Jonathan Lett posa en la base de Mount Pleasant, en el archipiélago austral. “Pasados 40 años deberían ponerse a un lado las diferencias políticas”, opina.
El comandante espera, de pie, en el jardín delantero de su casa en la base militar británica en las Islas Malvinas. Gorra calada y camisa blanca de manga corta, pese al viento frío que corre esta mañana soleada, se acerca sonriente en cuanto estaciona el auto. “Llámeme Jonathan”, dice, mientras extiende su mano.
El pedido de entrevista de La Nación pasó por la embajada británica en Buenos Aires, el Foreign Office y varios estamentos del ministerio de Defensa en Londres, pero Jonathan Lett, comandante de las Fuerzas Británicas en las Islas del Atlántico Sur, tal su nombre formal, con jurisdicción sobre las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, las Orcadas, Tristán da Cunha, Ascensión y Santa Helena, quiere bajar tensiones.
“El propósito de la base es enteramente defensivo, para defender las islas de cualquier amenaza potencial”, afirma, sin identificar a la Argentina como esa amenaza potencial. Pero deja claro su mensaje: “A menudo somos acusados de militarizar el Atlántico Sur pero nuestras fuerzas aquí están en su nivel operativo mínimo requerido para afrontar cualquier potencial amenaza”.