Los líderes de las regiones pro rusas de Ucrania advierten de una posible invasión del Ejército del gobierno de Kiev.
Mientras los líderes de la OTAN insisten en la inminente invasión de Rusia a Ucrania, este viernes comenzaron a llegar a territorio ruso los primeros evacuados de las regiones prorusas de Donetsk y de Lugansk, que temen por un ataque del gobierno central de Kiev.
El líder de la República Popular de Donetsk, Denís Pushilin, afirmó que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, dará próximamente la orden para que los militares invadan a las zonas pro rusas de su país.
El ministro de Defensa ucraniano, Alexéi Réznikov, desmintió la información y aseguró que Kiev busca una solución política y diplomática al conflicto.
Sin embargo, más de 80 colectivos repletos de refugiados de Donetsk ya han cruzado la frontera desde Ucrania hasta Rusia para dirigirse a la ciudad de Rostov.
El jefe de la autoproclamada República Popular de Lugansk, Leonid Pásechnik, también llamó a la evacuación de la población a Rusia ante el peligro de una posible ofensiva del Ejército ucraniano.
Acuerdos de Minsk. Las tensiones, amenazas y desmentidas que en los últimos días coparon la agenda internacional por la crisis en la relación entre Rusia y Ucrania -alguna vez repúblicas hermanas en lo que fue la Unión Soviética- se originan, básicamente, en una situación conflictiva relacionada con regiones prorrusas que quedaron en territorio ucraniano y que no pudo ser resuelta por un acuerdo de paz firmado hace ya siete años.
Aquel armisticio, que en principio logró poner fin a diez meses de guerra en el este de Ucrania, se firmó en 2015 en Minsk, la capital de otra antigua república soviética, Bielorrusia, y fue el segundo intento de lograr la paz en la convulsa región del Donbass, luego de que fracasara un entendimiento similar alcanzado un año antes.
Los dos proyectos de paz fueron impulsados por los mismos actores, el denominado Cuarteto de Normandía: Rusia, Ucrania, Francia y Alemania, que en este comienzo de 2022 se encuentran con que cayeron en letra muerta y jamás se cumplieron, o al menos no al punto de garantizar la paz en la región.
Según cifras de la ONU, desde 2015 a la fecha unas 14.000 personas murieron a causa del estado de violencia latente que sobrevivió a los pactos.
En esencia, los acuerdos firmados en Minsk suponían que las autoridades ucranianas se comprometían a reformar la Constitución para conceder una amplia autonomía a Lugansk y Donetsk –las dos ciudades rebeldes de amplia mayoría rusoparlante-, así como la celebración de elecciones locales en ambas regiones.
A cambio, Moscú aceptaba retirar a sus tropas y armamento de la zona. Desde entonces, la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europea (OSCE) supervisa un frágil alto el fuego, vulnerado cada tanto por escaramuzas varias, en general con muertos de ambos bandos.