables al oficialismo en los últimos años, y una visión porteña diría que no son ni han sido sensibles al clientelismo que lacera a las provincias más pobres, lo que los convierte en un termómetro válido para saber realmente qué posibilidades tiene el intento reeleccionario de la Presidente.

Un triunfo descontado de antemano, en especial en un país como la Argentina, puede ser un ejercicio arriesgado. O una estrategia destinada a minar el caudal político del oficialismo: si el éxito está “asegurado”, buena parte de los indecisos podrían perderse porque sienten que ya no hacen falta. “Ganan sin mí”, sería su pensamiento; o porque quieran reducir la distancia entre el inevitable ganador y sus oponentes. Así, al menos, ocurre en la política. Y en general el resultado final se deduce apenas una semana antes del comicio.

De cualquier modo, intentos como estos de reducir la brecha chocan indefectiblemente con una realidad que es indisimulable. El oficialismo surfea la ola y la oposición ni siquiera logra subirse a ella.

Así las cosas, de aquí a finales de junio, primero, cuando se conozcan los candidatos definitivos; y luego hasta octubre, veremos todo tipo de maniobras y prácticas políticas destinadas a hacer tropezar al kirchnerismo en su aparentemente llano camino hacia la conitnuidad en el poder.

En cuanto a las próximas pruebas electorales, la Ciudad de Buenos Aires se encamina a convertirse en la próxima “perla” del Gobierno nacional. Cuando Macri decidió bajarse de la pelea presidencial lo hizo basado en dos series de encuestas que mostraban que en el distrito porteño era el único que “garantizaba” el triunfo. Esto, más allá de lo alejado que aparecía en el escenario nacional. De aquella decisión a esta actualidad lo que cambió es que se definió el candidato de Cristina, el senador Daniel Filmus. La primera encuesta seria realizada apenas se supo de la elección de Cristina, el viernes 20, advirtió que la distancia entre Macri y Filmus se reducía a 9 puntos (32 a 23%). En otras compulsas anteriores, con universos más reducidos, cuando se consultaba por las distintas opciones, el enfrentamiento Macri-Filmus mostraba al actual jefe de Gobierno porteño con una distancia de casi 20 puntos (Dato aparte lo constituye la caída libre de Fernando “Pino” Solanas).

Sin analizarse todavía un escenario de segunda vuelta, una derrota apretada de Filmus en la primera fase volvería a exhibir el poderío electoral de Cristina y le permitiría al oficialismo “arrastrar” tantos legisladores nacionales como el PRO. Dos semanas más tarde, en Santa Fe, el peronismo sería también un poderoso contrincante del socialismo en el poder, lo cual ya es bastante si se tiene en cuenta que es un bastión claramente opositor. El 31 de julio, los porteños deberían votar en la segunda tanda electoral y elegir entre Macri y Filmus con el resultado puesto de la primera vuelta santafesina. Finalmente, a la semana siguiente, el 7 de agosto, los cordobeses participarían de la más disputada de todas estos elecciones.

Una vez más, Juan Carlos Mazzón comenzó en las últimas horas una negociación con el PJ cordobés que no se hace bajo presión pero requiere mucho esfuerzo. Sucede que en el Congreso del Partido Justicialista de Parque Norte, el fin de semana pasado, dirigentes de peso como el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, y el líder de la CGT, Hugo Moyano, se mostraron preocupados por la posibilidad de que el oficialismo pierda las elecciones el 7 de agosto.

Antes de viajar a México e Italia, la Presidente le ordenó a sus operadores que busquen “una solución al problema cordobés”. Para eso viajó a Córdoba el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, “el Chino” Carlos Zannini, con el objetivo de “acercar posiciones” con el gobernador Juan Schiaretti y el candidato Juan Manuel De la Sota. Algunos indicios de que las conversciones están bien dirigidas surgieron del ministro de Gobierno cordobés, Carlos Caserío, quien reveló que “se ha venido hablando de unificar al peronismo” en la provincia. Y, además, creen que hay “buena voluntad” para conseguirlo, según apuntó. El propio ministro del Interior, Florencio Randazzo le dijo al diario “La Voz del Interior” que en Córdoba están negociando. Pero “tenemos tiempo”, tranquilizó.

Si el “cristinismo” supera sin ninguna catástrofe esta etapa, se encaminaría casi sin sobresaltos a la elección nacional del 23 de octubre, que incluye entre otros a los estratégicos comicios del distrito bonaerense. En este punto, esta semana el único presunto inconveniente sería el intendente de Tigre, Sergio Massa, quien está siendo samarreado por aquellos que buscan un lugar bajo el sol en la interna justicialista de la Provincia. El sciolismo aseguró a través de una agencia de noticias que Massa había decidido renunciar a competir en la interna abierta, obligatoria y simultánea del 14 de agosto. Massa negó que se hubiera bajado y dio como fecha de su lanzamiento ayer, martes 31, pero al menos hasta la noche –al cierre de esta edición– el anuncio no se había formalizado. No obstante, si Massa quisiera presentarse la fecha límite es el 24 de junio. Antes, este mismo sábado, el Congreso provincial partidario emitiría una declaración a favor de la candidatura de Cristina y otra en beneficio de la unidad partidaria y de la postulación de Daniel Scioli. Sobre este punto hay tantas versiones como fuentes. A Scioli se le han sumado contendientes, en las últimas semanas: el intendente Mario Ishi y el propio Massa. Pero no hay duda de que, mayoritariamente, los dirigentes del peronismo bonaerense consideran que no hay margen para ir a una interna.

Entretanto, la imagen positiva de Cristina ronda el 56%, un porcentaje similar al que mostraba a finales de 2007, cuando asumió la Presidencia. De cara a los comicios nacionales, solo se trata de mantenerse en esta línea: ni más arriba, ni más abajo.

* Director de GacetaMercantil.com

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