El máximo goleador de la historia del club jugó su último partido como local en Boca. Lo homenajearon y hasta le regalaron un arco. Gracias, Martín.
Está parado ahí, en el centro, mientras todo lo miran. La estampa es la misma de siempre: prolija camiseta adentro del pantalón, cinta de capitán en el brazo izquierdo y un detalle en la espalda: su número, el 9, y su apellido, están en dorado.
El llora, se emociona como muchas veces ha hecho lagrimear a los que ahora se rompen las palmas aplaudiéndolo.Se banca, más allá de la emoción y en soledad adentro del círculo central, agradecerle a todos, micrófono en mano.
Se va uno de los máximos ídolos de Boca de los últimos tiempos. Se va el máximo goleador de la historia del club, con 236 goles en 403 partidos. Se va el hombre de la vida de película.
“Boca es grande por ustedes”, dice el delantero, entre lágrimas, en su despedida de la Bombonera. Porque a él aún le queda un capítulo: la próxima fecha, ante Gimnasia de La Plata, allá. Pero el domingo a la noche fue su adiós en su casa.
Poco importa el 1-1 contra Banfield, tampoco que el Titán no haya podido hacer ni un gol. Al cabo, todavía tiene 90 minutos para sumar uno más y concretar ese final feliz que todos esperan.
“Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir…”. Se va Martín Palermo.Y por las dudas, en Boca le regalaron un arco. Sí, un arco, ese que da a la tribuna de la 12.
Se va un grande. Ya lo extrañan, por adelantado. Y lo saluda todo el pueblo boquense. Gracias, Martín.