EE.UU. y Rusia siguen enfrentados por los misiles

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Según el presidente ruso, Vladimir Putin, la Casa Blanca desea romper el equilibrio estratégico. Por su parte, el republicano Mitt Romney declaró durante su campaña a la presidencia estadounidense que Moscú era su enemigo número uno. Un tono que recuerda en cierto modo a los tiempos de la Guerra Fría.

Por Benedikt von Imhoff (dpa)

No parece que la tensión vaya a desaparecer. Una disputa misilística sigue lastrando las ya de por sí difíciles relaciones entre Rusia y Estados Unidos. Y en su estancado enfrentamiento por el escudo antimisiles que Washington planea colocar en Europa, ambas partes hacen uso de toda su artillería.

Según el presidente ruso, Vladimir Putin, la Casa Blanca desea romper el equilibrio estratégico. Por su parte, el republicano Mitt Romney declaró durante su campaña a la presidencia estadounidense que Moscú era su enemigo número uno. Un tono que recuerda en cierto modo a los tiempos de la Guerra Fría.

Hace 50 años, Moscú y Washington se disparaban palabras envenenadas que cruzaban el Atlántico, y también entonces el motivo eran los misiles. En octubre de 1962, debido a la crisis cubana, el mundo estuvo a punto de sufrir una guerra nuclear entre ambas superpotencias, pues Estados Unidos no toleraba la instalación de cabezas nucleares soviéticas en la isla del Caribe.

Ahora, la situación es similar, sólo que esta vez Rusia se siente amenazada por la presión estadounidense. El escudo antimisiles es un \”problema clave\”, porque afecta a intereses vitales rusos, critica Putin. Para el jefe del Kremlin, que quiere volver a catapultar a la antigua superpotencia al círculo de naciones líderes, colocar un escudo antimisiles cerca de la frontera rusa es una provocación. Y entre tanto, Rusia amenaza con un ataque preventivo.

Este afilado tono gusta en el país más extenso de la Tierra, pues 20 años después de que acabara la Guerra Fría, muchos rusos siguen viendo a Estados Unidos como su principal enemigo. Según opinan expertos en Moscú, la disputa ha hecho que el \”reinicio\” del que hablaron el ex presidente ruso Dmitri Medvedev y el mandatario estadounidense Barack Obama haya fracasado.

Y eso que todo había comenzado bien tras los difíciles años de George W. Bush en el poder. Después de largas negociaciones, Obama y Medvedev firmaron en Praga el tratado START para el desarme nuclear. Gracias al movimiento estadounidense, Rusia por fin entró el pasado verano (boreal) a formar parte de las Organización Mundial del Comercio. Ambas partes también acordaron facilitar los visados a empresarios, un paso que entre Rusia y la Unión Europea aún está lejos de alcanzarse.

Sin embargo, desde el regreso de Putin al Kremlin, en mayo, la situación se ha vuelto a tensar. Nada más asumir el cargo, Putin rechazó participar en la cumbre del G8 en Camp David (Estados Unidos) y envió a su primer ministro Medvedev. Por eso, para muchos observadores fue una revancha que Obama tampoco viajara al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (Apec) en Vladivostok.

Tampoco en la crisis siria logran ponerse de acuerdo las dos potencias. Rusia se apoya en los riesgos que tendría una intervención militar en beneficio de los detractores del presidente, Bashar al Assad, y obstaculiza toda resolución contra Damasco en el Consejo de Seguridad de la ONU.

En el centro de las disputas más recientes figura USAID. Ante el apoyo de las autoridades estadounidenses a organizaciones críticas con el Kremlin, Rusia puso inmediatamente fin al programa de ayuda, después de 20 años. Eso afectó por ejemplo a los observadores independientes de Goloz, que en parte gracias a la ayuda estadounidense pudieron probar las falsificaciones en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2011 y, así, fueron en parte responsables de las históricas protestas contra Putin.

Además, las duras críticas estadounidenses a la condena de tres mujeres de la banda punk Pussy Riot tras su protesta contra el mandatario ruso en una iglesia causaron igualmente indignación en el Kremlin. Como sucedió con el tira y afloja por el \”mercader de la muerte\” Viktor But. Al parecer, el ruso suministró ilegalmente durante años armas a regímenes y rebeldes de todo el mundo, por lo que Estados Unidos lo condenó a 25 años de cárcel. Moscú lo califica de \”condena política\” y exige la extradición del ex oficial.

Con todo, el principal escollo entre ambas potencias sigue siendo la disputa misilística, por la que Moscú ya ha amenazado con abandonar el tratado START. Un \”reinicio\” no puede ser eterno, dijo el ministro ruso del Exterior, Serguei Lavrov. Lo importante sería -por seguir con la imagen informática- actualizar el software, por ejemplo con la construcción de relaciones comerciales.

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