La pelota, la única que le rompe la burbuja a los poderosos de la Argentina

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Temidos en sus ambientes, dependen de goles y triunfos para no ser confrontados por personas comunes y corrientes enojadas.

“Que te pongan la banda y te den el bastón no significa que te den el poder”, aseveró hace una semana la vicepresidenta Cristina Kirchner, la figura más potente -por amores u odios- de la política argentina, y desató un vendaval en el Gobierno. Para más precisiones, CFK definió que el poder es “cuando alguien toma una decisión y esa decisión es respetada por el conjunto”.

Si embargo, hay muchas definiciones de poder y cada poderoso tiene la suya. “Poder es impunidad”, dijo alguna vez el fallecido empresario Alfredo Yabrán, cuando ya se lo investigaba por el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas, cometido en 1996.

Uno puede tener poder para tomar decisiones que atañen al futuro del país o para salir indemne tras haber cometido un delito. Para construir una carrera dentro de los medios de comunicación o en el intrincado mundo sindical, todos ambientes donde rige la ley de la selva y solo asoman la cabeza los más fuertes.

Pero que cuando se meten en el mundo del fútbol con ganas de extender sus poderosos tentáculos, los poderosos de otros rubros caen en la cuenta de que son, simplemente, uno más de los 45 millones de futboleros que hay en Argentina.

El último poderoso que se sintió pequeño y se metió en un auto rodeado de guardaespaldas mientras detrás de un alambrado un grupo de hinchas le pedía explicaciones fue Hugo Moyano. Como presidente de Independiente vio este martes que el “Rojo” no pudo quebrar en Avellaneda a un Aldosivi que jugó una hora con un hombre menos. El 1-1 final dejó al equipo dirigido por Eduardo Domínguez casi sin posibilidades de clasificar a los cuartos de final de la Copa de la Liga Profesional.

Los malos resultados acompañan hace tiempo al equipo. La salida de varios referentes y los escasos refuerzos que llegaron dejaron al entrenador con un plantel nada acorde con la gloriosa historia de los “diablos rojos”, que además viven una interna eterna en la barrabrava y están a la espera de que la Justicia dictamine cuándo se realizarán las elecciones, que fueron suspendidas en diciembre pasado.

Con este caótico marco varios hinchas se acercaron al estacionamiento VIP del estadio donde Moyano estaba por subirse a su camioneta para retirarse. Los insultos llegaron a oídos del líder del sindicato de Camioneros, que reaccionó: “¿Qué mierda querés que haga yo? ¡La concha de tu madre!”, espetó sin eufemismos el presidente del club, quitándose de encima la responsabilidad por el mal momento de la institución.

El fin de semana, en el Nuevo Gasómetro atronaron los insultos contra el presidente -con goce de licencia- de San Lorenzo, Marcelo Tinelli, por una pésima temporada que se devoró a (otro) entrenador como Pedro Troglio. Unos días antes, miles de hinchas marcharon frente al ministerio de Turismo y Deportes para exigirle a Matías Lammens, vicepresidente del club y titular de esa cartera, el adelantamiento de las elecciones en Boedo.

Mario Pergolini, renunciado vicepresidente de Boca por su tirante relación con el ídolo máximo del club y presidente del Consejo de Fútbol, Juan Román Riquelme, volvió esta semana a destilar su bronca luego de que se conociera que el “Xeneize” puso máquinas al costado de las canchas de entrenamiento de las Inferiores para hacer temblar el piso y que así los juveniles se fueran acostumbrando al “latido” de La Bombonera al ritmo de la hinchada. “Es una vergüenza”, bramó el creador de Vorterix.

Estos tres son los ejemplos más actuales de que el influjo del fútbol no perdona a nadie. Y menos a quienes son considerados “outsiders”, que llegan a la dirección de los clubes luego de exitosísimos pasos en otros ambientes pero que el hincha mira de reojo, dudando de que los verdaderos intereses de estos poderosos sean los colores de su camiseta y no los números de sus cuentas bancarias, de sus planillas de rating o del control de un sindicato.

El expresidente Mauricio Macri, que se hizo conocido masivamente por ser el mandamás de Boca durante la exitosísima era de Carlos Bianchi como DT, sufrió en carne propia que le explotara la burbuja en dos ocasiones: una vez fue cuando el “Virrey” se levantó en plena conferencia de prensa y lo dejó plantado, mostrando quién tenía más poder en ese equipo campeón del América y del Mundo. La otra, ya como inquilino de la Casa Rosada, fue en las canchas de fútbol cuando comenzó a replicarse –“hit del verano” mediante- el rechazo general al rumbo económico de su Gobierno, que terminó con el fracaso en la búsqueda de la reelección. El círculo se cerró cuando Macri todavía no había desarmado las valijas por su mudanza de Olivos: Riquelme sumó tantos votos que terminó con 24 años de macrismo en Brandsen 805.  

Moyano no está acostumbrado a que nadie le pida explicaciones. Él organiza masivas marchas por sus reclamos, bloquea empresas que no cumplen con las exigencias de su sindicato y tiene el acompañamiento de los políticos que buscan escalar el difícil camino a la cima del poder.

A Tinelli nadie lo cuestiona cuando conduce “Showmatch” o “Bailando por un sueño”. Ningún participante se queja de sus decisiones porque la farándula vernácula quiere estar siempre en sus programas, hasta hace un tiempo los que más rating tenían.

En Vorterix no hay cuestionamientos al aburguesamiento de Pergolini, el ex”niño terrible” de la TV y la radio argentina durante el menemismo.

Macri fue el hijo del dueño al comienzo de su carrera empresarial. Pudo romper el cascarón y en Boca tejió redes que lo llevaron a la política porteña, primero, y nacional después. Pero fue en Boca donde sufrió por primera vez la rara sensación de que su apellido o su dinero no alcanzaban por sí solos. El histórico Julio Grondona lo dejó en “off side” cuando impulsaba las sociedades anónimas en el fútbol y la iniciativa del futuro jefe de Estado no logró ni un solo voto en la sede de la calle Viamonte.

“Viste Mauricio, no nos dieron bola”, le dijo el poderoso Grondona, quien a espaldas de Macri había dado la orden al resto de los dirigentes de fútbol de aislar al empresario en su idea.

Rodolfo D’Onofrio amaga con dar el salto a la política luego de dejar la presidencia más exitosa -deportivamente hablando- de la historia de River Plate. Pero no se dedice a dar el paso -como diría Facundo Manes- tal vez al verse en el espejo de Macri, Moyano, Tinelli, Pergolini y muchos otros ejemplos que a usted, estimado lector, le vendrán a la cabeza. Porque finalmente, goles son amores. Y si la pelota no entra, no hay poder en el mundo que sea más grande que el amor. Cuya otra cara es el odio. Los que se metieron en el mundo fútbol, lo saben bien… Y los que hacen toda la carrera de dirigente deportivo, como Claudio “Chiqui” Tapia, también. Nadie más que el presidente de AFA quiere que “la Scaloneta” gane el Mundial de Qatar con algún gol de Lionel Messi…

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