A volver (de dónde nunca nos fuimos)

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Se celebró esta semana el encuentro del EuroLat, la sesión plenaria de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana, con la presencia de eurodiputados y de parlamentarios americanos de Parlasur, Parlatino, Parlamento Andino y otros organismos legislativos de la región.

En la delegación europea de legisladores del Parlamento Europeo estuvieron presentes miembros de distintas fuerzas políticas y bloques: conservadores, liberales, socialistas, entre otros; y de diversas nacionalidades como españoles, italianos, alemanes, portugueses, suecos, etc.

La temática del encuentro fue variada, abarcando temas como libertad de expresión, pobreza, derechos humanos, medio ambiente, energía, desigualdad, defensa, seguridad, entre otros ítems, y como no podía ser de otra manera se trató el conflicto bélico en Europa tras la invasión de Rusia al estado soberano de Ucrania. Que la Argentina haya sido designada como sede del plenario europeo-latinoamericano debería habernos dado la oportunidad, ante este privilegiado escenario de enriquecer el debate y asomarnos siquiera por un instante a por dónde respira el mundo, buscando enviar un mensaje de cooperación y apertura, buscando que los representantes del bloque europeo fueran correa de transmisión hacia sus respectivos gobiernos, algunos de los cuales poseen inversiones en el país, de que a pesar de lo mal entrazada en que se encuentra el país hoy, sigue siendo un país atractivo y respetuoso.

Pero no, como no podía ser de otra manera y como lo que hoy gobierna al país es una coalición nacida contra natura, donde en un sistema presidencialista el primer mandatario es un segundón de su vicepresidente, que hoy juega a ser oposición- oficialista, la inauguración del Plenario por parte de Cristina Kirchner fue un genuino y grotesco bochorno nacional. Convirtió el acto en un mitin político de barricada partidista de los sectores de La Cámpora y del ultrakirchnerismo de paladar negro, colmando el recinto del CCK (nombre el señorial Palacio de Correos que la administración de Mauricio Macri no se atrevió a modificar, valga recordarlo) de idólatras de su personalismo.

Dirigentes y funcionarios K y militantes neocamporistas entonaban cánticos y consignas cual barrabravas haciendo alusión a la cobardía del presidente Alberto Fernández, volviendo a anunciar “vamos a volver” como si hoy no estuvieran al mando de las principales “cajas” del Estado nacional, dieron la escenificación justa para que la vicepresidente en ejercicio de facto de la presidencia se despachara a gusto contra el FMI. Explayándose sobre los beneficios y déficit del capitalismo; criticó a lo que ella considera “neoliberalismo”; exaltó la necesidad del rol regulador del Estado sin aclarar que el argentino –a causa de décadas de nefastas políticas- no es el noruego sino que despilfarra en el gasto público y político, en un esquema clientelar y con un práctica de “capitalismo de amigos”, en gran medida insuficiente en cuanto a educación, previsión social y seguridad, sin contar que no existe una política de defensa. Asimismo, no expresó nada sobre la extracción y carga impositiva, cuasi confiscatoria, que pesa sobre toda la actividad económica privada. Tuvo tiempo también para dar una clase de historia europea a los legisladores del Viejo Continente, pero su plato fuerte fue contra la Justicia  -claramente el sector que no le responde- poniendo en duda el poder de contralor que fija nuestra Constitución, dentro de la división de poderes del sistema republicano. Pero aún más, expuso negro sobre blanco que el presidente Fernández, con banda y bastón presidencial, carece de poder, algo que sí, por contraposición implícita, detenta ella. Inclusive, dejó deslizar un mensaje hacia los parlamentarios europeos, casi haciéndolos culpables a sus respectivos gobiernos por el crédito otorgado por el FMI a la administración Macri. Peras y zapatos mezclados en un dislate desopilante, grotesco, que nos habla de la desmesura brutal que expresa CFK.

Una exaltación de populismo, de culto al “líder”, en un ámbito parlamentario intercontinental como si fuera un acto de campaña en su natal Tolosa, en el corazón del Conurbano bonaerense.

Todos los eurodiputados quedaron estupefactos e indignados ante tamaño destrato y despropósito. Algunos de ellos firmaron una declaración de rechazo y emitieron un documento, elevado al presidente del grupo de eurodiputados, Javi López, socialista e integrante del Grupo de la Alianza de Socialistas Demócratas del Parlamento Europeo, solicitándole que lo hiciera extensivo al Plenario y al Congreso argentino, como todos los integrantes del Partido Popular de España y los integrantes del Grupo del Partido Popular Europeo, entre los que podemos contar a Leopoldo López Gil, padre del exiliado venezolano y expreso político del régimen de Nicolás Maduro, Leopoldo López, como a José Manuel García Margallo, excanciller español, la eurodiputada Isabel Benjumea, quienes repudiaron la politización partidista del evento internacional. A su vez, el eurodiputado español por VOX, Hermann Terstch, integrante del bloque de los Conservadores Reformistas europeos, expresó en las redes su rechazo “al mitin coreano montado por la vicepresidenta para mayor gloria propia, canto totalitario, agresión a la Justicia, secuestrando la apertura de la sesión de la Asamblea Parlamentaria de Europa e Iberoamérica, Una obscenidad jaleada por el jefe socialista de la sección europea”, en clara alusión al mencionado Javi López.

Nada nuevo bajo el sol de esta realidad argentina degradada y anómica, sólo una acción más para que sigamos siendo los parias; eso sí, laderos de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Este destrato prodigado por la presidenta del Senado a los eurodiputados y parlamentarios latinoamericanos lo fue también a todos los argentinos. La oposición con representación en el Congreso Nacional debería haber convocado a un acto de desagravio hacia todos los parlamentarios extranjeros, algo que no sucedió, salvo alguna declaración en solitario y aislada como la del senador radical Alfredo Cornejo.

Así vivimos, mientras la pobreza aumenta, la inflación mensual escala al 7% (equivalente a la de Uruguay en un año), la de alimentos asciende al 10%, los acampes de la prebenda corporativa se extienden, los aprietes gremiales como los de los Camioneros hacen de las suyas y el discurso populista y autoritario de la secta adoradora de Cristina se permite estos “lujos” de buscar ser diferentes y no responsables de la actual situación nacional, donde si Fernández ha fracasado es tan responsable como Cristina, quien lo designó a dedo por un tuit en 2019 para que ocupara el sillón de Rivadavia.

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