El infierno de la violencia contra las mujeres

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Nada sensibiliza más sobre la violencia contra las mujeres que vivir ese infierno de cerca. Tener una amiga, una conocida, una familiar que durante años vivió ese calvario. ¿Les ha pasado? A mí sí, con una buena amiga, hace diecisiete años. Entonces empecé a mirar, con otros ojos, situaciones de las que fui testigo, situaciones que tendrían que haberme alertado.

Siempre pensamos que esas cosas les ocurren a otros, pero los datos nos indican que esas situaciones son comunes, que pasan en todas partes, a mujeres de cualquier edad y condición; eso sí, con manifestaciones y ensañamientos diferentes. Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), 1 de cada 4 mujeres sufrió alguna experiencia violenta a manos de su pareja en la región. Ésta es, además, la primera causa de muerte mundial en mujeres de 15 y 49 años por delante del cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico y las guerras.

Ponerles rostros conocidos a los números nos ayuda a acercarnos al problema de otra manera y a ver la urgencia de resolverlo. Este año se cumplen 20 años de la firma de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, Convención de Belem do Pará. ¿Cuánto se ha avanzado desde entonces?

Menos de un tercio de los países de la región (el 28%) cuenta con un plan nacional específicopara responder a esta problemática y la mayoría (un 78%) aborda este tema tangencialmenteen otros planes o políticas de seguridad, tal y como demuestra el análisis que hicimos en 32 países de la región y que se concretó en el estudio “El compromiso de los estados: planes y política para erradicar la violencia contra las mujeres en América Latina y el Caribe”.

La consecuencia es que se difumina la respuesta estatal ante la violencia contra las mujeres. Este estudio señala ocho grandes nudos críticos que dificultan la obtención de mejores resultados en las acciones públicas como son la fragmentación de la respuesta institucional, la debilidad de la coordinación y de las capacidades técnicas, la falta de coherencia entre los instrumentos legales y las políticas, por ejemplo. La magnitud del problema requiere de los Estados un mejor abordaje institucional, más holístico, más integral, con más recursos.

También merece especial atención el tema de la información, o mejor dicho de la desinformación. Seguimos usando datos generales o antiguos, proyecciones que nos plantean panoramas preocupantes, pero no contamos con buenos datos, continuos, comparables, que aborden las diferentes aristas del problema. Sólo el 62.5% de los países de la región han generado sistemas de información para medir la violencia contra las mujeres. Es inaudito, porque sabemos que lo que no se mide, “no existe”. Es una forma de seguir invisibilizando la violencia contra las mujeres.

Es cierto que hoy, más que nunca, el tema está presente en la agenda pública. Aunque no significa que sea suficiente o se incluya de la mejor manera. También se ha avanzado en la generación de un marco legal e institucional más favorable (11 países de la región han aprobado legislaciones que van más allá de la violencia doméstica o intrafamiliar), aunque sabemos que persisten problemas en su implementación. Además, va en aumento el rechazo social a estas situaciones, sin embargo muchas personas las siguen viendo como un tema natural y privado.

Con la celebración de los 20 años de Belem do Pará, la definición de la nueva agenda post 2015 y la revisión de Beijing+20, tenemos la oportunidad de dar a este asunto la atención que merece, ponerlo en el centro de la agenda, concretar el compromiso en acciones y recursos, y poner fin a esta cruenta violación de los derechos humanos de las mujeres. Ni amigas, ni desconocidas. Ni una mujer más.

* Gender Policy Specialist del Centro Regional del PNUD para América Latina y el Caribe. Coordina el portal de conocimiento en igualdad de género América Latina Genera (www.americalatinagenera.org).

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